Queramos o no, organizados o no. Los trabajadores venezolanos, jubilados y pensionados, estamos unidos. Quienes aborrecen la libre asociación nos unifican obligatoriamente, para ello sojuzgan, someten, emplean todo su poder, incluso para evitar las protestas, para detener marchas, cuando no a ciudadanos que vociferan derechos.
Estamos unidos en la precariedad laboral que, pudiéramos decir, resulta nunca antes vista. Pero sabemos que no es exactamente así; si revisamos la historia del trabajo en Venezuela. No es esto ni siquiera un asomo de defensa de las actitudes contrarias del poder ejercido de este modo contra los trabajadores, no sospechen eso siquiera. Lo que si pudiéramos indicar es que nunca ha sido vista así de larga y profunda la precariedad laboral porque, entre otras cosas, no temen, de ningún modo, perder el poder. Ni siquiera con la repulsa evidente en la opinión manifiesta en las elecciones, como hemos visto.
Nos unifican los bonos. Me refiero a los empleados públicos. Los de la empresa privada siguen esta, a veces conveniente, económicamente para ellos, indignidad laboral. No todos. Me consta. Digamos mejor: los bonos nos igualan. Una visión comunista del asunto. Donde todo trabajador, haga lo que haga y desde cuándo lo haga, merece una misma remuneración. El médico, el universitario, el ingeniero, y el obrero. Sin distinción, sin mérito alguno que desiguale la idea de que quien trabaja apenas come. Lo peor, además de la pobreza material tangible de los trabajadores todos en Venezuela, es la humillación. Lo intangible. Tipo malandro que se sale de control alguno, como es: los someto porque quiero. Es volitiva la vaina. Por tanto, filosófica. Mando y ordeno; además me burlo de tu debilidad e impotencia.
Yo, el supremo en acción. Cinco dólares el anuncio rimbombante del ajuste en la pensión. Para celebrar el día del trabajador con cinco más. Y treinta el ajuste para más del que mientan Bono de guerra económica. Intocados hacia arriba los sueldos y salarios a los que van eliminando de a poco. Claro, estos traen secuelas económicas vinculadas a la protección social: bonos de vacaciones y fin de año, prestaciones y cajas de ahorro y sindicatos. Todo eso lo echan por tierra. Todo eso lo buscan desaparecer. Porque el cobro de los bonos igualadores es para comer, acaso. Se denomina técnicamente explotación y esclavitud moderna. Sometimiento, en fin.
No son tan malos, dirán ustedes. Dan días y horas de esos días libres, que evitan el gasto de electricidad en las oficinas, porque ya no se produce lo mismo en nada, tampoco en las centrales eléctricas. Y así, permiten tener varios trabajos. Aunque la persecución arrecia. Como en las universidades, algunas, es cierto, como la USB, donde exigen cambio de dedicación o renuncia, si no se cumplen al dedillo los reglamentos de los años 70, con sueldos bonificados Siglo XXI. También ocurre la persecución y el acoso en escuelas y liceos. Suponemos que en los hospitales igual. Es una política generalizada, obligante.
Nos unifica la precariedad. Nos unifican los deseos, que no empreñan, de salir de esto.