España es el segundo país de la Unión Europea que más peticiones de asilo recibe -167.366 solicitudes en 2024-, historias de vida de personas que han huido de sus países para escapar de la guerra o la violencia.
Llegan hasta los llamados instructores de la Oficina de Asilo y Refugio del Ministerio del Interior, los encargados de estudiar cada expediente y decidir quién merece y quién no esta protección.
Con motivo del Día Mundial del Refugiado, que se conmemora el próximo 20 de junio, la Agencia EFE visitó esta oficina para conocer mejor su labor. Con una media de edad inferior a los 40 años, muchos son licenciados en Derecho y comparten una fuerte vocación, conscientes de que su trabajo cambia el destino de muchas personas.
Se distribuyen por áreas geográficas, ya que la materia exige un conocimiento muy profundo y actualizado de la situación de cada país del que proceden las peticiones, sobre los que reciben continua formación: América; África y Europa, Oriente Medio, Asia y Palestina.
En sus mesas se acumulan decenas de carpetas, cada una con una etiquetas y un número escrito a mano, pero todos saben que en su interior hay mucho más que papeles.
«Cada expediente, para nosotros, es una historia, es decir, es una persona la que está detrás. No vemos informes, vemos vidas, que te están exponiendo lo que ha pasado en su país y el temor que tienen», señala María, una de las instructoras.
Atención al relato
En esa carpeta hay una ficha con los datos del solicitante, una copia de su documentación, si la aportan, y la transcripción de la entrevista con la Policía durante la formalización de la solicitud.
El peticionario puede aportar documentación adicional, como fotografías o informes médicos que acrediten, por ejemplo, unas lesiones sufridas.
Los instructores valoran si lo que llaman el ‘relato’ del solicitante se ajusta a la realidad del país y si presenta «un grado razonable de verosimilitud», aunque las exigencias se adaptan en cada caso, ya que a una persona que sufre un trauma no se le puede pedir que detalle según qué cosas, explica María.
Los instructores pueden pedir al solicitante más datos o, si es necesario, tener una entrevista con él.
«Aunque siempre sabemos que hay vidas detrás de los expedientes, cuando te ves con esa persona cara a cara es un momento en el que suelen salir muchas informaciones y es mucho más sencillo valorar la credibilidad del solicitante», relata.
Con esta información, el instructor eleva una propuesta de resolución a la Comisión Interministerial de Asilo y Refugio (CIAR), en la que participan varios ministerios, junto a ACNUR, que tiene voz pero no voto.
La dificultad de decir que no
Los instructores analizan lo expedientes «caso a caso», y a menudo tienen sentimientos encontrados. Por ejemplo, cuando conocen historias «muy dolorosas» pero que no entran dentro del perfil de refugiado previsto en la Convención de Ginebra, como el caso de los migrantes económicos.
«Nadie deja su país porque quiere y es parte de la dificultad del trabajo», comenta esta instructora.
España reconoce el estatus de refugiado al 6,6 % de las personas que solicitan protección internacional, la figura más garantista, y concede al 53,33 % algún tipo de medida si se incluye la protección subsidiaria y la autorización por razones humanitarias.
Pero también está «la parte más bonita»: «es gratificante saber que existen leyes que te permiten cambiar en gran parte el sentido de la vida de esa persona, darle la tranquilidad de que ya, una vez reconocido como refugiado, no va a ser devuelto a ese país, donde podría peligrar su vida», relata María. EFE