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viernes 1 de agosto 2025
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Rehenes del Cecot | Frizgeralth y la ilusión de una bienvenida en Caracas que no sucedió

En la parte alta de Mamera, una zona popular ubicada en el sureste de Caracas, la casa de la familia Cornejo Pulgar sigue igual desde aquel fin de semana. El cartel de Bienvenido, sujeto con cinta en la pared, no se ha movido. Los globos, ya desinflados, cuelgan como una promesa a medio cumplir. Carlos, hermano mayor de Frizgeralth Cornejo, los compró el sábado 15 de marzo, con la certeza de que ese día su hermano llegaría desde Estados Unidos. 

Rehenes del Cecot | La ilusión de una bienvenida que terminó en encierro
El cartel de Bienvenido sigue colgado como una promesa a medio cumplir | Foto: Mauricio Villanueva

Frizgeralth intentó ingresar a Estados Unidos luego de que se le asignó una cita por el extinto sistema CPB One, pero las autoridades migratorias le negaron la entrada. Pasó 8 meses detenido mientras se le investigaba por los tatuajes que llevaba en el cuerpo. Solicitó ser deportado a Venezuela, pero fue trasladado al Centro de Confinamiento del Terrorismo (Cecot), en El Salvador, una cárcel diseñada para criminales de alto perfil. 

Aquel día, en esa vivienda, la noticia cayó como un golpe seco. Antes de que todo ocurriera, al cruzar el umbral de la sala, lo único que recibía a las visitas era una fotografía enmarcada de Frizgeralth cuando era niño. La madre, Austria Pulgar, levantó en ese espacio un altar con una repisa baja. Hay una biblia abierta, una vela que se enciende cada noche y varios papeles plastificados con su imagen actual, copias de sus antecedentes penales y una carta escrita a mano en la que pide ayuda. Todo está dispuesto con cuidado, como si ese orden pudiera traer respuestas.

Rehenes del Cecot | La ilusión de una bienvenida que terminó en encierro
Fotografía enmarcada de Frizgeralth en la sala de su casa | Foto: Mauricio Villanueva

A diario, el padre de Frizgeralth, Juan Carlos Cornejo, prende el televisor con la esperanza de ver algo que le dé sentido a lo que pasó. Cambia los canales, no ve nada. Luego se retira en silencio a su cuarto en un intento de sobrellevar la espera.

Su hermano mayor, Carlos, no olvida el día en que Frizgeralth le contó sus planes de irse a Estados Unidos. Le propuso que lo acompañara porque era algo temporal. 

Rehenes del Cecot | La ilusión de una bienvenida que terminó en encierro
El padre de Frizgeralth, Juan Carlos Cornejo, enciende todos los días el televisor esperando una noticia sobre su hijo | Foto: Mauricio Villanueva

Pero Carlos ya había vivido otra migración. En 2017, cuando se fue a Perú, fue Frizgeralth quien se quedó con sus padres. Ahora sentía que le tocaba a él hacer lo mismo. Le explicó que prefería quedarse porque alguien debía cuidar la casa. Con esa certeza lo despidió. Desde entonces, no ha dejado de esperarlo. Y por eso, en su casa, todo sigue preparado como si fuera a regresar muy pronto.

Una estadía temporal

Frizgeralth es el menor de cuatro hermanos y tiene 26 años de edad. Mientras aún vivía en la ciudad, y de pequeño, su padre lo acompañaba a patear balones de fútbol por la zona. Lo describen como una persona imperactiva y aficionado a los deportes. 

Pudo terminar el bachillerato, pero quería empezar a trabajar. Carlos lo apoyó y juntos sacaron adelante un emprendimiento de conjuntos deportivos. Vendían por encargo, a través de las redes sociales.

Rehenes del Cecot | La ilusión de una bienvenida que terminó en encierro
La madre de Frizgeralth, Austria Pulgar, tiene un altar con las pancartas en las que pide justicia por su hijo | Foto: Mauricio Villanueva

Aunque les iba bien en el negocio, Frizgeralth quería expandirlo. Sus hermanos, Miguel y Mónica, ya habían migrado a Estados Unidos, por lo que lo podían recibir para trabajar, ahorrar, mandar dinero a casa y regresar con lo suficiente para invertir en el negocio de confección de ropa. 

Su idea era reforzar lo que ya teníamos aquí. Irse, ganar más, comprar mejores máquinas y volver”, sostuvo Carlos. 

Por eso emigró de Venezuela el 10 de febrero de 2024 y lo hizo acompañado de su novia, Daniela, y de tres amigos. 

Rehenes del Cecot | La ilusión de una bienvenida que terminó en encierro
Parte alta de Mamera, una zona popular ubicada en el sureste de Caracas | Foto: Mauricio Villanueva

Eligieron una ruta que se volvió común entre los migrantes. Cruzaron la selva del Darién, donde les robaron todo lo que llevaban. Frizgeralth logró avisar a su hermana Mónica, quien le envió dinero para seguir el viaje. 

Recorrieron varios países de Centroamérica hasta llegar a México, donde trabajó como obrero mientras esperaba la asignación de la cita a través de CBP One, la aplicación que durante el gobierno de Joe Biden permitiría tramitar solicitudes de asilo para ingresar a Estados Unidos.

La respuesta llegó el 19 de junio de 2024. Se comunicó con su familia para darles la noticia. Dijo que le harían una entrevista y que todo saldría bien, por lo que sus hermanos prepararon todo para recibirlos.

Ese día, llegaron temprano al puerto fronterizo de San Ysidro, en Baja California. Sin embargo, se le negó el ingreso. Las autoridades migratorias consideraron que sus tatuajes bastaban para vincularlo con el Tren de Aragua.

