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Rehenes del Cecot | Dos cumpleaños y un reencuentro, pero Neri no llegó

El carro del papá de Neri Alvarado tenía el tanque de gasolina lleno. Las llaves colgaban de un clavito junto a la puerta de la casa. Era domingo, 16 de marzo, y en Yaritagua, estado Yaracuy, su familia esperaba una llamada, un mensaje; cualquier cosa que confirmara que su muchacho había llegado a Venezuela.

Ese día no era cualquier domingo. En el calendario familiar, era el cumpleaños 48 de la madre de Neri, Yelitza Borges. Por eso, su regreso no era solo un reencuentro: era un regalo, el mejor y el más esperado. Pero él nunca llegó.

Rehenes del Cecot | Dos cumpleaños y un reencuentro, pero Neri no llegó
Neri Alvarado tiene 25 años de edad y los cumplió el 20 de marzo, en su cuarto día de reclusión en el Cecot | Foto: Álbum familiar

Alvarado era parte de un grupo de 238 venezolanos deportados al Centro de Confinamiento del Terrorismo (Cecot), en El Salvador. Nadie en su familia sabía que su ruta había cambiado. Que en lugar del aeropuerto internacional de Maiquetía, en La Guaira, lo esperaba una celda en la prisión más grande de Latinoamérica.

Cuando esta noticia llegó, en la casa Alvarado Borges solo hubo silencio. Ahora todo permanece en pausa, como si el tiempo se hubiese detenido. Solo existe la esperanza sostenida por una fe que no se rompe.

Y cada día, cada noche, aguardan que suene el teléfono.
Y que al otro lado puedan escuchar su voz.
La de su muchacho.

El segundo de tres hermanos

Rehenes del Cecot | Dos cumpleaños y un reencuentro, pero Neri no llegó
Neri migró a Estados Unidos buscando apoyar económicamente a su familia | Foto: Álbum familiar

Neri es el hijo del medio, tiene 25 años de edad y los cumplió en su cuarto día de reclusión en el Cecot, el 20 de marzo.

Izaida Alvarado, su hermana mayor, relató que desde muy joven Neri asumió responsabilidades que nadie le impuso y descubrió que su vocación era cuidar a otros. Sobre todo a su hermano menor, un adolescente de 15 años de edad con autismo. Esa relación marcó muchas de sus decisiones. Por él —y por niños con su condición— estudió dos años de la carrera de Psicología en la Universidad Yacambú. Además, fue instructor de natación para niños con condiciones neurodivergentes.

Fue un profesor de la universidad quien confió en sus habilidades y le ofreció formarse como entrenador de natación. Neri aceptó la propuesta, completó un curso de certificación y comenzó a asistir a los entrenamientos y competencias. Durante un tiempo, viajó a eventos deportivos en San Felipe, donde se encargaba del apoyo y la formación de los muchachos.

Rehenes del Cecot | Dos cumpleaños y un reencuentro, pero Neri no llegó
Imagen de los alumnos de natación de Neri Alvarado, quienes pidieron por su libertad cuando se supo la noticia de deportación al Cecot

“Le gustaba mucho ese ambiente, se tomaba en serio el compromiso con los jóvenes”, contó Izaida.
Pero cada vez era más difícil ofrecerle a su hermano una calidad de vida y cubrir los gastos de sus consultas. Por eso, como muchos, el 30 de octubre de 2023, decidió emigrar de Venezuela tomando la ruta de la selva del Darién. Dejó su casa, alegando que era un sacrificio para ayudar a su hermanito.

Su hermana recuerda que Neri llegó a México y trabajó como albañil durante cinco meses. El 2 de abril de 2024 se entregó voluntariamente a las autoridades migratorias de Estados Unidos, tras solicitar una cita a través del programa CBP One, aunque nunca le fue asignada. Estuvo bajo custodia 24 horas y fue liberado al día siguiente con un grillete electrónico.

Neri llamó a su hermana Izaida todos los días durante cuatro meses. Ella estaba pendiente de sus citas con el juez de inmigración, quien le aprobó su solicitud de asilo y ordenó que le retiraran el dispositivo que llevaba desde su ingreso al país.

