Convertirse en papá tiene un significado importante para muchos hombres, pero los millennials (aquellos nacidos entre 1980 y 1995) tienen una visión muy distinta de la paternidad y la crianza a la que pudieron tener generaciones anteriores.
En ellos se hace evidente un esfuerzo por no repetir patrones que vieron en sus infancias, una idea que puede ser un desafío en las distintas etapas de la paternidad. Aunque todos crían de una forma distinta, algunos padres millennial han buscado que estar presente, escuchar, ser paciente y consciente sean sus pilares.
El equipo de El Diario conversó con dos papás millenial venezolanos que han intentado romper con los estereotipos del padre poco participativo en la crianza.
Jimmy y Liam
En 2019, Jimmy Pérez pensó que su esposa Milady Ochoa había enfermado cuando comenzó a presentar síntomas como malestares estomacales y dolores de cabeza. En ese momento, por su mente no pasó un embarazo en ese momento porque un poco antes ella había sufrido un aborto espontáneo. Al no dar con el origen del malestar se dijeron entre ellos: “Vamos a descartar un embarazo” y para su sorpresa dio positivo.
La experiencia previa de la pérdida les daba mucho temor e hicieron todo lo posible para cuidar a ese bebé. Jimmy asumió que no se trataba de un esfuerzo solo de la madre y se comprometió a estar presente a cada proceso.
“Desde el principio estuve muy comprometido con el proceso, aunque fue difícil por temas de presupuesto escaso, en ese momento yo trabajaba en una instancia del Estado venezolano y el salario no era muy bueno y con lo poco que hacíamos económicamente nos planificamos”, explicó para El Diario.
Recuerda la crisis económica como un factor muy determinante en la espera de su bebé. Ambos vivían en Petare (Miranda) y mientras se esforzaban por comprar las vitaminas y cumplir con las consultas y exámenes de Milady, ambos investigaban en libros o por Internet sobre lo que venía.
“Nosotros íbamos a consulta privada y una consulta en el hospital público un poco para llevar mayor control prenatal y fue un proceso súper bonito, ver a mi hijo en la pantalla del eco me daba mucha emoción”, confesó.
Cuando supieron que esperaban un niño, empezaron buscar nombres que a ambos los convencieran, llegaron al consenso de que Milady eligiera el primero y Jimmy el segundo. “Ella me dijo que le gustaba Liam, por un actor del cual no recuerdo ahorita el apellido y yo le propuse Salvador, me gustaba ese nombre por el pelotero venezolano Salvador Pérez”.
El día del nacimiento de Liam Salvador fue uno de los mayores retos que Jimmy enfrentó como padre, porque su esposa presentó complicaciones durante la cesárea y estuvo delicada de salud por varios días.
“Al principio todo fue chévere y bonito, yo pude tener a mi hijo en brazos que en los hospitales no se los dan a los papás, pero a mí me dieron la oportunidad y yo estaba muy nervioso porque era muy chiquito. Pero después yo empiezo a ver que mi esposa temblaba mucho y como a las tres de la mañana nos dicen que ella estaba en riesgo de morir”, agregó Jimmy.
A Milady la trasladaron al hospital Victorino Santaella de Los Teques, Miranda, mientras que a Liam lo dejaron en el Materno Infantil de Petare. Esos días, Jimmy estuvo entre ambos hospitales para atender las necesidades de su esposa y su hijo. En ese momento comenzó a tener problemas en su puesto de trabajo y decidió renunciar para dedicarse a la salud de su familia, ante la situación recibió mucha ayuda familiares, vecinos y amigos que lo apoyaron especialmente a estar pendiente del recién nacido.
“Cuando volvimos a buscar a Liam y hubo ese reencuentro entre madre e hijo fue maravilloso, yo grabé en video y tomé una foto que tengo en mi perfil de Facebook y me prometí que nunca la iba a cambiar porque es una imagen que para mi representa la vida, me levanta el animo y me hace sentir que a pesar de los obstáculos uno saca lo mejor de sí para salir adelante”, expresó.
Luego de 15 días de hospitalización ambos estaban estables y pudieron ir a casa y empezar de nuevo. Como había dejado su trabajo, tuvo que buscar ingresos de forma más independiente, lo que, aunque no fuera muy rentable, le permitía estar más tiempo con su hijo.

