En la casa de Frengel Reyes Mota todo cambió. Desde el 15 de marzo de 2025, el silencio se instaló en el hogar que construyó junto a su esposa y su hijo, en Tampa (Florida, Estados Unidos), una ciudad que los acogió desde 2023 y les brindó la posibilidad de comenzar de nuevo.
En aquel lugar ya no se escuchan risas ni planes a futuro. Desde la deportación del joven venezolano a El Salvador, la rutina familiar quedó marcada por la incertidumbre y el temor.
En medio de ese panorama incierto, y a kilómetros de su natal Venezuela, su esposa, Liyanara Sánchez, resiste. Muy afectada por la situación, pero con la determinación de hacer justicia, accedió a hablar vía telefónica con El Diario. Su intención, según cuenta, es difundir la historia de su esposo hasta que pueda lograr su libertad.
La última vez que Liyanara supo de Frenkel con el sábado 15 de marzo de 2025, cuando fue trasladado junto a otros 237 venezolanos al Centro de Confinamiento del Terrorismo (Cecot), una cárcel de máxima seguridad en El Salvador. Desde entonces, no ha recibido una llamada, un mensaje, nada. La espera se ha vuelto insostenible, aunque ella mantiene la esperanza.
Frengel Reyes Mota, obrero de profesión y de 25 años de edad, forma parte del primer grupo de migrantes venezolanos (238) que fue enviado al Cecot el 15 de marzo de 2025. Actualmente, son 252 los venezolanos detenidos en ese espacio, acusados de ser miembros de la banda delictiva Tren de Aragua.
Como el resto de los venezolanos en ese centro, Frengel permanece en aislamiento total. No ha tenido acceso a un juicio ni a un abogado. Su caso desapareció del radar judicial en cuanto cruzó los muros del Cecot. Afuera, su familia se consume en la espera. Adentro, él sigue en silencio, en una prisión que lo condenó antes de ser escuchado.

En Ciudad Ojeda había poco, pero no faltaba nada
Frengel Reyes Mota nació y creció en Ciudad Ojeda, la tercera ciudad más grande del estado Zulia (Venezuela), un lugar lleno de contrastes, donde el calor es intenso y el petróleo juega un papel determinante en su dinámica económica. Pese a su colorido e importancia, al igual que otras zonas del país, también se ha visto marcada por las carencias y la crisis durante los últimos años.
Allí, en medio de ese panorama, Frenkel construyó su vida. Desde joven mostró interés por la informática, aunque no pudo estudiar ninguna carrera para especializarse. Cuando ya era mayor de edad y llevar comida a casa era también su responsabilidad, comenzó a trabajar con su papá en la construcción. En aquellos años conoció a Liyanara, con quien más adelante se casó y formó una familia.
En ese entonces todo marchaba bien. En su casa, en Ciudad Ojeda, había poco, pero no faltaba nada. Sin embargo, la crisis comenzó a agudizarse. Hace dos años, con el peso de la incertidumbre sobre sus hombros, el joven comprendió que si quería un futuro distinto para él y los suyos, debía mirar más allá. Fue entonces cuando tomó la decisión de dejar su tierra para buscar un nuevo comienzo.
En noviembre de 2023, Frengel emprendió un largo y riesgoso viaje junto a su esposa, su hijo y su hermano. Dejaron atrás Venezuela con la esperanza de encontrar un futuro mejor en Estados Unidos. Como tantos otros migrantes, cruzaron la peligrosa selva del Darién, entre Colombia y Panamá, y atravesaron varios países de Centroamérica hasta llegar a México el 21 de diciembre.

Como solían hacer quienes llegaban hasta la frontera, solicitaron una cita a través de la extinta aplicación CBP One, que era usada para canalizar las solicitudes de asilo. Sin embargo, al pasar los días sin respuesta y ante los riesgos de permanecer en la zona fronteriza, decidieron que si en 15 días no obtenían noticias, se entregarían directamente a las autoridades migratorias por el paso de Piedras Negras. Así lo hicieron.
“Yo duré cuatro días en el centro de migración, mi esposo duró cinco. Nos soltaron, nos dieron indicaciones para llevar unos papeles. A mí no me preguntaron nada fuera de lo común, solo me dijeron que debía presentarme en 2024 ante el Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés) y yo me presenté. Mi cuñada ya estaba en Estados Unidos y ella fue la que nos recibió”, cuenta Liyanara.
A Frengel también le permitieron el ingreso al país, pero los funcionarios le exigieron agendar una cita ante el ICE. Según Liyanara, él lo intentó en repetidas ocasiones durante esos días, pero nunca encontró una fecha disponible debido al alto flujo migratorio en la frontera para ese entonces.
Así comenzó, de forma abrupta e incierta, la nueva vida de la pareja en Estados Unidos. Se establecieron en Tampa, Florida, junto a la cuñada de Frenkel. Como suele ocurrir con quienes emigran sin documentos, los primeros tiempos fueron duros. Al tener su solicitud de asilo aún pendiente, el joven no podía acceder a un permiso de trabajo.
Aun así, decidió no quedarse de brazos cruzados. Comenzó a trabajar de manera informal como pintor, con jornadas que arrancaban a las 6:00 am y se extendían hasta las 3:00 pm, de lunes a sábado. Liyanara, por su parte, limpiaba apartamentos en el conjunto residencial donde vivían.

