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sábado 7 de junio 2025
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Un “asesino solitario” que no pudo disparar trece balas y no recuerda nada: el misterio tras el crimen de Robert Kennedy

Otra foto de Bobby en el suelo después de recibir cuatro disparos (Reuters/archivo)

 

El supermartes 4 de junio de 1968 el senador Robert Kennedy logró la mayor victoria de su carrera política, al vencer en las primarias del estado de California y Dakota del Sur, lo que despejaba su camino hacia la candidatura presidencial por el Partido Demócrata, el mismo que había llevado a su malogrado hermano John Fitzgerald a la Casa Blanca. Esa misma noche, “Bobby” – como se lo conocía – pronunció su último discurso en el hotel Ambassador de Los Ángeles. Terminó de hablar apenas después de la medianoche y, para evitar que caminara entre el público, sus colaboradores decidieron que fuera hacia la sala de prensa por la cocina.

Por infobae.com

Allí sonaron los disparos. Según la investigación judicial, el palestino de nacionalidad jordana Sirhan Bishara Sirhan fue el único ejecutor de los balazos que acabaron con la vida del senador. El problema de esa teoría es que en esa ocasión se escucharon – y quedaron grabados en un audio – 13 detonaciones, de las cuales sólo cinco pudieron provenir del arma de Shirhan. La autopsia de Bobby comprobó que una bala había pasado a través de la hombrera derecha de su saco sin entrar en su cuerpo, otras dos lo habían alcanzado debajo de la axila derecha, y que el tiro fatal impactó en el cráneo unos centímetros por detrás de la oreja, atravesando el cerebro.

En total, Kennedy recibió cuatro balazos y, aunque no murió nadie más, otras cinco personas resultaron heridas por distintos proyectiles. Es decir, hubo por lo menos nueve disparos, y el calibre 22 Iver-Johnson Cadet de Shirhan sólo tenía capacidad para ocho balas. Y tres habían quedado sin disparar. Más tarde se encontraron tres balas más, con lo que los disparos sumaron 12.

La versión oficial del asesinato tampoco encajaba con el único documento sonoro que recoge el crimen: la grabación que realizó el periodista Stanislaw Pruszynski, en la cual pueden escuchar perfectamente 13 disparos. Primero hay dos disparos, después una pausa de segundo y medio – momento en el cual, un maître tomó a Shiran de un brazo, desviando la mira de Kennedy – y luego se escucha el resto de las detonaciones. Entre los disparos tres y cuatro, y siete y ocho, muchos expertos determinaron no existe el suficiente tiempo como para que el sonido provenga de la misma pistola. Son disparos efectuados casi a la vez desde puntos distintos. Cinco de los disparos -el tercero, el quinto, el octavo, el décimo y el duodécimo- tienen una “frecuencia anómala” que indica que provenían de otra pistola, situada en dirección opuesta a la que portaba Sirhan.

Nada cerraba con la teoría oficial del “asesino solitario”, pero Shirhan confesó en el juicio, dio sus razones para matar al senador Kennedy y no mencionó a ningún cómplice. Tampoco se pudo comprobar que tuviera vínculos con organizaciones terroristas, aunque eso no impidió que en los medios se lo llamara años después como “el primer terrorista islámico” que había actuado en los Estados Unidos.

Un nuevo misterio

Entre los grandes asesinatos políticos del Siglo XX hay dos que todavía hoy – más allá de los dictámenes judiciales – que continúan envueltos por un halo de misterio en el que no faltan las teorías conspirativas de todas las calañas. Son los del presidente estadounidense John Fitzgerald Kennedy, en 1963, y el de su hermano Robert, senador y candidato presidencial, en 1968. En los dos casos, las investigaciones oficiales determinaron que fueron perpetrados por asesinos solitarios que actuaron por motivaciones personales, sin ninguna organización o conspiración detrás. También en la reconstrucción de ambos crímenes, esas posibilidades no cerraron en su momento y siguen sin cerrar.

En la investigación del asesinato de John Fitzgerald Kennedy, perpetrado en Dallas, Texas, el 22 de noviembre de 1963, la Comisión Warren, que investigó el magnicidio por orden del nuevo presidente, Lyndon Johnson, dictaminó en 1964 que fueron tres disparos – dos certeros, el segundo y el tercero-, todos ellos obra de un tirador, Lee Harvey Oswald, que actuó solo y era un desequilibrado. Sin embargo, en 1976, un Comité de la Cámara de Representantes reabrió el caso y tres años después que hubo cuatro disparos, probablemente dos tiradores y, por tanto, una conspiración.

Menos de cinco años más tarde, el asesinato de Robert Kennedy en los primeros minutos del 5 de noviembre de 1968 en la cocina del Ambassador, también tuvo, según el dictamen oficial, un solo perpetrador, aunque de ninguna manera las pericias coincidieron con esa versión de los hechos.

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