En medio de las consabidas circunstancias actuales, luce imposible soslayar la desaparición física de los venezolanos que le hicieron extraordinarios aportes al país. De una u otra forma, se integran a nuestro patrimonio histórico que antes, es moral, por imperfectos que hayan sido, como ocurre con todos los seremos humanos.
Uno de ellos, es Elías Santana que hizo muchísimo por la sociedad civil organizada. Y habrá quien cuestione la concepción y el desarrollo que tuvo y sostuvo en torno al ciudadano y la ciudadanía, pero lo cierto que su perspectiva guardó una mayor correspondencia con las aspiraciones a una democracia liberal, el piso necesario para las grandes conquistas a favor de la persona humana.
Acotemos, Elías jugó un rol importantísimo desde principios del presente siglo en relación a las pacíficas y multitudinarias movilizaciones ciudadanas de protesta y creemos interesante revisar aquella etapa con un espíritu más pausado, sereno y objetivo, porque – aun involuntariamente – asumió un rol político en el que Chávez Frías tuvo a nuestro juicio – un interesado empeño. Hablamos de una faceta marcadamente interesante que espera por las indagaciones del científico social, pues, nos hemos quedado bastante atrás en la necesaria asunción e interpretación de los hechos que tienen a cuestas más de veinte años.
El otro, es Franco Casella, diputado a la Asamblea Nacional, electo en 2015, quien tuvo un destacado desempeño en el país y se vio forzado al exilio escapando heroicamente de la sede de embajada de México, donde procuró el asilo. Coincidimos en la misma bancada parlamentaria y, un hecho que también es natural de la política plural y democráticamente ejercida, tuvimos discrepancias respecto a las circunstancias y perspectivas concretas que no confundieron, como ahora se acostumbra, las diferencias políticas con las personales.
Franco murió en medio de fortísimas limitaciones económicas y, no dejando de buscar el pan de cada día para su familia, en Madrid, hizo todo lo posible para ayudar a la causa de la libertad. E importa el dato, porque contrasta con la creencia falsa y generalizada de una cómoda, confortable, sobrancera y hasta extravagante situación personal y familiar de la mayoría de nuestros desterrados políticos.