A pesar de los obstáculos, la vida en Estados Unidos les ofrecía más estabilidad que en Venezuela. Por eso, su plan era claro: seguir trabajando, ahorrar y, si sus solicitudes de asilo eran aprobadas, radicarse de forma definitiva en ese país. Ellos no lo sabían en ese momento, pero el destino les deparaba un escenario distinto.
Del sueño a la pesadilla americana
Un año y dos meses después de haber llegado a Estados Unidos, Frengel Reyes Mota finalmente acudió a una cita en las oficinas del ICE. Fue el 4 de febrero de 2025. Su esposa, Liyanara, recuerda con claridad esa fecha, porque fue ella quien preparó cuidadosamente la carpeta con los documentos que presentaría su pareja. Allí estaban sus identificaciones, la constancia de fallas del sistema al intentar pedir la cita y la solicitud formal de asilo.
Frenkel entró solo al edificio. Liyanara lo esperó en el vehículo, confiando en que todo saldría bien. Pero pasaron las horas y él no regresó. En su lugar, agentes del ICE se acercaron a su auto para informarle que su esposo había sido detenido.
El impacto fue inmediato. “Sentí el frío subirme por todo el cuerpo”, recuerda. Su corazón se aceleró, las manos no dejaban de temblarle. En shock por la noticia, preguntó por qué lo detenían, pero el único consejo que recibió fue que buscara un abogado. Así lo hizo.

Luego de varios trámites, el abogado logró presentar una moción de fianza para el 19 de febrero. Sin embargo, los oficiales nunca trasladaron a Frengel a la audiencia. Lo intentaron dos veces más, pero fue en vano, pues le comunicaron que el venezolano era investigado por ser un supuesto miembro del Tren de Aragua.
Sobre las pruebas que demuestran su presunta culpabilidad, poco se sabe. Lo que sí confirma Liyanara es que no fue por tatuajes, como es el caso de otros venezolanos trasladados a Cecot, pues su esposo no tiene ninguno, según afirma.

