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Pana’s Flavor, un food truck que lleva el sabor venezolano a cada rincón de Carolina del Norte

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El nuevo camino de Carlos no comenzó con el típico sueño americano, sino con una salida forzada de su país. Un food truck que nació como una idea familiar se convirtió en el escenario de su propio salto de fe donde apostó por las recetas criollas, la sazón que heredó de su madre y la tradición italiana que corre en sus venas.

Arrancó Pana’s Flavor sin saber exactamente hacia dónde lo llevaría la ruta, pero recorre Carolina del Norte sin detener su entusiasmo con lo que mejor sabe hacer: defender sus ideales, compartir su identidad y reinventarse. Conoce la admirable historia de un migrante que entiende el significado de cocinar lejos de casa y que aún anhela regresar a Venezuela.

lapatilla.com

Antes de asumir las riendas de su cocina ambulante en las calles de Raleigh, Carlos Benucci se dedicó durante mucho tiempo al activismo político en Venezuela. Estudiaba sociología, llegó hasta el último semestre, pero no pudo culminar la carrera. Contó a La Patilla que luego de la pandemia, una serie de situaciones que pusieron en riesgo su seguridad, y la de su familia, lo forzaron a emigrar a Estados Unidos.

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“Llegué a ser secretario juvenil de la FCU de la Universidad Central de Venezuela (UCV) y luego de eso fui coordinador nacional juvenil de Vente Venezuela (…) Mi familia y yo tuvimos que salir corriendo del país porque no teníamos otra opción. El régimen estaba encima de nosotros. Con 25 años lo que hacía era vida política juvenil en la universidad, me quería graduar. Mi proyecto de hace cinco años era completamente diferente al de hoy. Quería y quiero todavía, es algo que todavía está en mis planes, avanzar en mi vida política. Y es algo que se vio truncado”.

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Su destino no lo eligió al azar. Para ese momento, sus hermanos ya residían en Carolina del Norte y tomó la decisión de reencontrarse con ellos. Ese respaldo fue fundamental para comenzar de cero en el exterior.

“Casi no tengo familia en Venezuela. Sin embargo, extraño a Venezuela todos los días. Pero sí me gusta mucho este estado, me parece que es muy variado, donde hay gente muy amable y mucha oportunidad de emprender y hacer negocio, cosa que ha sido crucial para Pana’s Flavor”, agregó.

Recetas que cruzaron fronteras

Pero el proyecto que Carlos lidera actualmente tiene historia propia y se preparó a fuego lento. “La idea del food truck fundamentalmente no fue mía. Yo tenía un emprendimiento de comida italiana en Venezuela y luego de eso, cuando emigré, mi hermana y mi cuñado tenían un proyecto que era este, Pana’s Flavor, ya existía. De hecho, fue una idea que se fue cocinando en la familia y que ellos le dieron forma acá en Carolina del Norte”, confesó.

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La invitación a sumarse fue el punto de partida de una nueva aventura que moldeó su carácter como emprendedor y lo motivó a aprender más sobre la gestión de un negocio que más adelante tomaría otro rumbo.

“Ellos me invitaron a participar en el proyecto de lleno como socio de Pana’s Flavor. Ya al año y medio de haber construido el food truck, el negocio me quedó a mí. Fue un reto muy grande para mí, inmigrante, ni con tres años en Estados Unidos, con todas las adversidades, con un inglés muy básico, pero bueno, con ganas, garras y valentía de que las cosas podían salir bien. Aquí estamos avanzando siempre”.

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Y desde luego, ese ímpetu culinario viene de una herencia familiar que se gestó en la cocina. “En mi casa siempre se comió bien (…) así nos comiéramos un plato de lentejas, ese plato de lentejas sabía increíble”, afirmó. 

Su madre, experta en la sazón venezolana, y su padre, portador de una tradición italiana, le enseñaron que cocinar es más que alimentar. Cada primero de enero, la familia celebra preparando pastas, lasañas, pizzas y salsas caseras como símbolo de abundancia y unión. “Yo tengo propiamente recetas que son mías, recetas que inventé como una salsa cuatro quesos o una salsa de pizza”, comentó con orgullo.

Apuesta por el sabor criollo

Al llegar a Raleigh, Benucci y su familia vieron en la cocina venezolana una oportunidad de negocio. “Yo no quería seguir con lo italiano porque aquí hay mucha comida italiana y comida venezolana no había”, explicó. En ese entonces, la comunidad criolla apenas rondaba las 3.500 personas; hoy supera las 15.000. La apuesta, reconoció, era arriesgada: “Así como podía salir bien, podía salir mal”.

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Del mismo modo, admitió que mantiene entre sus deseos estudiar cocina debido a la pasión que siente por la gastronomía. «Para mí es mi pasatiempo, es un hobby. Disfruto hacerlo y sé que mi familia también disfruta hacerlo. Cuando nosotros nos sentamos a conversar de cocina, nos sentamos a conversar en serio y ninguno tiene ínfulas de chef porque ninguno estudió cocina, sencillamente lo hacemos desde lo que nosotros conocemos y desde lo que hemos experimentado». 

