En la historia de las naciones, hay momentos que definen no solo el presente, sino el legado que llevarán las generaciones futuras.
En Venezuela, un país que ha luchado incansablemente por recuperar su libertad, la farsa electoral en los municipios del pais orquestada por la dictadura de Nicolás Maduro para el próximo 27 de julio, se alza como un capítulo oscuro, un punto de inflexión que marcará con una huella indeleble a quienes, por acción u omisión, participen en esta afrenta al clamor de un pueblo que anhela justicia, democracia y dignidad.
Tras el descarado robo de la abrumadora victoria de Edmundo González Urrutia, respaldado por María Corina Machado, en las elecciones presidenciales del 28 de julio de 2024, la dictadura ha convertido los procesos electorales en una adicción tan perversa como la dependencia a las drogas.
Con su maquinaria de opresión, el régimen de Maduro ha convocado una nueva mascarada electoral para este próximo 27 de julio, un espectáculo cruel diseñado no como un ejercicio democrático, sino como una pantomima para perpetuar el sufrimiento de millones.
Esta farsa no es más que una traición flagrante a la lucha de un pueblo que ha derramado sangre, sudor y lágrimas en las calles, en las cárceles y en el exilio, exigiendo el fin de una tiranía que ha sumido a Venezuela en la miseria.
Participar en este montaje, ya sea por conveniencia, miedo o ambición, trasciende el momento: es inscribirse en la historia como cómplice de la opresión, como alguien que dio la espalda al sacrificio de héroes anónimos que soñaron con un país libre.
Pensemos en los rostros de quienes han caído, en las madres que han enterrado a sus hijos, en los jóvenes que han enfrentado balas con el corazón lleno de esperanza, en los exiliados que llevan a Venezuela grabada en el alma mientras recorren el mundo en busca de un futuro que su patria les negó.
Cada candidatura y cada voto depositado en esta farsa electoral es un puñal en la espalda de esos valientes, una negación de su lucha, una afrenta a su memoria.
Quienes participen, ya sea por ingenuidad o cálculo político, cargarán en su conciencia el peso de haber querido legitimar un régimen que ha convertido la cuna de Bolívar en un cementerio de sueños.
La historia no perdona. Los nombres de quienes elijan el camino de la complicidad quedarán grabados no solo en los anales del tiempo, sino también en los corazones rotos de un pueblo que confiaba en ellos.
No habrá excusa que lave esa mancha, ni retórica que borre la verdad: participar en la farsa de Maduro es traicionar la lucha por la libertad, es renunciar al derecho de mirar a los ojos a las futuras generaciones y decirles: “Hice lo correcto”.
Sin embargo, no todo está perdido. En medio de la oscuridad, el pueblo venezolano sigue siendo un faro de resistencia.
Cada voz que denuncie esta farsa, cada corazón que se niegue a doblegarse, cada paso hacia la verdadera libertad es un acto de redención.
La lucha no termina con una elección amañada; al contrario, se fortalece. Porque la libertad no se negocia, no se mendiga, no se entrega en una urna manipulada.
La libertad se conquista con coraje, con unidad, con fuerza, con la certeza de que la verdad siempre termina por imponerse.
A quienes aún dudan, a quienes sienten la tentación de participar en este juego macabro, les digo que es mejor que escuchen al pueblo de Venezuela.
Escuchen el grito de los que ya no están, el llanto de los que sufren, el susurro de los que aún creen en un mañana mejor.
No se dejen seducir por las promesas vacías de un régimen que solo sabe mentir.
No permitan que sus nombres se conviertan en sinónimo de traición.
Elijan el camino del honor, el de la lucha, el de la resistencia.
La marca indeleble de este momento no tiene por qué ser la de la vergüenza.
Puede ser la del valor, la de la dignidad, la de un pueblo que, aun en las peores circunstancias, se levantó y dijo “basta”.
Venezuela merece más que una farsa. Merece la libertad. Y esa libertad no llegará cediendo ante la tiranía.
Que la historia no nos recuerde como los que traicionaron, sino como los que lucharon hasta el final por un país donde la justicia y la esperanza sean la única marca imborrable.
Por Venezuela, por su pueblo, por su libertad: ¡no a la farsa electoral, sí a la lucha indomable!