Con un tono más duro que optimista, el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, ha anunciado este martes un acuerdo de alto el fuego con Líbano cuya duración, ha advertido, dependerá de “lo que pase” en el país vecino, porque no dudará en actuar “con fuerza ante cualquier vulneración” por parte de Hezbolá. En una comparecencia televisada y con indisimulado orgullo, Netanyahu ha celebrado que el acuerdo desvincula los frentes de Gaza y Líbano (”Hamás se ha quedado solo en el combate y eso ayudará a nuestra misión sagrada de devolver los rehenes a casa”) y le permitirá centrarse en su principal enemigo, Irán. También desbloqueará las escasas entregas de armamento que, ha asegurado, mantenía retenidos su gran aliado, Estados Unidos. La tregua, cuya entrada en vigor no ha especificado, pondrá fin a once meses de guerra de baja intensidad con Hezbolá y, sobre todo, a los últimos dos y medio de guerra abierta que han dejado casi 3.800 muertos en Líbano, a cientos de miles de personas sin hogar ni trabajo y al partido-milicia libanés debilitado y descabezado. Unos 90.000 israelíes podrán también regresar a sus hogares. El ejército israelí aprovecha los últimos instantes para bombardear Beirut con violencia inusitada, incluido zonas del centro que nunca habían estado entre los objetivos. Son horas marcadas por el miedo, con una multitud refugiándose de los bombardeos en un hospital, atascos para huir y ambulancias tratando de abrirse paso entre los vehículos.
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