“La última audiencia de moción fue el 7 de marzo por videoconferencia, el juez no le hizo ni una pregunta. Le dijo que estaba relacionado con el Tren de Aragua y le negó la fianza de una vez. Ni el juez ni el fiscal miraron las pruebas que llevamos”, denuncia ella.
La noticia fue difícil de asimilar en el hogar de Frengel y Liyanara. Ella, aún afectada por la noticia, tuvo que enfrentar otro golpe: el traslado de su esposo al centro de detención de migrantes del Valle, en Texas. Eso ocurrió el 8 de marzo de 2025.
Luego del cambio de centro la comunicación entre ambos era breve, pero frecuente. El 15 de marzo de 2025, sin saberlo, Liyanara tuvo su última conversación con él: “Mi amor, me van a mandar para Venezuela. Apenas llegue te llamo”, le dijo Frengel a su esposa, quien respiró aliviada, pues vislumbraba entonces que aquella etapa difícil pronto tendría un final.
Un golpe irreparable
En la casa de ambos, en Tampa, ella y su hijo esperaban con ilusión la llamada de Frengel. El teléfono sí sonó, pero del otro lado habló su cuñada, quien le comentó la noticia del día: la llegada de 238 venezolanos deportados a El Salvador.
Cuando se enteró de ese traslado, a Liyanara la arropó el temor nuevamente. Con sumo detalle observó los videos y las imágenes que circularon de la llegada de los migrantes al Cecot, trataba de identificar el rostro de su esposo, pero no tuvo éxito. La noticia se confirmó cuatro días más tarde, cuando el medio estadounidense CBS reveló la lista con los nombres de los 238 venezolanos que fueron llevados a aquella cárcel de máxima seguridad. Allí aparece él: Frengel José Reyes Mota.
Cuatro meses han transcurrido desde aquel entonces. En este tiempo, Liyanara ha dado entrevistas a medios de comunicación, ha visitado a congresistas en Florida, además de mantener una campaña activa en redes sociales para pedir por la libertad de su esposo.
En mayo de 2025, en medio de la rutina llena de incertidumbre y desasosiego en la que se ha convertido su vida, Liyanara recibió una señal de su esposo gracias a un video de la red de noticias estadounidense One America News Network (OANN), que mostró a un grupo de republicanos recorriendo las instalaciones del Cecot. En las imágenes, varios hombres tras las rejas, vestidos de blanco, hacían señas desesperadas. Algunos alzaban los brazos, otros gritaban: «¡Libertad! ¡Venezuela!».
Entre los hombres tras los barrotes, Liyanara reconoció a Frengel. En aquel momento tuvo la certeza de que su esposo estaba ahí. Detenido, pero vivo. Por primera vez en meses, sintió que podía respirar.
Sin embargo, la sensación fue fugaz. La impotencia la invadió, cuando cayó en cuenta que nada ha cambiado. Él sigue preso, y ella no tiene medios, más allá de su voz, para ayudarlo. La incertidumbre, lejos de disiparse, volvió a instalarse con más fuerza.
Desde entonces no se ha ido.
La vida cambió
A Liyanara todavía le cuesta hablar sobre su esposo en pasado. Se refiere a él como si aún estuviera a su lado, y, en cierto modo, lo está. Su voz se quiebra cuando evoca momentos felices que compartieron en Estados Unidos y también en su natal Ciudad Ojeda, donde también lo lloran.
“Mi esposo tiene toda su familia en Ciudad Ojeda. Ellos están destrozados, su mamá lo estaba esperando allá, yo la tuve engañada como por un mes hasta que tuvimos que decirle la verdad”, cuenta con pesar.
Liyanara recuerda que en muchas ocasiones ha deseado poder intercambiarse con él para que no viva el infierno que hoy, asegura, está padeciendo. Pese a ello es consciente de que el motor de lucha que impulsa a Frengel para no decaer es su familia. Él mismo se lo hizo saber en una de sus llamadas desde el centro de migrantes en Texas.
“Sé que cada día sacará fuerzas, que peleará para que podamos vernos de nuevo, a su perrita también”. Habla de Sasha, su compañera inseparable que también lo extraña en Tampa.

El tiempo avanza, pero Liyanara mantiene la esperanza del reencuentro. Sueña con recibir una llamada de Frenkel, que le diga que está en Venezuela. Mientras eso ocurre, trabaja en Tampa. Su intención es ahorrar hasta que su esposo salga del Cecot y puedan reencontrarse en Ciudad Ojeda.
“Yo voy a seguir luchando por él. Si tengo que ir a El Salvador a pelear por él, yo voy. Aquí estoy firme, esperándolo día y noche. Dicen que la esperanza es lo último que se pierde y yo no la he perdido todavía”, sentencia.
A cientos de kilómetros de Tampa, entre calor y el sol inclemente de Ciudad Ojeda, a Frengel también lo espera su madre, Alicia Mota, quien en medio de la timidez y el dolor que afronta por la situación de su hijo, apenas logra articular palabras.
“Me siento muy triste, a veces ni como. Pienso mucho en él porque es un buen hijo y no merece estar allá, me hace mucha falta, lo quiero tener aquí conmigo. Está preso sin haber hecho nada malo”, dice ella brevemente.
Así, la travesía que Frengel comenzó en Ciudad Ojeda terminó, por ahora, en El Salvador. Tras las rejas del Cecot pasa probablemente los días más amargos de su vida, los más desconcertantes. En medio de aquellas paredes cumplió 25 años de edad, el 14 de junio. Sin visitas, sin llamadas, nada. Su voz, al igual que la de otros venezolanos allí detenidos, fue sentenciada al silencio. Solo de eso hay certeza.
Las opiniones, declaraciones y testimonios expresados por los familiares de los venezolanos detenidos en El Salvador en este especial no constituye una postura oficial de El Diario. Este trabajo periodístico tiene como propósito documentar y visibilizar las voces de quienes esperan respuestas sobre sus seres queridos, actualmente incomunicados y sin un proceso judicial que haya determinado su culpabilidad o inocencia.
La entrada Rehenes del Cecot | Una cita en el ICE despertó a Frengel de su sueño americano se publicó primero en El Diario.