
Es un secreto a voces: Israel posee armas nucleares propias, que se remontan a la década de 1960.
No es algo que Israel haya reconocido públicamente.
El Estado israelí nunca firmó el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares (TNP), como sí lo hicieron otros países como el propio Irán, Estados Unidos o Rusia.
Esto implica que no se somete, como el resto de firmantes, a inspecciones periódicas de sus posibles instalaciones nucleares.
Sí es miembro en cambio del Oiea, pero en este caso no es obligatorio ningún tipo de inspección.
Debido a esto, lo que se conoce del programa nuclear de Israel es por filtraciones, por informes de los departamentos de Defensa y de Energía de Estados Unidos y por estudios aproximados de las agencias internacionales que monitorean el tema nuclear.
También por una única fuente más directa: el ingeniero nuclear israelí Mordechai Vanunu, que trabajó en una planta nuclear israelí y que, tras ser despedido, habló con The Sunday Times en 1986.
Entonces le contó al mundo que Israel tenía un programa nuclear en marcha. Esto le valió años de cárcel.
La política oficial de Israel sobre la posesión de armamento nuclear se conoce bajo el nombre de amimut, es decir, «ambigüedad deliberada», ya que, como decimos, no ha confirmado ni desmentido la posesión de armas nucleares de ningún tipo.
Sin embargo, lo primero que se supo sobre la capacidad nuclear de Israel fue a través de un memorándum del Departamento de Estado de EEUU que data de 1962 y habla del acuerdo entre Francia e Israel que llevó a la construcción de una planta nuclear en Dimona, en el sur del país, en los años 50.
En los años 80, fue cuando se pudo conocer con algo más de detalle el programa nuclear israelí.
Vanunu era un extrabajador del reactor nuclear de Dimona que pasó 9 años trabajando en esas instalaciones hasta 1985.
Pero antes hizo dos carretes de fotografías de las instalaciones de modo clandestino.
En las fotos aparecía el equipamiento para extraer material radiactivo para la producción de armas y el laboratorio de modelos de aparatos termonucleares.
En 1986 entró en un grupo antinuclear en Sydney, Australia, y fue allí donde contactó con un periodista freelance colombiano, Oscar Guerrero. Este le convenció de publicar las fotos.
Así, se puso en contacto con el periodista Peter Hounam del periódico británico The Sunday Times.
Hounam le contó al programa Witness History de la BBC que Vanunu pensó que, exponiendo esos detalles, Israel recibiría presión internacional para frenar su programa nuclear.
Sin embargo, nada de eso pasó.
Vanunu fue drogado, secuestrado y llevado a Israel, según se cuenta en Witness History. Y tras un juicio, Israel lo condenó a 18 años de prisión por traición y espionaje por revelar los secretos del arsenal nuclear del país.
En 2004 fue liberado. Entonces dijo que estaba «orgulloso y feliz de lo que había hecho». Tras su liberación, fue nuevamente condenado y ahora no se le permite ni contactar con extranjeros ni salir de Israel.
Gracias a las revelaciones de Vanunu se reconoció abiertamente que Israel tenía un programa de armas nucleares.
Se estima, según las instituciones encargadas de monitorear la actividad nuclear, como el Instituto de Investigación para la Paz de Estocolmo, que Israel debe poseer alrededor de 90 ojivas.
Y se cree que el plutonio necesario para la fabricación de las armas se produjo en un reactor de investigación IRR-2 en el Centro de Investigación Nuclear del Néguev, cerca de Dimona.
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