
Carlos González y Leslie Quechol tienen el corazón roto.
El mundo se derrumbó para Carlos y Leslie el día que la “Migra” irrumpió en las instalaciones de Ambiance Apparel. Es un antes y un después. Es una marca indeleble con la que conviven. Intempestivamente se vieron en la búsqueda de un ser querido que fue arrebatado por agentes del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos (ICE), acompañados por hombres con cubiertas faciales.
A pesar de que el presidente Trump se trazó impulsar una campaña de deportación histórica, las cifras de los primeros días —entre el 20 de enero y el 10 de marzo— ascendieron a 32,809 arrestos, es decir 656 diarios. Ese número duplica las detenciones del gobierno de Joe Biden —255 diarios—, pero era insuficiente para alcanzar su cometido.
La Casa Blanca —a través de Stephen Miller, arquitecto de las políticas antiinmigrantes más extremas— anunció el 28 de mayo que iba a triplicar las detenciones.
La mañana del 6 de junio, cuando habían transcurrido 9 días desde que Miller aseguró que iban a detener a 3,000 migrantes diariamente, José Paulino acudió a trabajar con normalidad a la bodega, ubicada en el 2465 E. 16th St en Los Ángeles, en donde se dedicaba a empacar y cargar cajas.
Una llamada de una prima, a eso de las 9 am, alertó a Carlos de que ICE había llegado a Ambiance Apparel, empresa para la que trabajaba su hermano, de 34 años, originario de Veracruz, México.
La noticia circuló como un reguero de pólvora. Activistas se dieron cita al lugar y pedían a los migrantes que eran detenidos que no firmaran nada. Junto a ellos, parado detrás de la barda, Carlos vio cuando José Paulino fue encadenado de sus muñecas, cintura y pies de forma violenta, al igual que el resto de trabajadores.
“Nos destrozó”, confesó el joven de 22 años sobre la escena que presenció.
En esa redada se detuvieron a más de 40 migrantes.
En el primer mandato de Trump, en un operativo fueron arrestadas 161 personas en 6 diferentes condados del sur de California, en febrero de 2017.
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