
El fracaso del proyecto político que lideró Hugo Chávez, ése que con el tiempo -mucho tiempo, como se lo vea- terminaron de marcar denominándolo Socialismo del Siglo XXI -cuando hasta la denominación es un fracaso- resulta inocultable al mundo.
En sus militares inicios traían las más o menos ingenuas propuestas de enderezar entuertos, como Don Quijote. Para ello aprovecharon el malestar de algunos sectores desposeídos de la población, tanto como el cansancio de un discurso político que no supo defenderse, ni recomponerse, desde sus partícipes. El asiento mayor de las señalaciones para ese cansancio, ese agotamiento de los tan valiosos tiempos democráticos estuvo entonces en la corrupción, figúrense.
Muchos factores jugaron en contra de la preservación de la democracia aquella, imperfecta, sí, pero, vista a lo lejos, sobrada en atención de las necesidades de un país que producía y situaba a sus ciudadanos en un alto nivel social y económico en el panorama de la América Latina.
Estos últimos 26 años solo pueden exhibir un rotundo fracaso ante el mundo que no quieren aceptar sus todavía hacedores. Un país petrolero donde la gasolina es un dolor permanente ubicarla y pagarla. Un salario mínimo equivalente ya a un dólar al mes. En términos laborales, sociales en general, la derrota es inocultable.
La exhibición mayor del fracaso ante el mundo son los desplazados. Que seamos en América Latina el país con record en la historia de ciudadanos desplazados es una vergüenza. Pero que compitamos en el orbe en esa materia hasta escalar el primer o los primeros lugares -ya que el gobierno ocultador se pelea con ACNUR sobre las cifras-, sin tener las guerras de Ucrania o de Siria es más que vergonzoso. Por no hablar de que el único sostén que les queda es el atropello de cuanto derecho humano existe. Exhibición de presos políticos nacionales e internacionales y maltratos de todo tipo sobre ellos, incluidas las torturas, las desapariciones forzadas o la limitación de pasarles comida.
Cuando terminen de aceptar la derrota del fatídico proyecto que vendieron como sueño ingenuo, para conquistar un país y apoderárselo, será el momento en que acepten negociar la entrega del poder sin más violencia sobre los ciudadanos que luchamos por nuestros derechos conculcados. Cuando vean atrás y hacia adelante si siguen en esto, tal vez acepten la descomunal derrota, el fracaso que es lo único que tienen para exhibir ante el mundo: un país petrolero en situación de emergencia humanitaria compleja y extrema. ¿Nada más?