8 meses detenido por sus tatuajes 

Frizgeralth esperaba abordar un avión el 19 de junio de 2024. Según contó su familia, cuando el agente le habló, él quiso saber si había algún inconveniente. El funcionario le señaló los brazos y el cuello. Le respondieron que era por sus tatuajes y que debía quedarse bajo investigación. No hubo más explicaciones.

Lo escoltaron de vuelta al módulo de espera. Desde allí, escuchó el estruendo cuando el avión despegó. Él fue el único al que detuvieron en ese último control.

Una vez que estuvo bajo custodia, insistía sobre su caso con la esperanza de obtener alguna respuesta concreta, pero los agentes le dejaron claro que, por sus tatuajes y si quería salir, la única opción era rogar por la deportación.

Cuando Carlos se enteró de que el caso de su hermano se había complicado por los tatuajes, le costó entenderlo. Frizgeralth no tenía antecedentes penales, había seguido el procedimiento formal y se presentó con sus documentos en regla.

“Nadie con cuentas pendientes busca entrar por la puerta principal. Mi hermano no cruzó la frontera escondido. Se entregó porque confiaba en el proceso. Aun así, lo trataron como si ya hubieran decidido que era culpable”, contó. 

Los funcionarios del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos (ICE, por sus siglas en inglés) centraron su atención en dos tatuajes que llevaba en el cuerpo. Uno era una rosa y el otro un ángel con un arma entre las manos. Por estas imágenes lo acusaron de tener un récord criminal. El venezolano negó cualquier vínculo con el Tren de Aragua, al igual que sus familiares desde Caracas. 

Sin comunicación

Durante su custodia en un centro de detención, la imposibilidad de comunicarse con su familia en Venezuela fue otra forma de encierro. En el lugar solo se permitían llamadas a números registrados en Estados Unidos. Eso lo mantuvo aislado de sus allegados, que durante meses no pudieron hablar con él directamente. La única forma de mantener el contacto fue a través de sus hermanos, Miguel y Mónica, quienes residían en EE UU. Ellos conversaban con él para luego notificar al resto de los familiares sobre su estado.

En medio de ese escenario desalentador, su proceso seguía abierto. Había nombrado un abogado gracias a su hermana Mónica y ya había comparecido en dos audiencias migratorias. La tercera estaba pautada para el 10 de abril, pero no ocurrió debido a que el sábado 15 de marzo fue deportado a El Salvador. 

La última vez que habló con su familia fue un día antes. Alcanzó a decirle a su hermana que sería deportado a Venezuela y que ya había firmado los documentos. También le informaron que el vuelo saldría al día siguiente. Después de 8 meses detenido, esa noticia le dio algo de certeza y, para su familia, fue un presagio de que la espera y la angustia pronto terminaría.

Rehenes del Cecot | La ilusión de una bienvenida que terminó en encierro
El padre de Frizgeralth, Juan Carlos Cornejo, espera que se haga justicia por el caso de su hijo | Foto: Mauricio Villanueva

Pero el sábado 15 de marzo no hubo novedades. El domingo, siguieron esperando. La familia comenzó a hacer averiguaciones por su cuenta y fue así como, a través de las redes sociales, les llegó un video en el que se veía a varios migrantes —entre ellos, venezolanos— siendo bajados y custodiados fuera de un avión para ser trasladados al Cecot, en El Salvador. En un breve fragmento, lograron distinguir la rosa tatuada en el cuello de Frizgeralth, justo en el momento en que un agente lo sometía.

Entonces entendieron lo que había pasado. Frizgeralth no fue enviado a Venezuela, como les habían asegurado. Lo deportaron a otro país, sin juicio y condenándolo a otro periodo de encierro. 

La espera desde Venezuela 

Austria pasa gran parte del día sentada cerca de la ventana de su casa. Desde allí ve cuándo baja el sol y cuándo los vecinos regresan de sus trabajos. Es el mismo lugar donde esperó noticias durante semanas, antes de saber que su hijo fue llevado a otro país. Ahora, su preocupación no es solo que esté lejos, sino que regrese distinto.

A las reuniones a las que asiste, donde hay madres de otros venezolanos detenidos en el Cecot,  Austria escucha el mismo temor que arrastra desde hace meses. Todas temen que el encierro cambie a sus hijos, que la espera sin respuestas los desgaste por dentro y termine por apagar algo en ellos que sea irreparable.

Rehenes del Cecot | La ilusión de una bienvenida que terminó en encierro
La madre de Frizgeralth, Austria Pulgar, en la entrada de su casa en la parte alta de Mamera espera el regreso de su hijo | Foto: Mauricio Villanueva

Carlos también lucha con ese temor, pero sigue al frente del taller de costura. El sonido de las máquinas no ha parado. Mantiene la esperanza de que lo escuchará subir por las escaleras, como antes, preguntando por los pedidos del día. No habla de eso porque trabaja y espera que todo se repare en silencio.

“Todo quedó suspendido desde que se lo llevaron. A veces pienso si, cuando vuelva, podrá contarnos lo que pasó o si simplemente va a guardar silencio”, expresó su hermano.

La familia no solo aguarda porque Frizgeralth regrese. Espera que se repare la injusticia de haberlo enviado lejos, sin un juicio, y que esa decisión no haya causado en él un daño irreparable.

Las opiniones, declaraciones y testimonios expresados por los familiares de los venezolanos detenidos en El Salvador en este especial no constituye una postura oficial de El Diario. Este trabajo periodístico tiene como propósito documentar y visibilizar las voces de quienes esperan respuestas sobre sus seres queridos, actualmente incomunicados y sin un proceso judicial que haya determinado su culpabilidad o inocencia.

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