Crecer juntos
Los primeros días en casa el papel de Jimmy fue fundamental, especialmente porque su esposa aún se recuperaba del dolor de la cesárea y empezaba a enfrentar los retos de la lactancia materna.
“Un recuerdo que tengo es de un momento que le llamábamos la hora loca de Liam, era un momento en la tarde en el que él lloraba sin parar por una o dos horas. Yo lo cargaba para calmarlo y allí aprendí cómo debía mecerlo, me enseñaron que no tenía que ser como si temblara nervioso sino que lo hiciera de forma lenta y calmada”, indicó.
También mencionó cómo el miedo y la inexperiencia reinaban en todo lo nuevo, como en la primera ocasión que el Liam sufrió de pañalitis. Contó que en ese momento era difícil encontrar productos para bebe de calidad a un buen precio como cremas, pañales y toallitas húmedas que no le hicieran daño en la piel a su hijo.
Mientras Jimmy asumió su paternidad y la crianza de su hijo, comenzó a hacer activismo social y a organizar actividades culturales y educativas en Petare. En la medida de lo posible intentaba siempre involucrar a su hijo en su rol de activista.
El activista admitió que cuando era niño convivió muy poco con padre, por lo que considera un privilegio el poder compartir cada momento posible con su hijo. Cuando escolarizaron a Liam enfrentaron un proceso de separación en el que la adaptación fue más difícil para Jimmy como padre.

“El primer día de clase fue algo chévere, porque yo pensaba que él iba a llorar y no lloró. más bien estaba súper feliz. Más bien los que lloraron fuimos mi esposa y yo. Cuando le pregunté qué le pareció, me dijo: ‘Papá, me gustó’, y la verdad es que ha llegado al punto en el que incluso se molesta cuando no tiene clases”, agregó.
Pero la etapa escolar también implica otros desafíos como la introducción a la lectoescritura, a lo que Jimmy ha decidido no forzar a su hijo, sino intentar que aprenda a su ritmo.
En cuanto a la parte de la disciplina, Jimmy admite que ha tenido pocas situaciones en las que deba corregir a Liam. Se propuso que en estos casos solo sean verbales y nunca con golpes y hasta la fecha lo ha hecho de esa forma.
Jimmy cree que el tiempo que ambos pasan juntos ha influenciado en las aspiraciones que Liam tiene para su futuro. Sabe que él ha sido uno de sus modelos a seguir porque en más de una ocasión le ha dicho que quiere trabajar por su barrio; Petare.
“Me dice: ‘Yo quiero trabajar en Petare, porque tú siempre estás haciendo cosas de Petare’, pero yo le digo que debe estudiar para que sea algo como un médico y así ayudar a la gente de Petare”, dijo.
A pesar de que ya tiene 6 años de edad, Liam sigue siendo la fiel compañía de Jimmy en muchas de sus actividades y reuniones. El activista comentó que cada vez lo sorprende más con la forma en la que actúa y participa en su vida.
Carlos y Estefani
Carlos Aparicio, de 36 años de edad, es un papá que apoya a su hija Estefani en cada una de sus metas. Se convirtió en padre cuando tenía 23 años de edad y desde entonces se esforzó por estar siempre presente.
Recuerda las consultas prenatales en una clínica de Caracas como un proceso de adaptación para lo que vendría. En algún momento soñó con tener un niño con el que jugaría fútbol, pero al saber que tendría una niña cambió todo eso que visualizaba.
“No existe un manual para ser padre ni hacerlo de la mejor manera. Todo lo vamos aprendiendo en el día a día. Cuando me dijeron que sería una niña tardé tres días en asimilarlo y me cambió la mentalidad, ahora voy a la danza y las competencias de baile y tuve que aprender a peinarla”, explicó Carlos en entrevista para El Diario.
Del embarazo recuerda que durante los últimos meses la bebé estaba en posición podálica, por lo que le sugerían que naciera por cesárea. Él y su esposa hicieron todo lo posible para que la niña cambiara de posición, pero no lo consiguieron
Contó que cuando su hija nació no le permitieron estar presente durante la cesárea, aunque admitió que estaba muy asustado en ese momento para enfrentar esa situación.
“Estuve muy nervioso y finalmente pude ver a la niña cuando la pasaron a la incubadora y cuando la llevaron a la habitación pude cargarla. Fue un momento único, tuve muchas ganas de llorar. Ese momento en que tienes a tu hija en brazos creo que te marca la vida y es cuando se crea un lazo”, expresó.
