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viernes 4 de julio 2025
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Nunca ocurrieron, pero constituyen un mito: los ocho relatos que moldearon la historia

 

El imaginario colectivo suele estar plagado de historias que, aunque repetidas durante generaciones y asumidas como verdades, distan mucho de ser hechos comprobados.

Estos son algunos ejemplos de acontecimientos o personajes a los que se les atribuyen hazañas, características o desenlaces dramáticos que en realidad jamás sucedieron.

La verdadera estatura de Napoleón

Uno de los casos más extendidos involucra a Napoleón Bonaparte. El estereotipo más repetido acerca del emperador francés lo describe como un hombre de baja estatura, casi diminuto para los estándares de su época. Sin embargo, los registros lo ubican en 1,68 metros de altura, una cifra que lo ubicaba en el rango promedio de los hombres franceses del siglo XIX.

Einstein no reprobó matemáticas

El conocimiento escolar sobre grandes figuras de la ciencia también fue terreno fértil para la invención y Albert Einstein no fue la excepción, ya que fue catalogado como un genio distraído y torpe para las matemáticas. Lo cierto es que, si bien reprobó un examen de admisión a la universidad de Zurich cuando tenía 16 años, ello no se debió a dificultades con los números, sino a que aún no dominaba completamente todos los temas exigidos, especialmente los ajenos a las matemáticas y la física, disciplinas en las que siempre mostró una destreza fuera de lo común.

Las brujas de Salem no fueron quemadas

El mito en torno a las brujas de Salem es quizás uno de los más tétricos. La imagen recurrente habla de mujeres condenadas a la hoguera en 1692, pero los hechos documentados difieren radicalmente. Según consignó National Geographic, de las aproximadamente 150 personas acusadas de brujería en Salem y otros pueblos de Massachusetts, solo 20 fueron sentenciadas a muerte y ninguna fue quemada.

Un estudio publicado en la Journal of the American Academy of Psychiatry and the Law confirmó que 19 personas fueron ahorcadas y una murió aplastada bajo piedras, pero que no existió ninguna ejecución mediante fuego en Salem.

Nerón no tocó la lira

En el caso del Gran Incendio de Roma en el año 64, la narrativa popular señala a Nerón como aquel que “tocó la lira” mientras la ciudad ardía. Este relato, tan dramático como influyente, pierde fuerza bajo la luz de la historia. Escritores contemporáneos del emperador, como Tácito, sostienen que el emperador no estaba en Roma cuando empezaron las llamas, sino en Antium.

En ese tono, un análisis desarrollado en el libro Rome Is Burning, publicado por Princeton University Press, detalla que el relato sobre la lira fue una construcción posterior y que las fuentes contemporáneas no solo advierten que Nerón no se encontraba en Roma, sino que regresó para coordinar la ayuda. Además, la lira como instrumento ni siquiera existía en ese momento histórico.

No fueron solo 300 en las Termópilas

En la célebre batalla de las Termópilas, la imagen de Leónidas luchando contra el ejército persa con únicamente 300 espartanos resulta limitada. Aunque sí comandaba a esos soldados, en realidad estaba al frente de una coalición griega compuesta por hombres de Tebas, Tespias, Corintia y otras ciudades.

El historiador Paul Cartledge, en un libro publicado por Oxford University Press, detalla que los 300 espartanos no estaban solos. Aunque se desconoce la cifra exacta, existen estimaciones sobre la alianza griega que, según los relatos de Heródoto y otras fuentes de época, aseguran que eran entre 5.000 y 11.000 defensores griegos los que enfrentaban a los persas, en cuyas filas se contaban entre 70.000 y 300.000 guerreros.

Los cascos vikingos no tenían cuernos

Otro símbolo icónico de la cultura occidental, el casco con cuernos de los vikingos, tampoco tiene respaldo arqueológico. Los yelmos usados por los guerreros escandinavos eran sencillos y funcionales, sin elementos decorativos tan poco prácticos como los cuernos, que hubieran limitado movimientos y representado un peligro en combate. La imagen de los cascos con cuernos nació en el siglo XIX, impulsada por producciones teatrales y poéticas que buscaban añadir dramatismo a la figura de los vikingos.

El vomitorium no era para vomitar

El exceso atribuible a los banquetes romanos incluye la creencia de que los asistentes vomitaban de forma deliberada para seguir comiendo. Esta idea, generalizada pero errónea, confunde el término “vomitorio”—las amplias salidas de los estadios romanos—con una costumbre grotesca que no encuentra sustento en las fuentes de la época. Los romanos no interrumpían sus comidas para vomitar; más bien, valoraban la abundancia y el tiempo en la sobremesa.

Mary Beard, en un libro publicado por Harvard University Press, confirma que el “vomitorium” era un término estrictamente arquitectónico y que jamás se asoció en la antigüedad con prácticas alimentarias.

Lady Godiva no cabalgó desnuda

Por último, el relato de Lady Godiva cabalgando desnuda por las calles como símbolo de rebeldía contra los impuestos opresivos no tiene base en registros de su época. Si bien su figura existió en Inglaterra, la historia de su famoso recorrido aparece por primera vez en crónicas y poemas escritos dos siglos después.

Un análisis publicado en la revista académica Albion, en Cambridge University Press, confirma que la historia del paseo desnudo de Godiva surgió recién en el siglo XIII, y que no hay ninguna evidencia documental en registros del siglo XI que la sustente.

Con información de Infobae

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