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La “cocaína correcta” y la guerra incorrecta: claves tras el tuit de Gonzalo Guillén

El disparador

El periodista Gonzalo Guillén publicó en X:

“A Trump y a Marco[s] Rubio solamente les molesta la cocaína que pueda salir de Venezuela.
La que sale de Colombia, Ecuador, Perú, Chile y Argentina —con la ayuda de las autoridades locales, obvio— los tiene sin cuidado. Entra a la vista de las corruptas autoridades gringas y la plata que produce la lavan tranquilamente en los bancos de Estados Unidos, donde, además, se vende sin problema en todas las esquinas, libremente, a bajos precios y de la mejor calidad, porque la guerra contra las drogas es una payasada, una estupidez sin porvenir.”
— @HELIODOPTERO, 10 de septiembre de 2025.

Lo que plantea Guillén no es solo un juicio moral: es una hipótesis política sobre selectividad, doble rasero y fallas sistémicas en la llamada “guerra contra las drogas”.

1) Selectividad geopolítica

La tesis central: a ciertos actores en EE. UU. les indigna la cocaína según su origen político, no por su existencia. Si proviene de un gobierno al que se quiere aislar (p. ej., Venezuela), hay estridencia; si circula desde países aliados o con cooperación en seguridad, el ruido baja.
Implicación: la “lucha antidrogas” se usa como herramienta de presión externa más que como política pública coherente.

2) Asimetría de responsabilidades

Guillén señala dos orillas del mismo río:

  • Oferta y tránsito en América Latina (con “ayuda de autoridades locales”).

  • Demanda, lavado y distribución en Estados Unidos (“bancos” y venta “en las esquinas”).
    Implicación: reducir el fenómeno a capturas en selvas o puertos es cosmética si el sistema financiero que blanquea las utilidades y el mercado consumidor siguen intactos.

3) La economía de la hipocresía

La frase “la mejor calidad, a bajos precios” expone un tabú: el éxito comercial de la droga en el principal mercado. Mientras más eficiente el negocio del lado del consumo y del lavado, más rentable es toda la cadena.
Implicación: la represión en origen sin regulación ni control financiero serio en destino es gasolina para el ciclo.

4) “Payasada sin porvenir”

Llamar “payasada” a la guerra contra las drogas es provocador, pero toca un punto neurálgico: medio siglo de políticas punitivas no ha reducido de forma sostenible ni producción, ni pureza, ni disponibilidad.
Implicación: persistir en lo mismo y esperar resultados distintos es política performativa, no solución.


Qué debería discutirse de verdad

  1. Corresponsabilidad integral. Métricas simétricas: no solo hectáreas erradicadas, también operativos financieros, sanciones a lavadores, y transparencia bancaria efectiva.

  2. Reforma del enfoque. Priorizar salud pública, reducción de daños, y desmantelar incentivos económicos del crimen (seguimiento de dinero > toneladas incautadas).

  3. Desmonte del doble rasero. Estándares únicos para todos los países y actores: la cooperación no puede ser coartada para mirar a otro lado.

  4. Desmilitarización inteligente. Enfocar la coerción en redes de alto valor y corrupción estatal/financiera, no en campesinos y eslabones reemplazables.

  5. Transparencia y datos. Evaluaciones públicas, independientes y anuales del costo-beneficio de las estrategias, con ajustes obligatorios.


Por qué importa el tuit

Porque pincha el globo de la narrativa cómoda: la que promete orden con más helicópteros, más erradicación y más titulares, mientras el dinero corre limpio y el mercado sigue comprando. Guillén no aporta pruebas en el tuit —es una acusación periodística/opinativa—, pero su dardo obliga a mirar donde menos se quiere: bancos, campañas, pactos y mercados.

Si la política antidrogas sigue siendo un teatro para gestionar enemistades y tranquilizar audiencias, el resultado ya lo sabemos: más muertos en el sur, más ganancias en el norte, y cero aprendizaje. La discusión adulta no es quién grita más “mano dura”, sino quién acompaña el discurso con controles financieros reales, métricas honestas y un cambio de paradigma que entienda las drogas como un problema económico y de salud, no un pretexto eterno para la geopolítica de la hipocresía.

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