Nicolás Maduro quiere convencer al mundo de que su salida del poder desataría el caos en Venezuela.
Eso es una mentira tan grande y descarada como el oscuro pasado de quien hoy usurpa el poder en nuestro país.
No es más que un relato cínico tejido por el propio Maduro y sus antiguos y nuevos compinches para perpetuarse en el poder.
El verdadero caos, la verdadera violencia, lleva años instalado en el país, y su nombre es el régimen que Nicolás Maduro y sus secuaces encabezan.
Venezuela no está al borde del abismo: ya fue empujada a él.
La narcodictadura chavista ha desmantelado la economía, pulverizado los derechos y condenado a millones al hambre y al éxodo.
Mientras Maduro y su cúpula viven en la opulencia, los venezolanos hurgan en la basura para comer.
Hospitales sin medicinas, escuelas en ruinas, apagones interminables y una inflación que devora los sueños. Ese es el legado del régimen.
Decir que la democracia traería caos es insultar la inteligencia de un pueblo que clama y lucha por libertad.
La transición no es una amenaza; es la esperanza de un futuro libre y próspero.
Es la oportunidad de reconstruir una Venezuela donde nadie pase hambre, donde el trabajo valga y donde la justicia no sea un lujo.
El caos no vendrá con la libertad; el caos ya tiene rostro, y es el de quienes han saqueado y destruido un país entero.
Maduro teme perder el control porque sabe que la verdad es implacable: el único obstáculo para la paz y la prosperidad de Venezuela son él y sus socios antiguos y de nuevo cuño.
Que no nos engañen. Los venezolanos merecemos un futuro digno, y ese futuro comienza con el fin del narcoterrorismo.
¡Basta de mentiras! La democracia y la libertad que propugnan María Corina Machado, Edmundo González Urrutia y quienes los apoyamos no son el caos; son la salvación.
Por Venezuela, por la libertad: ¡fuera Maduro y sus cómplices!
