
Durante 14 años, Jessika Cifuentes forjó una vida estable en Estados Unidos: tenía un negocio propio, vínculos con la comunidad y hasta logró obtener la ciudadanía. Pero el clima hostil hacia los migrantes, impulsado por políticas más severas y las crecientes dificultades económicas, la llevaron a tomar una decisión impensable: volver a Guatemala.
Por El Nuevo Herald
Cifuentes, una profesional de 51 años, empacó sus maletas, dejó el estado de Utah donde residía y regresó con sus dos hijas a Antigua, una ciudad rodeada de volcanes en el sur de Guatemala, donde solo conserva algunas amistades. Allí planea abrir un negocio de comida con su hija mayor.
Tras sentir temor por los cambios en la política de inmigración de la administración de Trump, pasar varios meses sin conseguir empleo tras perder el suyo por recortes de personal en la empresa donde trabajaba, y carecer de apoyo para sostener su emprendimiento gastronómico, optó por regresar a su país de origen el pasado abril.
“Ahora, por lo que he visto, ya no vale que uno sea ciudadano; con ser latino basta. No me quería exponer a esa situación. No iba a seguir en un lugar donde me están discriminando, sin ni siquiera saber quién soy solo porque tengo un apellido latino”, dijo en una entrevista con el Nuevo Herald desde Guatemala.
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