
El 5 de junio, bajo el cielo de Los Ángeles, Andrew Roth, de 97 años, y Jack Moran, de 99, se reconocieron y se abrazaron, sellando un lazo forjado en el horror de la Segunda Guerra Mundial, según relató The Washington Post. La USC Shoah Foundation, dedicada a preservar testimonios del Holocausto, organizó este encuentro único con la posibilidad de escucharlos en primera persona. Robert Williams, director ejecutivo de la fundación, subrayó: “Estamos en un punto de inflexión en el que la historia podría perderse o seguir conmoviéndonos en el futuro”, recordando que su propio tío abuelo participó en la liberación de Buchenwald.
Por Infobae
Antes de las cámaras, Roth y Moran intercambiaron gestos de profunda humanidad. “Nos sentimos como hermanos”, dijo Moran. Roth, emocionado, reveló: “No lloro fácilmente, pero se me llenaron los ojos de lágrimas cuando lo vi”.
Recuerdos que atraviesan el tiempo
Los protagonistas recordaron el 11 de abril de 1945, día en que Moran presenció la liberación del campo de Buchenwald. Roth describió la llegada de los soldados como “una señal del cielo”, el verdadero día de su renacimiento. Desde entonces, celebra su cumpleaños cada 11 de abril. Moran, por su parte, era entonces un joven de 19 años y jamás olvidó el impacto de ver a los prisioneros: “Los trataban como ganado. Estaban desnutridos; necesitaban atención médica”.

El reencuentro estuvo lleno de reconocimiento mutuo. “Le agradecí por liberar el campo, y él me felicitó por haber sobrevivido”, relató Moran. Roth reafirmó: “Estoy agradecido a personas como Jack, que arriesgaron su vida por nosotros. Fue muy valiente de su parte”.
Andrew Roth: sobreviviente, testigo y memoria
Nacido en septiembre de 1927 en Penészlek, Hungría, Andrew Roth creció en una familia judía ortodoxa, según detalla The Washington Post. De cinco hermanos, solo uno sobrevivió al Holocausto. En 1944 fue deportado junto a su familia a un gueto y, poco después, a Auschwitz. Eligió mentir sobre su edad para salvarse: “Fue mi instinto”, explicó a The Washington Post sobre el momento en que declaró tener 18 años. Esa decisión marcó su destino; aunque lo salvó de la muerte inmediata, lo condenó al trabajo forzado y a llevar en el brazo el número tatuado por los nazis.
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