Los primeros meses con la bebé en casa fueron distintos a lo que esperaba. Uno de los retos fue adaptarse a los despertares nocturnos de la niña y levantarse al día siguiente para ir a trabajar. Agradeció que en ese momento tuvo jefes comprensivos que entendían porque llegaba tan cansado a su oficina.
“Uno de los desafíos más fuertes fue que como a los 15 días de nacida ella se ponía morada mientras amamantaba y no sabíamos que era. Tenía la nariz tapada porque no la habían aspirado bien y no sabíamos que hacer, lo primero que hicimos fue llamar a su doctora porque fue una situación desesperante”, dijo.
Explicó que luego de esa experiencia, el temor bajó un poco. Agregó que tuvieron la oportunidad de contar con el apoyo de su suegra, quien mostró una actitud muy colaborativa con los nuevos padres y les facilitó muchos procesos.

Nuevas experiencias
Cuando su hija cumplió 3 años de edad, su esposa decidió inscribirla en clases de ballet para que hiciera alguna actividad fuera de casa. Ambos pensaron que podría costarle la adaptación, pero la niña se sintió muy cómoda desde el primer momento.
“A medida que avanzamos ambos nos fuimos involucrando más en ese mundo. Ahí es cuando nos dimos cuenta que sí bailaba y le gustaba lo que estaba haciendo”, indicó Carlos.
Cuando finalizó su primer año en clases de danza, la directora de la academia habló con ellos para explicarles que como aún era nueva y pequeña no estaba lista para estar al frente del escenario.
“Yo le dije que estaba bien, quizás otros padres se ponen brazos porque piensan que porque están pagando las clases sus hijas deben estar al frente, pero yo entendí sus razones y siempre hemos tratado de hacer las cosas así”, añadió.
Esta era una forma de que la niña también aprendiera desde sus primeros años que debía ganar las cosas por méritos y que no siempre se puede obtener todo lo que se quiere.
La adaptación a la escuela no fue tan amigable para la niña como ocurrió con el baile. Carlos contó que su hija lloraba todos los días cuando entró al preescolar y que, aunque fue una etapa dura, pudieron superarla.
“Ella lloraba mucho cuando iba al colegio porque pensaba que le iban a abandonar, pues ella se sentía sola cuando veía que nos íbamos. Tratábamos de siempre llegar antes de su hora de salida, para que siempre nos viera ahí y se quedara tranquila”, explicó.
Para él como padre tampoco fue tan sencilla la entrada de su hija a la escuela, porque se sentía muy apegado a ella. “En esa edad uno no quiere dejarlos solo ni un instante, por eso para mí fue una etapa difícil”.
Al reflexionar sobre cómo es la crianza que él aplica, sostiene que intenta dejar de lado todo lo que no le gustaba cuando era niño. Entre eso destacó que hace lo posible por demostrarle su cariño a su hija en todo momento, porque recuerda a su papá como una persona poco presente emocionalmente.
“Yo no he tenido la necesidad de levantarle la mano, trato de manejarlo todo con castigos, si veo que ella está haciendo algo que no es correcto se lo digo y le aplicó un castigo. Gracias Dios, Estefani ha sido muy tranquila y creo que es porque pasa la mayor parte del tiempo ocupada entre el colegio y el baile”, aseguró.
Agregó que cuando Estefani se enferma, él deja todo de lado para poder atenderla y darle lo que necesita en lugar de dejar que toda la responsabilidad asuma su mamá. Confesó que eso es algo que nunca vio en su papá cuando él era niño.
Con los años, la familia ha tenido que adaptar su vida al sueño de Estefani de ser una bailarina profesional. Carlos cuenta que en su rutina está siempre buscarlas a sus clases y dedicar sus fines de semana a estar presente en competencia y presentaciones.
“Primeramente siempre le digo a ella que los estudios están por delante y que el baile es algo extracurricular. Sin embargo, mi esposa, mi suegra y yo siempre tratamos de involucrarnos y organizarnos en el día a día”, añadió.
Carlos sabe que pronto tendrá que enfrentar los retos de criar a una adolescente, pero espera poder acompañar a su hija en esta nueva etapa de la misma forma en que lo hizo durante todos estos años.
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La entrada Papás millennials: una crianza que escucha y evita repetir patrones se publicó primero en El Diario.