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lunes 16 de junio 2025
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Opiniónpor @ArmandoMartiniVenezuela lo sabía y Noruega lo confirma

Venezuela lo sabía y Noruega lo confirma, por @ArmandoMartini

El reciente informe del gobierno noruego sobre el proceso de diálogo, revela años de diplomacia fallida, deja al desnudo la estrategia de manipulación y colaboración de sectores opositores. Que sirva de reflexión sobre lo que fue y lo que debe ser, en un país al borde de su encrucijada final.

Fue una trampa desde el principio. Crónica de un engaño anunciado. Venezuela se hundía en la peor crisis humanitaria de su historia, y una palabra se repitió como un mantra obsesivo en los pasillos políticos, diplomáticos e intelectuales. Diálogo. Organismos internacionales, gobiernos y sectores de la oposición insistieron con terquedad, la solución pasa por “sentarse a negociar”.

La explicación oficial del facilitador del proceso, confirma lo que la mayoría del país intuía desde el principio, el diálogo no fue una solución, sino parte del problema. El documento es una autocrítica tardía y el acta de defunción de la estulta creencia de que autoritarios ceden poder por convicción. Su publicación marca el fin de una era de ilusiones peligrosas y el inicio de otra, donde el realismo y la firmeza deben sustituir el disimulo crédulo. 

Tierra de vikingos y fiordos confirma lo que el cruce de culturas conocía. Describe con precisión forense, cómo el régimen convirtió las mesas de encuentro en un teatro de protocolo y ceremonial, diseñado para el consumo internacional. Mientras, en paralelo, se perseguía a quienes piensan diferente; hostigaban las ONGs; acosaban militares -activos y retirados-; inhabilitaban candidatos y sometían -sin rubor ni pudor- las instituciones.

La oposición asistía dividida, desorientada, timorata, sin fuerza ni condiciones claras. Mientras negociaban mínimos democráticos, el régimen lo hacía por su permanencia. Y, cada gesto de apertura, -liberación de presos- era seguido por nuevas olas de represión, como si se tratara de un guion perverso.

El dato más crudo del dosier, es que en Oslo reconocen el fracaso de su modelo “mediación discreta” ante la naturaleza mafiosa del régimen. Lo que hoy se admite con diplomática franqueza, fue advertido desde hace años por expertos, activistas y víctimas. Pero se desoyó, bajo la creencia ciega en una diplomacia sin dientes.

La narración también es un juicio severo a quienes subestimaron al adversario. Abandonando condiciones como el cese de la persecución política, confiando en la supuesta “buena fe”. El resultado previsible, el régimen ganó tiempo y la oposición el rechazo ciudadano.

Sectores justificaron concesiones absurdas e inadmisibles, como participar en elecciones sin observación independiente, por miedo a “quedar fuera del proceso”, alegando la excusa de los “espacios”. Engendrando el síndrome de Estocolmo político, abrazar al verdugo por miedo a ser marginado. Y, mientras la ciudadanía exigía firmeza, élites domesticadas operaban en burbujas donde no llegan gritos ni gases lacrimógenos.

Hoy, el liderazgo mayoritario, legítimo -y legítimamente reconocido por los ciudadanos- está en figuras como María Corina Machado, que encarna el inmenso deseo de cambio. Y la comunidad internacional, si de verdad quiere respaldar la democracia, debe reconocer a Edmundo González Urrutia no como “interlocutor”, sino como presidente legítimo de una nación secuestrada.

El relato advierte, lo poco probable que resulta reformar el autoritarismo y negociar sin presión social, es claudicar sin condiciones. Admiten que subestimaron el papel de la sociedad civil y reconocen debieron priorizar a sindicatos, ONG, líderes comunitarios antes que a políticos alejados de la realidad nacional y repletos de intereses ocultos. 

La ingenuidad tiene costo y legitimar procesos viciados también, perpetúan al opresor y castiga moralmente a las víctimas. Es repetir el ciclo de obediencia maquillada de pragmatismo.

¿Qué sigue? El informe noruego llega tarde, pero señala un camino. Los nuevos contactos sin condiciones claras, no deben darse. La liberación de los presos políticos, debe ser una exigencia, no un deseo piadoso.

La verdadera oposición debe unirse sin equívocos, proteger, respaldar la resistencia civil pacífica, no participar en fraudes y ejercer presión constante -en la calle y plano internacional- para romper el cerco mediático. Venezuela necesita que el mundo escuche, no a los burócratas, sino a los perseguidos.

Y para los venezolanos, una certeza dolorosa pero necesaria, la libertad no se mendiga, se conquista. Chile lo hizo. Serbia también. Ucrania lo está haciendo, a un costo devastador. No hay dictadura que resista a un pueblo unido y lúcido.

Noruega, sin quererlo, ha escrito la lápida de una estrategia fallida. Que no sea en vano, y esta vez que no gane el olvido, la comodidad o la costumbre. Lo que está en juego no es un cargo, ni una candidatura, ni una foto de reconocimiento. Es la dignidad de una nación que ya ha esperado demasiado.

@ArmandoMartini

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