En medio de tantas y complicadas vicisitudes, es necesario reflexionar, aceptar y asumir la diáspora venezolana como un fenómeno nada circunstancial. Creímos en el desplazamiento y refugio de los coterráneos como algo efímero y cuya respuesta política consistió en la simple espera de un regreso triunfal por nuestro principal aeropuerto, simbolizando casi por decreto la reunificación de la familia venezolana. Sin embargo, no se leyó a tiempo una temprana tendencia que ahora parece desalentar o desfigurar una potencial expansión de la guerra originada en el Medio Oriente.
En efecto, incrementada la diáspora, denominación más amable, todo apuntaba a una prolongación y estructuración que la sola existencia de un significativo flujo de migrantes académicamente calificados, autorizaba. Por ello, quizá sentimos distante la necesidad de (auto)organizarnos socialmente lejos de Venezuela y, faltando poco, confiamos en la facilidad de las remesas de montos considerables y de envíos regulares.
Ahora bien, en el caso de una guerra extendida en el frágil mundo occidental, capaz de adquirir dimensiones semejantes a las de las dos conflagraciones mundiales del siglo XX, por supuesto que podrá generar otros masivos desplazamientos de … los que ya están en el exterior, en procura de la paz y de la estabilidad económica. Desde acá, la sola perspectiva de un grave conflicto bélico, naturalmente desalentará la emigración, aunque simultáneamente la gravedad del conflicto dará cuenta de una determinada corriente inmigratoria incluyendo a otras nacionalidades del norte planetario.
En el supuesto negado de que haya guerra, no es difícil de imaginar la movilidad de los venezolanos en el contexto de una mayor y más poderosa movilización Y no será precisamente hacia Estados Unidos que trata de administrar (in)adecuadamente las migraciones, ni China que ha de ser de las más rigurosas y tozudamente estrictas del globo terráqueo; por cierto, poco o nada se habla de los venezolanos que viven en el gigante asiático y que suponemos difícil de equipararse al resto de los paisanos regados por el mundo.
La muy indeseada guerra, aunque fuera de corta duración, puede alterar el tablero demográfico intercontinental. Y, aceptemos, nada ocioso es conjeturar al respecto.