El último golpe arancelario de Donald Trump, que grava con un 50% a quienes vendan acero y aluminio a Estados Unidos, se ha recibido con un cambio de tono en México, que hasta la fecha solo afrontaba un 25%, trato preferencial por ser socios comerciales. El aumento de la tasa “es injusto”, ha repetido Claudia Sheinbaum, y de inmediato ha puesto en marcha la maquinaria de tiempo habitual: México amenaza con proteger una industria de la que dependen muchos empleos y con tomar medidas la próxima semana, a la espera de que las inminentes negociaciones entre el secretario de Economía, Marcelo Ebrard, con sus homólogos estadounidenses, y el probable desasosiego de los empresarios afectados en Estados Unidos, consigan revertir el anuncio del republicano. Pero puede que la estrategia ya no sirva. La política interna empieza a interpelar con fuerza a ambos mandatarios, que se verán con su ciudadanía en las urnas pronto: Trump, en noviembre del año que viene, y Sheinbaum, en junio de 2027.
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