
Permítame expresarlo queridos lectores con la gravitas que amerita:
Esta operación militar que presenciamos los venezolanos no es, de ningún modo, una invasión militar prolongada de columnas blindadas atravesando las autopistas, ni tampoco serán 5 divisiones mecanizadas del ejército desembarcando en Maracaibo, como si se tratase de una reedición secuelada de la Operation Just Cause en Panamá.
Los tiempos de las guerras convencionales están finalizados, las épocas de las invasiones tradicionales como la de Normandía parecen haberse desvanecido en la bruma espesa de la historia.
Tempora mutantur, et nos mutamur in illis: los tiempos cambian, y las formas de la guerra mutan con ellos.
Este despliegue inédito en el norte de nuestro Caribe es algo cualitativamente distinto, estamos ante una guerra quirúrgica de precisión.
Se trata de un operativo militar estratégico que recuerda a las operaciones de decapitación (decapitation strikes) ejecutadas en otros teatros de operaciones en el medio oriente y África:
La Operación Neptun Spear que abatió a Osama bin Laden en Abbottabad; el ataque de precisión con MQ-9 Reaper que fulminó a Qasem Soleimani en Bagdad; o las operaciones clandestinas en Somalia para neutralizar a líderes de Al-Shabaab.
En todos estos casos, la lógica fue idéntica: aislar al objetivo militar, cortar sus fuentes de financiación, interrumpir sus comunicaciones, paralizar sus canales de mando, y ejecutar la eliminación física de su liderazgo con la mínima exposición cinética posible.
El despliegue de unidades navales: fragatas misilísticas, destructores AEGIS, submarinos nucleares de ataque y él sobrevuelo de F-35 en la zona; no son mera ostentación intrascendente, sino que forman parte integral de una matriz de disuasión hiperactiva y de una operación podológica dinámica.
Cada vuelo de incursión nocturno es un mensaje cifrado, cada hundimiento de lancha un mensaje claro dirigido a los capos del Cártel de los Soles: “sabemos quiénes son, sabemos cuentos son, sabemos dónde están, y los vamos a cazar”.
Como en las guerras antiguas, cuando las legiones romanas arrojaban una lanza sobre el territorio enemigo justo antes de iniciar hostilidades, el hundimiento de las narco lanchas son preámbulos simbólicos y protocolos de guerra, avisos de que la fase final de erradicación está en ciernes.
El factor psicológico ha sido primordial, la recompensa de 50 millones de dólares por la captura del narco capo Nicolás Maduro es, en sí misma, una penetrante arma mediática, una herramienta esencial de corrosión psicológica y moral.
La recompensa por su cabeza, vivo o muerto, envía un poderoso mensaje no solo al entorno militar del régimen, sino a su círculo más íntimo: la inmovilidad y el atrincheramiento tienen un precio, y ese precio es altísimo. Resistir implica con toda seguridad una muerte inútil.
Como escribió Karl von Clausewitz, “la guerra es la continuación de la política por otros medios”, y aquí la política armada se ejerce mediante la presión selectiva, el asedio asimétrico y la erosión del círculo interno del enemigo.
Lo que está en marcha querido lector es una campaña militar no convencional escalonada en diversas fases graduales:
Fase I: Preparación psicológica (preparatio animi), mensajes en clave, intercambio de prisioneros, falsas negociaciones, aumento de recompensas, amenazas, ultimátums y guerra mediática e informativa.
Fase II: Neutralización de vectores logísticos, como las narco lanchas cargadas de cocaína, ejecutadas con precisión quirúrgica para demostrar capacidad táctica omnisciente. Asedio aéreo permanente y cerco naval del perímetro costero del enemigo.
Fase III: Lanzamiento de misiles estratégicos desde los Buques Navales con los misiles Tomahawk, bombardeo de los F-35 Lightning II, los MQ9 Reaper y los F-A 18 contra todas las baterías antiaéreas S-300, los aviones caza Sukoi, los emplazamientos misilisticos, las flotas de drones iraníes, los cuarteles del cartel de los Soles y las residencias familiares de la cúpula narco-terrorista.
Fase IV: Pasadas 48 horas del bombardeo sobrevendrá una intervención militar quirúrgica, mediante fuerzas especiales (Night Stalkers, SEAL Team 6, Delta Force, MARSOC) insertadas por helicópteros Black Hawk, MH-60 y V-22 Osprey, con apoyo de inteligencia artificial y satelital, assets en tiempo real, para capturar y eliminar a los nodos (Élite política y militar del Cártel) clave de la red narco comunista.
Fase V: Ubicación de bolsillos narco-terroristas de resistencia menor y erradicación de focos residuales del chavismo armado (colectivos, Frentes, FBL, milicias).
Una vez finalizada las operaciones se ofrecerá seguridad militar, resguardo personal y perímetro de escolta familiar al nuevo gobierno de transición democrática.
No se trata, pues, de una guerra de desgaste, sino de una bellum decapitandi, una guerra súbita basada en la decapitación terminal del liderazgo rojo.
La destrucción de refinerías, puertos, aeropuertos, o infraestructura eléctrica no es el objetivo: la estrategia holística del Pentágono se trata de “remover la cabeza de la hidra diabólica sin incendiar la aldea.”
En suma querido lector, lo que se vislumbra en el horizonte cercano (días o semanas) no es una invasión militar a gran escala, sino una operación especial de liberación, en el marco de un conflicto asimétrico hemisférico.
Como en los nuevos tratados de guerra, el objetivo es claro: Golpear la cabeza del enemigo y eliminarlo, sin desgarrar innecesariamente el cuerpo de la nación.
La operación multifactorial táctica de las fuerzas militares internacionales terminará en muy pocas horas.
Nuestra Venezuela será definitivamente liberada de sus secuestradores narco-terroristas en una sorpresiva madrugada de estas, luego de un cuarto de siglo de inenarrable suplicio infernal, gracias a la providencial voluntad libertaria del Sr. Presidente Donald J Trump.

