El endurecimiento de las tensiones comerciales a escala global ha dejado de ser una preocupación periférica para convertirse en una variable fundamental en los tableros de decisión de bancos centrales y organismos multilaterales. Lo que comenzó como un amago de declaración de guerra por parte de la Administración de Donald Trump se convirtió rápidamente en una escalada de gravámenes entre Estados Unidos y China que ha dado paso a una espiral que amenaza con cambiar el orden mundial. En el horizonte se vislumbra una ofensiva arancelaria con efectos sistémicos, capaces de alterar flujos de capital, cadenas de suministro y expectativas inflacionarias.
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