Con eso vino un respiro. Comenzó a construir una vida distinta y a trabajar haciendo tortas por encargo desde su casa. Eran jornadas largas que terminaban con un mensaje de voz o una videollamada a su mamá o a ella.

“A Neri siempre le gustó estar en la cocina. No era que estudiara para eso, pero se le daba. Aprendía rápido, le gustaba inventar, probar cosas nuevas y le ponía corazón a todo lo que hacía”, acotó Izaida.

Después consiguió un empleo en una panadería en Lewisville, al norte de Texas. Se levantaba temprano. Ahorraba. Enviaba algo de dinero cuando podía. Él sabía de las redadas para detener migrantes, pero confiaba en que, al tener un trámite legal en curso, su caso sería distinto.

Rehenes del Cecot | Dos cumpleaños y un reencuentro, pero Neri no llegó
Neri Alvarado trabajaba en una panaderia en Lewisville, al norte de Texas | Foto: álbum familiar

Izaida, quien se convirtió en la voz pública del caso de su hermano, explicó que a Neri lo detuvieron el 4 de febrero de 2025, justo cuando salía a trabajar. Fue frente al edificio donde vivía, donde agentes de inmigración lo abordaron y se lo llevaron.

“Lo acusaron de estar ilegal, pero nadie a su alrededor supo qué había pasado. Simplemente lo desaparecieron”, dijo.

En Yaritagua, Yelitza miraba el reloj. Sabía que en algún momento del día sonaría el teléfono. Pero no ocurrió. Su hijo no avisó que había llegado a su trabajo, como siempre lo hacía. La inquietud llegó, primero como una duda que cada vez fue más difícil de disipar.

Fue su jefe, Enrique Hernández, quien se trasladó al día siguiente al centro de detención para migrantes donde fue recluido, a tres horas de carretera, para que se pudiera comunicar con su familia. Allí le dio dinero para que pudiera hacer una llamada. Fue Izaida la que contestó.

—Estoy bien, no se preocupen. Aquí las llamadas directas son muy costosas, descarguen una aplicación para que hablemos mejor—, dijo Neri.

Del otro lado, nadie dijo mucho. Solo escucharon.

Era su voz. Y, por un momento, su hermana sostiene que con eso era suficiente.

No quiero estar preso

Cuando lo detuvieron, los agentes comenzaron a revisarle los brazos. Izaida indicó que Neri tiene cuatro tatuajes: uno, pequeño, en la muñeca: decía Brother (hermano). En el bíceps, otro: “familia”. Un tercero, más discreto, en el que se lee Self love (amor propio). El cuarto es el más visible y lo tiene en su pierna: un lazo azul entrelazado con una pieza de rompecabezas.

—Es por mi hermano menor. Tiene una condición especial—aclaró Neri en una conversación que luego le contó a Izaida—.

También le revisaron el teléfono y sus redes sociales. Neri no se negó. Mientras lo hacían, escuchó a uno de los funcionarios decir en voz baja:

—Él está limpio. No pertenece a ninguna banda—.

Rehenes del Cecot | Dos cumpleaños y un reencuentro, pero Neri no llegó
El tatuaje con el lazo y el rompecabezas es en honor su hermano menor, Neryelson, quien vive con una condición neurodiverigente | Foto: álbum familiar

Aun así, le informaron que sería deportado por haber entrado de forma irregular al país. Le asignaron una audiencia para notificarle la orden. Luego, otra más: podía apelar, si quería. Pero él se negó.

En una videollamada les explicó a sus familiares que ir a juicio significaba seguir detenido por más tiempo y que no sabía cuánto tendría que esperar.

Yo nunca he estado preso. No quiero seguir aquí. —les dijo.

Prefería que lo deportaran. Izaida relató que su hermano siempre fue una persona firme en sus decisiones, y entendieron que esta no era la excepción. La tomó desde el cansancio, pero también con la esperanza de recuperar algo de libertad.

En los días previos al traslado, Neri aún intentaba mantener cierta rutina. A su mamá le relataba que una vez a la semana llegaba un camión con provisiones y que, con lo poco que tenía, compraba galletas o algo dulce para merendar. Decía que así pasaban las tardes. Que los dejaban salir al patio, que jugaban fútbol y que hacían ejercicio. Era su forma de tranquilizar a la familia y dejar claro que seguía bien.

