En muchos hogares venezolanos, la devoción a la Virgen de Fátima se hereda como un símbolo sagrado. Su imagen enlaza generaciones que hallan en ella consuelo, guía y arraigo, por lo que, para muchas familias, representa una herencia espiritual que perdura con fuerza, incluso ante el paso del tiempo.
Así lo considera María Eugenia Pinto, de 52 años de edad y quien reside en Charallave, estado Miranda, un lugar donde, comenta, muchas personas de origen portugués preservan la enseñanza dedicada a la santa imagen, venerada cada 13 de mayo desde el año 1917, tras su aparición a tres niños pastores.
La mujer aseguró que su vínculo con la Virgen de Fátima se afianzó cuando le pidió, con mucha fe, tener a su primer hijo. El 13 de mayo, hace 35 años, su deseo se hizo realidad. Para ella, que su hijo naciera en esa fecha no fue una simple coincidencia, sino una señal de que la patrona de Portugal siempre estaría a su lado.
“Le pedí por su salud y para que todo saliera bien”, señaló Pinto para El Diario, quien ha sido devota de la Virgen desde pequeña.
El ritual de Pinto comenzó con sus abuelos, quienes migraron desde Portugal a Venezuela. Luego, sus padres continuaron la costumbre, transmitiéndola a ella y sus dos hermanos. Para la venezolana, esa fe ha sido un legado, y al convertirse en madre, quiso que su hijo creciera bajo el mismo vínculo espiritual.
Confiesa que uno de los mayores retos de mantener la tradición en la actualidad, es lograr que sus hijos sigan viviendo el hábito de venerar a la Virgen en una época tan diferente. A pesar de que la devoción religiosa no es tan fuerte como antes, continúa enseñándoles la importancia de la Virgen de Fátima, adaptando la fe a los tiempos actuales sin perder su esencia.
En ese sentido, aunque no todo su núcleo familiar participa en las actividades religiosas, Pinto manifestó que entienden el valor de la costumbre. El 13 de mayo sigue siendo una fecha intocable, en la que se reúnen para honrar su vínculo con las generaciones que les precedieron.
Cumplir con la tradición siendo joven
María Fernanda Araujo, de 23 años de edad, creció viendo una imagen de la Virgen de Fátima en la sala de su casa. Estaba sobre una mesa, junto a un rosario y una vela blanca que su madre encendía cada 13 de mayo.
Araujo relató que su abuela llegó desde Madeira con una pequeña estatua envuelta en telas. Para ella, traerla era igual de importante que el pasaje de barco. La instaló en su casa en Caracas y, desde entonces, le rezaba. “Era parte de la casa, como el comedor o la cocina”, dijo.
Con el tiempo, la mujer notó que ese fervor no siempre se replica en las nuevas generaciones. Contó que sus sobrinos y primos jóvenes respetan la imagen, pero no participan en las mismas prácticas. Aun así, destacó que el mensaje se mantiene: saben quién es, por qué está allí y qué representa para la familia.
“Yo me encargo de contarles la historia, de recordarles lo que significa la Virgen para nosotros. Si nadie lo dice, se olvida, y yo no quiero que eso pase”, sostuvo.
La joven admitió que conservar el ritual requiere constancia y que la rutina moderna deja poco espacio para ceremonias largas, pero insiste en que el valor no está en la cantidad de rituales, sino en el significado que se le da. “No importa si es una oración o una vela encendida; lo esencial es no dejar que se apague el recuerdo de lo que nos enseñaron”, concluyó.
Una manera de seguir creyendo
Leonardo Da Costa tenía 8 años de edad cuando escuchó por primera vez hablar de la Virgen de Fátima. Fue su abuela quien le explicó que en esa figura descansaba la fe de toda la familia. Ahora, con 42 años de edad, vive en Punto Fijo, estado Falcón, y considera que esa devoción marcó su forma de entender la vida.
Recordó que, en su infancia, cada 13 de mayo su casa se llenaba de vecinos. No hacían grandes preparativos y tampoco seguían un protocolo estricto, pero todos compartían la convicción de que la Virgen cuidaba a todos. “Con el tiempo, la rutina cambió, pero la fe no desapareció”, agregó.
Cuando su hija enfermó de neumonía en el año 2022, Leonardo volvió a ese altar. No pidió milagros, solo fortaleza. Dijo que fue la primera vez que comprendió la profundidad de la fe transmitida a lo largo de las generaciones. Su hija se recuperó, y desde entonces, la imagen volvió a ocupar un lugar central en su casa, como símbolo de gratitud y fe.
Da Costa admitió que no insiste con reglas ni exige asistencia a misas. Prefiere que su hija comprenda por qué esa devoción es importante, sin imponer la forma. “Uno no puede obligar la fe, pero sí sembrarla”, comentó. Cree que, con el tiempo, ella elegirá cómo vivirla.
La devoción a la Virgen de Fátima ha trascendido generaciones. En 2025, se cumplen 108 años desde las primeras apariciones en Portugal, pero cada 13 de mayo se renueva ese compromiso espiritual. Así lo sienten quienes transmiten la tradición y el fervor como un símbolo de protección y fortaleza.
La entrada Virgen de Fátima: la devoción que une a las generaciones en Venezuela se publicó primero en El Diario.
