
María Corina Machado es sinónimo de coraje y el rostro más visible de la resistencia venezolana frente al régimen de Nicolás Maduro. Perseguida, inhabilitada y forzada a moverse en la clandestinidad, ha convertido su voz en símbolo de la lucha democrática. “Falta poco para que caiga el régimen”, aseguró en declaraciones recientes a medios internacionales, un mensaje que busca infundir esperanza en un país que hoy tiene frente a sus aguas territoriales un inédito despliegue del poderío militar de los EE.UU., que hace temblar al dictador y a sus secuaces.
Por Andrés López Reilly | EL PAÍS
La dirigente de Vente Venezuela insiste en que la salida del chavismo está cerca, aunque el camino ha sido arduo y sangriento. No solo ha debido enfrentar la represión del Estado, sino también amenazas directas contra su vida y las de sus familiares y compañeros de partido (algunos de los cuales se encuentran detenidos o desaparecidos). Expresidentes de la región agrupados en la Iniciativa Democrática de España y las Américas denunciaron esas intimidaciones, y en Washington, congresistas republicanos advirtieron que habría “severas consecuencias” si algo le ocurre. Tal vez, este padrinazgo es lo que la ha mantenido con vida hasta ahora.
La coyuntura regional ha dado un giro con el despliegue militar de Estados Unidos en el Caribe. Con la excusa formal de combatir el narcotráfico, el Pentágono desplegó más de 4.500 efectivos, buques de guerra, submarinos, destructores y cazas F-35 en Puerto Rico y zonas aledañas. A comienzos de este mes, un operativo contra el cártel Tren de Aragua terminó con una embarcación hundida y 11 muertos, lo que elevó la tensión. Maduro reaccionó movilizando milicianos y reservistas (esto incluye personas mayores y señoras que no tienen idea de cómo se maneja un arma), y denunció sobrevuelos de cazas estadounidenses sobre buques venezolanos. El escenario es de máxima tensión, y muchos analistas advierten que, además del narcotráfico, Washington busca derrocar el régimen chavista, al que ya le ha aplicado varias sanciones económicas que no han sido suficientes para debilitarlo.
Ese telón de fondo ha reforzado la narrativa de Machado, quien en entrevistas recientes declaró que “Donald Trump no está jugando”, en referencia a la determinación del gobierno estadounidense de forzar cambios en la región. Para la oposición venezolana, el factor internacional puede ser decisivo, aunque ella insiste en que la verdadera batalla “se ganará en Venezuela”, con la presión ciudadana y la movilización interna.
En paralelo, la figura de Edmundo González Urrutia, presidente electo en los últimos comicios nacionales denunciados como fraudulentos, ha buscado respaldo internacional. Durante una gira de apoyo, hizo escala en Uruguay, donde esperaba reunirse con autoridades. Sin embargo, Yamandú Orsi, entonces presidente electo, decidió no recibirlo. La decisión generó polémica: el expresidente Julio María Sanguinetti la atribuyó a la influencia del PIT-CNT, central sindical a la que acusó de tener simpatías “maduristas”. La postura uruguaya frente a Venezuela ha sido ambigua en los últimos años. A comienzos de 2025, el nuevo gobierno anunció que no reconocería ni a Maduro ni a González como presidentes legítimos, argumentando que el país atraviesa una dictadura que requiere una salida política negociada.
Hoy, María Corina Machado se mantiene como un símbolo de resistencia frente al autoritarismo venezolano, defendiendo una ruta democrática en un escenario político marcado por la represión, el exilio y la crisis humanitaria. Esto ocurre en días en que las fichas se mueven sobre el tablero: la presencia militar estadounidense en el Caribe elevó la presión sobre Maduro y abrió especulaciones sobre un posible colapso del régimen.
Desde su refugio, Machado refuerza su liderazgo con un discurso de firmeza que le ha permitido mantener cohesionada a la oposición, incluso en los momentos de mayor persecución. Su figura trasciende la política tradicional y se ha convertido en un emblema de resistencia para millones dentro y fuera de Venezuela. Se calcula que 7,7 millones de venezolanos, la cuarta parte de la población del país, se encuentran en condiciones de refugio o migración.
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