
La decisión del gobierno de Benjamin Netanyahu de anunciar públicamente que asistiría a un evento familiar que demandaría varios días resultó ser una maniobra de distracción clave en el éxito de la ofensiva israelí contra Irán. La operación, según informó The Wall Street Journal, se mantuvo en el más estricto secreto mientras el mandatario y su círculo cercano aparentaban normalidad ante la inminente acción militar denominada “Red Wedding”.
Por infobae.com
La ofensiva se lanzó la noche del 13 de junio y logró la eliminación de los principales jefes militares iraníes a más de 1.600 kilómetros (1.000 millas) de Tel Aviv, en una acción coordinada que sorprendió tanto por su precisión como por el sigilo con que se llevó a cabo.
La operación tuvo otro componente igualmente significativo: el ataque simultáneo contra nueve destacados científicos nucleares iraníes en Teherán, evento conocido dentro de los planes israelíes como “Operation Narnia”.
Este golpe, valorado como poco realista por sus propios diseñadores, se inspiró en la obra fantástica de C.S. Lewis y logró sincronizar la muerte de los especialistas en sus domicilios, eliminando la posibilidad de que se ocultaran antes de la ofensiva principal.
El desarrollo y ejecución de ambas operaciones implicó una compleja estrategia de engaño. Según detalló el medio, Israel recurrió a filtraciones intencionales hacia la prensa acerca de supuestos desacuerdos con Donald Trump y difundió la idea de que cualquier ataque a Irán requeriría coordinación plena con Estados Unidos.
Mientras funcionarios israelíes simulaban esperar el desenlace de una nueva ronda de negociaciones entre Washington y Teherán, los preparativos logísticos y operativos para la ofensiva estaban en la fase final. Un oficial de seguridad israelí citado por The Wall Street Journal indicó que esta percepción errónea en la cúpula iraní permitió desplegar tropas y aviones al alcance de los objetivos sin perder la ventaja del factor sorpresa.
El trasfondo de la operación se remonta a mediados de la década de 1990, cuando la inteligencia israelí comenzó a documentar el desarrollo de un programa nuclear militar iraní. Desde entonces, Israel construyó una red de agentes en Irán, responsables de sabotajes y asesinatos selectivos en instalaciones nucleares clave.
No obstante, las autoridades concluyeron que este enfoque sería insuficiente y que, llegado el momento, habría que destruir no solo las infraestructuras sino a los propios cerebros del programa atómico iraní. Y ese momento llegó tras años de preparación.
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