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lunes 23 de junio 2025
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Ladrones de lágrimas ajenasOpiniónpor @ArmandoMartini

Ladrones de lágrimas ajenas, por @ArmandoMartini

Un grito contra los saqueadores del dolor, mercaderes de miserias, vividores de la desgracia ajena, contra esa clase política que ha perfeccionado el arte de robar no solo dinero, sino también sueños, luchas y hasta el lenguaje de la resistencia. ¿Cómo la política se convirtió en el negocio de vender esperanzas robadas?

En estas líneas no hay equilibrio ni neutralidad contra quienes han trasformado la política en un oficio impuro. ¿Cómo serlo cuando la población muere de hambre frente a la indiferencia de quienes juraron protegerla? ¿Cómo callar cuando los que arruinaron un país se presentan como sus salvadores? Sin medias tintas, se trata de desnudar la verdad sin complacencias contra los ladrones de lágrimas que utilizan banderas para cubrir su mediocridad. La decencia no negocia con la hipocresía. 

Venezuela es el caso más descarnado, pero la plaga es global. Una casta de oportunistas ha convertido la política en un circo detestable. Son especialistas en una magia perversa, transforman el hambre en votos, el miedo en chantaje, la desesperación en lealtad y la traición en discurso revolucionario. Pero, mientras juegan a ser dueños del dolor, una generación entera aprendió a reconocer sus mentiras. Ya no les creen. Ya no se callan. Y eso, es más peligroso que cualquier ejército.

El mundo se ahoga en discursos insignificantes. Mientras millones luchan por sobrevivir, una clase política sin escrúpulos ha convertido el dolor ajeno en mina de oro. No es un delito tipificado en los códigos, pero es un robo, el de aquellos que construyen carreras sobre logros que no les pertenecen. Luchas que no pelearon, dolores que nunca sufrieron. Son indulgencieros, expertos en aparecer cuando el pueblo ya hizo el trabajo duro.

Venezuela es un espejo crudo de esta infección, pero no la única. Una cleptocracia disfrazada de revolución ha escrito el manual del descaro. Los verdugos se hacen víctimas, los saqueadores que devastaron la moneda invitan a foros de «recuperación económica», y quienes hundieron el país se venden providenciales. Hospitales desabastecidos, madres rebuscando sobras, servicios públicos inservibles, Derechos Humanos vulnerados, pero continúan pontificando sobre patria y sacrificio.

Lo más repugnante no es su cinismo, sino la complicidad de quienes dicen oponerse. Sectores que se autoproclaman alternativas son también comerciantes de la desgracia, convierten cada lágrima en spot electoral, cada cadáver en eslogan, cada hambre en oportunidad. Son vividores de la política, saltimbanquis ideológicos; ayer radicales, hoy moderados; antes vendepatrias, ahora nacionalistas. Su principio es riqueza y poder.

Un cáncer sin exclusividad. En Argentina, los que la hundieron en demagogia hoy lloran por los pobres que crearon. En México, se utilizan banderas sociales para encubrir autoritarismo, mientras los carteles siguen matando impunemente. En Colombia, hablan de «paz» con la boca llena de mentiras. En Nicaragua, gritan «revolución» mientras inhabilitan, encarcelan y destierran a quien piensa distinto. En Cuba, la dictadura vestida de romanticismo revolucionario exporta médicos como moneda de cambio, mientras silencia a golpes a los jóvenes que protestan por un plato de comida. Patria, significa un fusil apuntando a una madre que pide leche para su hijo. Hablan de ‘dignidad’ con una mano extendida para el subsidio extranjero y otra apretando el gatillo de la represión. Alimañas vestidas de redentores, trepando sobre el sufrimiento que no aliviaron y se llenan la jeta de «pueblo» mientras viven placeres y disfrutan delicias. 

Venezuela parece el botín de hipócritas que ganan indulgencia con escapulario ajeno. Parásitos del sufrimiento, mercachifles de la desdicha popular, tahúres que apuestan y se alimentan del lamento de un pueblo al que nunca sirvieron.

Pero está cambiando. Medios de comunicación, redes sociales y periodismo independiente desnudan sus contradicciones, injusticias y atropellos. La ciudadanía ya no cree en lamentos ni promesas vacías. Exige hechos, no propaganda; resultados, no relatos. El mensaje es claro, ¡Que se vayan! Basta de falsos santurrones que esconden el dinero y coleccionan inmuebles en paraísos fiscales.

No merecen el beneficio de la duda, ni creerle los buenos días. Han demostrado que solo sirven para servirse. El pueblo merece líderes honestos, trabajadores, servidores públicos con principios éticos y valores morales; no vividores, ni charlatanes ni oportunistas que monopolizan el sufrimiento ajeno para perpetuarse en el poder.

La única condescendencia posible para ellos, es el olvido y la irrelevancia.

@ArmandoMartini

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