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jueves 31 de julio 2025
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Opiniónpor José I. Gerbasi PVenezuela a fondo: La carrera de nuestra vida

Venezuela a fondo: La carrera de nuestra vida, por José I. Gerbasi P

Hay películas que entretienen, y hay otras que despiertan. F1: The Movie, protagonizada por Brad Pitt, es, en apariencia, una historia de velocidad, adrenalina y redención. Pero para quienes miramos más allá de la pista, es un espejo. Una metáfora brutal y luminosa de lo que significa pelear contra el tiempo, contra el olvido, contra la desesperanza. De lo que significa ser Venezuela.

Sonny Hayes, el personaje de Pitt, es un hombre que lo tuvo todo, lo perdió todo, y regresa. No por fama. No por gloria. Sino porque algo dentro de él aún arde. Vuelve a correr después de casi treinta años no para ganar, sino para demostrar que aún puede resistir, aún puede inspirar. Y ese fuego que lo empuja, esa terquedad que parece locura, es la misma que ha sostenido a millones de venezolanos durante décadas. Porque nosotros también lo tuvimos todo. Lo vimos derrumbarse. Y aquí estamos. De pie. Volviendo a correr.

Venezuela no compite con iguales. Corre desde el fondo, en un auto dañado, sin repuestos, con combustible racionado. Pero corre. Porque algo más fuerte que el miedo —la memoria, la dignidad, la fe— nos empuja curva tras curva, día tras día. Y si hemos vuelto a la pista, si nos aferramos al volante de nuestra historia, es porque el sueño aún vive.

Hay una escena en la película donde Hayes sufre un accidente brutal en Italia. Todo parece indicar que es el final. Las cámaras se apagan, los comentaristas bajan la voz. El público da por hecho que no volverá. Pero vuelve. Con las cicatrices a la vista. Con el alma tambaleante. Vuelve porque entiende que la derrota no es caer, sino no volver a intentarlo.

«No corro por el trofeo. Corro porque no sé hacer otra cosa que no sea seguir adelante.»
— Sonny Hayes

¿No ha sido esa la historia de Venezuela?

Nos quebraron. Nos censuraron. Nos dividieron. Nos despojaron de justicia, de voz, de pan. Nos quisieron convencer de que todo estaba perdido. Pero en medio de esa niebla, una mujer surgió como faro, y lleva en el pecho lo mismo que Hayes en la película: no ambición personal, sino la decisión profunda y serena de liberar. Ella no corre por ella. Corre por todos. Por los que están y por los que ya no. Por los que sueñan y por los que ya dejaron de hacerlo. Por los que emigraron y por los que resisten desde dentro. Corre por un país entero que aún no se resigna.

Ella no es el piloto de moda, ni la más patrocinada. Es la que viene del fondo. La que ha soportado ataques, burlas, traiciones. Y aún así, sigue acelerando. Sin rabia. Sin odio. Con un propósito que no grita, pero que retumba en cada corazón que no se ha rendido.

La carrera final, en Abu Dhabi, no se trata solo de quién cruza primero. Se trata de por qué se corre. Sonny Hayes gana no porque tenga el mejor auto, sino porque nunca dejó de creer. Porque entendió que incluso si ya no queda tiempo, lo que sí queda es una decisión: no abandonar.

«Lo que nos define no es cómo comenzamos la carrera, sino cómo decidimos terminarla.»

Eso somos hoy. Una Venezuela herida, pero no derrotada. Una patria exhausta, pero aún con motor. Un país con millones de Hayeses anónimos, dispuestos a cruzar la meta por sus hijos, por sus muertos, por sus sueños.

No sabemos cuándo será nuestra última vuelta. Pero sabemos que la estamos corriendo. Que cada vez más corazones se encienden, que cada vez más voces se alinean, que el rugido de la verdad está ganando fuerza.

Y cuando caiga esa bandera a cuadros —cuando el país recupere su libertad, su dignidad, su alegría— no habrá trofeos, ni champaña. Habrá lágrimas. Y un silencio sagrado, como el que sigue a una victoria largamente esperada.

Ese día, como Sonny Hayes, cruzaremos la meta sabiendo que valió la pena no rendirse.

Vamos por más…

@jgerbasi

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