Javier Milei puede mirar a sus posibles adversarios en la escena política y, por ahora, sonreír. Después de la debacle del Gobierno de Alberto Fernández, el peronismo sufre una disputa interna por el liderazgo que debilita a quien aparecía como su candidato mejor posicionado. El radicalismo, el histórico partido socialdemócrata que encabezó la restauración democrática hace 41 años, se quebró entre quienes apoyan y quienes rechazan al presidente ultraderechista. Y el PRO, la agrupación conservadora del expresidente Mauricio Macri, oscila entre incorporarse al Gobierno —y diluirse en el caudal oficialista— o mantener cierta autonomía —y perder apoyo de su electorado—. En ese territorio incierto para los partidos ya asentados en la política de Argentina, Milei encuentra un horizonte despejado para avanzar con su proyecto de ajuste fiscal y desguace del Estado.
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