El 12 de marzo, lo trasladaron a un centro de reclusión en Río Grande. Neri le comentó a Izaida que era una señal de que los vuelos hacia Venezuela estaban por salir. En los días que estuvo allí mantuvo la fe. Incluso el 14 de marzo, un día antes del traslado, ya hacía planes sobre el reencuentro con su familia.

El domingo 16 de marzo, una fecha que por años fue un día de alegría, la casa de los Alvarado estuvo en silencio. Frente al teléfono, repasaron una y otra vez los videos del ingreso de migrantes al Cecot con el temor de reconocer a Neri entre los rostros que cruzaban las puertas del penal. Pero no apareció. Ninguna imagen confirmó sus sospechas.

Fue al día siguiente, el lunes 17 de marzo en la mañana, cuando su jefe, Enrique Hernández, los llamó.

Les dijo que Neri ya no aparecía en el sistema del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos (ICE). Y que todos los que tenían una boleta de deportación habían sido enviados a El Salvador.

La espera desde Venezuela

Rehenes del Cecot | Dos cumpleaños y un reencuentro, pero Neri no llegó
La familia aún espera una llamada que confirme su situación | Foto: álbum familiar

Desde ese entonces, la familia de Neri no ha vuelto a saber de él. Desconocen si come, si duerme, si tiene acceso al sol o si puede hablar con alguien. No tienen certeza de si sigue en una celda o si ya fue trasladado.

Su madre Yelitza, que preparaba su regreso como un regalo de cumpleaños, guarda intacto el abrazo que no pudo darle.

En casa, cualquier notificación en el teléfono es motivo de alerta. Pero, al revisar, siempre es otra cosa. Nunca es él.

Su familia, en un intento por buscar justicia, ha viajado hasta Caracas para denunciar el caso. Han tocado puertas en instituciones, han entregado documentos, han contado la historia una y otra vez. Se han unido al reclamo de otras madres que también saben dónde están sus hijos, pero no bajo qué condiciones.

Pero no pueden quedarse en la ciudad todo el tiempo: en Yaritagua también los espera la vida que sigue, aunque cargada de ausencias.

El hermano menor de Neri también forma parte de esta espera. Tiene 15 años y, aunque la familia intenta evitarle angustias, ha entendido lo esencial. Sabe que a su hermano le pasó algo y que aún está lejos.

Izaida se ha aferrado a la convicción de que la historia de su hermano debe conocerse. Desde la distancia siente que no tiene mucho control, pero aun así no se detiene. Quedarse en silencio, dice, sería como rendirse.

Rehenes del Cecot | Dos cumpleaños y un reencuentro, pero Neri no llegó
Han pasado más de dos meses desde la última llamada de Neri Alvarado a su familia | Foto: álbum familiar

“Callarme sería como dejarlo solo, como si aceptara lo que le hicieron. Mientras yo pueda hablar, él no está del todo perdido. Esa es mi forma de acompañarlo”, manifestó.

Su familia al principio pensó que se trataba de un error administrativo, algo que se corregiría con los días. Pero ya han pasado más de dos meses. Neri solía comunicarse todos los días, con la voz apurada, preguntando por todos. Esa costumbre ahora se ha vuelto una ausencia que duele.

Tampoco hay a quién recurrir. No pueden viajar y, si lo hicieran, saben que no serían recibidos.
La impotencia ha ido tomando formas distintas: primero fue rabia, luego miedo. Ahora es una paciencia como forma de resistir. Y mientras tanto, en esa espera sin fecha, cada vez que suena un teléfono, el silencio lo invade todo. En una fracción de segundo, todos imaginan que es él, pero enseguida llega el vacío: la llamada no es de Neri.

Entonces, la incertidumbre vuelve a instalarse, junto al anhelo de que esa escena tenga, por fin, un desenlace distinto.

La entrada Rehenes del Cecot | Dos cumpleaños y un reencuentro, pero Neri no llegó se publicó primero en El Diario.

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