Las condiciones de la universidad en Venezuela, sigue estando como tema latente de discusión. Esto genera una gran interrogante en la conciencia de la población: ¿cómo fue posible llegar a este nivel, si es la universidad la que ha liderado y estructuralmente formado a los profesionales que en teoría han guiado el desarrollo del país? Esta, es una forma de continuar la búsqueda del origen de la conmoción nacional, que no se disipa, sino que empeora.
Distinguir entre productividad universitaria y productividad académica, es un buen punto de partida, aunque no el único. Es un tipo de enfoque, donde se reconoce que la universidad tiene mucho tiempo estancada (así como otros tópicos sensibles como la salud), en una doctrina cuyos pilares que la sostienen ya no existen, y con mucha seguridad no volverán, hay otros en su lugar.
La productividad universitaria, se refiere a la relación que existe entre los recursos utilizados por una universidad y los resultados que genera; entre ellos: número de graduados, tasa de graduación, número de líneas de investigación, número de publicaciones, desempeño de sus graduados en la sociedad (impacto en la vida industrial, científica, agropecuaria, educativa, política, deportiva, cultural, alimentaria, farmacéutica o médica), patentes, servicios, productos, satisfacción de sus clientes internos y externos (estudiantes, docentes y trabajadores en general), entre otros.
Productividad académica, se refiere a las actividades que realizan los profesores en las áreas de docencia, tutorías, mentorías, investigación, gestión académica y aplicación del conocimiento.
Dado que distintas áreas vitales para el país, se han manejado de acuerdo a un principio de funcionamiento, gobernanza y financiamiento, muchas veces incuestionable e inapelable, es necesario suponer que las universidades acogen también ese principio. Sin pretender ser depositario de revelaciones divinas, las universidades son casi exclusivamente dependientes de los recursos que les provee el Estado.
La condición de dependencia expone, aunque de forma no obvia, algunos procedimientos, prácticas nocivas y hasta perversiones que impiden el buen funcionamiento y una sana gestión. Todo se funde en un solo signo, una universidad improductiva. De pronto puede invadir una idea de interpretación injusta: en realidad no lo es.
Las universidades públicas venezolanas, son percibidas frecuentemente por ser entidades que devoran presupuestos sin una planificación mínima. Se ha arraigado una argumentación falaz, de que a mayor asignación de recursos mejor será la calidad y cantidad de sus logros, una creencia que carece de una explicación clara sobre qué se espera mejorar. En este contexto, la rendición de cuentas no ha sido un factor común, lo cual refleja una problemática de opacidad extendida en otras áreas del país. Esto adicionalmente, da cabida para que un gobierno de turno fomente cuestionamientos, posteriormente, establecer mecanismos de control o intervención de estas instituciones.
Las universidades nacionales bajo una mala interpretación de su universalidad con autonomía, han sido despiadadamente utilizadas como centro de acciones subversivas y políticas partidistas, añadiendo mecanismos para repartir cargos administrativos, obreros o de otra índole, a modo de prebenda para sectores económicos, políticos o gremiales.
En conjunto, en un entorno de frustrado desarrollo económico, un pobre ejercicio de la ciudadanía y un deterioro institucional generalizado en el país, ocasionó que las universidades fueran más fácilmente permeadas y utilizadas como meros instrumentos de posicionamiento de grupos, apalancamiento de ciertos “movimientos”, tráfico de influencias y otras prácticas reprochables.
Frente a una educación media inhabilitada para formar bachilleres competentes, la universidad venezolana ha recibido su última estocada. Algunas preguntas son: ¿se está observando esta situación? ¿Aún existe algo por hacer, para detener este proceso para luego revertir las malas prácticas y avanzar a estadios beneficiosos?
Como una recomendación final, sería muy útil que las autoridades universitarias, de las distintas facultades y dependencia, puedan tener en sus manos, una base de datos y cálculos que les permita conocer con mucha exactitud, cuánto cuesta egresar a un estudiante en las distintas escuelas.
No a veces sino siempre, que en un determinado contexto se tenga la creencia de una existencia predeterminada, de que la situación actual es así porque se ha hecho siempre de esa forma, que las posibilidades de cambiar o mejorar están sujetas a ámbitos fuera de nuestro alcance, es simplemente denigrar de la condición de H. sapiens.
Por: ABRAHAM SEQUEDA @abrahamsequeda