«Nos atrevemos a probar cosas nuevas, nos atrevemos a cocinar diferente y lo que salga bien, bueno, lo vamos adoptando, lo vamos cambiando, lo vamos criticando también», añadió.

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Y ese trabajo colectivo es lo que ha llevado a Pana’s Flavor a triunfar en la comunidad. “Mi mamá fundamentalmente ha sido mi mano derecha en este trayecto, la respeto mucho”, dijo. Su padre, su hermana y su cuñado estuvieron presentes en los primeros pasos, mientras amigos cercanos se acercaban de forma inesperada para ayudar en los momentos de mayor demanda. “Siempre lo hicieron de buena fe y estoy muy agradecido con ellos porque creo que son en esos momentos precisos donde necesitas la ayuda y en donde la ayuda te llega y dices: ‘wow, gracias Dios, qué bendecido soy por estar rodeado de gente maravillosa’”.

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El menú, que combina tradición y creatividad, tiene a la empanada como el platillo más solicitado, pero también ofrece arepas y parrillas con un toque pensado en el paladar americano. A diferencia de otros camiones, Pana’s Flavor no permanece en un solo lugar. “Todos los días tenemos un horario diferente (…) donde hay un evento, donde hay un festival, siempre nosotros vamos a estar ahí porque de eso se trata, que si tienes un food truck, pon a rodarlo”, detalló. En cada parada, cuando un curioso pregunta qué es una arepa, Carlos responde con orgullo: “This is venezuelan food”.

Los retos de un negocio sobre ruedas

El dinamismo de recorrer Carolina del Norte con un food truck también exige precisión. En este sentido, el mayor desafío es manejar un cronograma organizado para cada parada. “De repente alguien te invita a un evento que promete mil personas y no van ni 200”, mencionó. A esto se suman los riesgos mecánicos: una transmisión puede costar más de cinco mil dólares y dejar el negocio paralizado durante semanas. “Hace poco se nos dañó una y fueron 20 días sin percibir ingresos, con gastos fijos, con deudas”, señaló.

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Aún así, aseveró que trabajar en la calle le resulta increíble, porque disfruta conocer lugares, medir distintas reacciones del público y descubrir nuevas historias. Igualmente, Benucci se describió como embajador y defensor de la comida venezolana. “Para mí es un honor”.

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Por eso insiste en llevar el camión a pueblos y festivales de todo el estado. Su clientela es mayormente estadounidense, cerca de un 90 %, que se sorprende con los sabores caribeños y queda complacida. “Tenemos mucha clientela americana y esa es la que más disfruta esta comida porque para ellos es nueva y para ellos es increíblemente sabrosa. Y bueno, nosotros encantados de ofrecerla en todo sentido”.

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Paralelamente, no pudo ocultar que gran parte de la “diversión” es la oportunidad de interactuar. “He perfeccionado el inglés, el poder hablarle de mi país, de mi cultura, de mi gastronomía. Para mí eso ha sido muchísimo, muy importante y relevante en mi estadía aquí en Estados Unidos”.

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No obstante, el público venezolano, le plantea otro tipo de reto: las expectativas. “Cuando llega un cliente venezolano me esfuerzo muchísimo más en que la comida quede mejor”, resaltó. Sabe que cada región tiene su forma de preparar un pepito o una arepa, y que los coterráneos comparan de inmediato. Sin embargo, aseguró que nunca ha recibido quejas. “Siempre agradecido por el apoyo y el reconocimiento”, reiteró, convencido de que ese respaldo es parte esencial de la experiencia.

A su ritmo y sin afán 

Este caraqueño mantiene varios puntos de vista sobre lo que espera del negocio para poder crecer de una manera que represente beneficios. «Un día me levanto, quiero otro food truck y al otro día quiero un local. Es así. Honestamente, hoy no tengo respuesta de eso, pero es porque he intentado las dos. He intentado un segundo camión, he intentado un segundo local, de hecho, intenté una ghost kitchen», relató.

La expansión será gradual, con énfasis en mantener la calidad y optimizar la logística. Advirtió que operar un food truck implica un trabajo constante: inventario, cuentas, traslado de equipos y búsqueda de proveedores eficientes. “Esto es un negocio donde milimétricamente tú vas salvando dinero poco a poco. A fin de año te das cuenta que has salvado un poco de plata y es ahí donde está el ahorro. Es ahí donde se mueve el verdadero dinero de los restaurantes y la cocina. De modo que no tengo apuro”. 

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A pesar de las dificultades, el orgullo que siente por su emprendimiento no amilana. “Pana’s Flavor es uno de los número uno de Carolina del Norte (…) y en verdad no me pesa decirlo porque sé que es verdad, sé que es así”.

Finalmente, el recuerdo de Venezuela invade las emociones de Carlos. “Lo que más extraño es el calor humano, el venezolano en Venezuela”, expresó con nostalgia. Para él, esa conexión con su tierra es un ancla constante y un impulso que lo guía mientras continúa construyendo su proyecto culinario sobre ruedas en Carolina del Norte con la convicción de que un día «volveremos a ser felices en nuestro país”.

 

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