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domingo 1 de junio 2025
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La caminata de Miguel Zambrano para descubrir la identidad andina de Venezuela

La carretera trasandina fue un hito del proceso modernizador del país y su construcción unió a la región andina con el resto de Venezuela. Sin embargo, bajo la mitología del progreso se escondieron las historias de las comunidades que han hecho vida en las orillas de la misma. Para el venezolano Miguel Zambrano, fotógrafo criado entre los parajes andinos, era imperante la reflexión sobre la memoria colectiva que atravesaban las generaciones del páramo. Producto de esa duda nació un proyecto investigativo titulado Las vértebras de la carretera trasandina, que es el punto de partida de una caminata de 621 kilómetros.

Miguel Zambrano nació en el estado Aragua, pero pasó su infancia en el estado Mérida y con ello creó una relación directa con las montañas de la cordillera que rodean la ciudad. El senderismo era una de sus actividades favoritas y cuenta que también era un signo de la cotidianidad de los merideños. Sin embargo, cuando se fue a Caracas comenzó a pensar la región de una forma diferente y las preguntas sobre dicha identidad comenzaron a surgir en su cabeza. 

“Cuando me voy de Mérida es cuando entiendo el sentido de pertenencia y empiezo a analizar la forma en la que he visto la región durante toda mi vida. Yo nunca había pensado en el imaginario colectivo de la ciudad hasta que me mudé a Caracas. No entendía las tristezas tan profundas, los dolores y lo limitante que llega a ser la montaña. Entonces, más allá de la belleza natural, comencé a pensar en el dolor y la frustración que se guarda en la región”, relata en entrevista exclusiva para El Diario.

La caminata de Miguel Zambrano para descubrir la identidad andina de Venezuela
Foto: Miguel Zambrano

En Caracas, Miguel desarrolló una carrera como fotoperiodista para agencias como AFP o medios extranjeros como El País de España, América Futura de México, entre otros. En el año 2022 realizó un proyecto etnográfico titulado Los escupe sangre, que analiza, desde una mirada decolonial, el lugar del chimó (pasta o jalea de color negro que se obtiene del líquido que suelta la hoja del tabaco y que se consume como un chicle y se escupe) como un elemento de consumo ancestral en la cultura venezolana y su relevancia en el proceso migratorio actual.

Su trabajo como fotoperiodista, su curiosidad por el senderismo y la montaña y el carácter etnográfico de sus investigaciones sirvieron como precedente para el proyecto sobre la carretera trasandina. Esto le permitió construir redes de apoyo, relaciones cercanas con las comunidades, una mirada particular para retratar la realidad y, sobre todo, una aproximación humana a las historias ajenas. 

Luego, en 2022  fue nominado como joven explorador para National Geographic. Para dicha nominación tenía que presentar una propuesta llamativa y, en ese momento, comenzó a darle forma a las curiosidades que habían surgido sobre los Andes para crear un proyecto que intentara, de alguna manera, abrir el espectro investigativo de la región. En el proceso de la solicitud, Miguel descubrió el camino realizado por el explorador español Fernando Bennett en 1925. El libro de Bennett se titula La guía general de Venezuela, donde se cartografía por primera vez la carretera trasandina.

“Empezar este camino, por una tierra que algún día yo habité, pero con la mirada del presente, con la preparación de mis últimos años, me permitió sentar las bases para comenzar el proyecto. Me daba una conexión directa con lo que investigaba. No buscaba romantizarlo, sino buscar las razones para saber por qué nos comportamos como nos comportamos, por qué ciertos lugares están donde están, de dónde vienen los nombres de los pueblos y conectar, a su vez, con mi familia que vive en ese entorno”, explica Miguel.

Se hace camino al andar

La investigación pudo haberse realizado en carro, en autobús, en moto, en bicicleta, pero para Miguel caminar era mucho más que el medio para llegar de un sitio a otro; era una conexión directa con el entorno, con la gente de los caseríos y las casas de bahareque del camino, con la montaña que susurra con sus vientos y con la tierra que se levanta. Explica que caminar era, sobre todo, una forma de experimentar las formas de movilizarse de la época previa a la carretera. Preparó un bolso con una carpa prestada, agua, latas de atún y barras de proteína, la cámara, un cargador portátil y un disco duro.

La caminata de Miguel Zambrano para descubrir la identidad andina de Venezuela
Niños del pueblo de Gavidia en Mérida | Foto: Miguel Zambrano

La caminata comenzó el 3 de diciembre de 2024 desde Táriba, estado Táchira, y terminó el 4 de febrero de 2025 en el obelisco de Barquisimeto, estado Lara. El primer destino fue El Cobre, cerca del páramo El Zumbador, pero no tenía un lugar seguro donde pasar la noche. El camino era largo, pero la perseverancia era mucho más grande. Cargó su bolso y comenzó a dejar sus huellas en el asfalto. La primera parte fue agotadora y a su paso, mientras algunas zonas no tenían servicio eléctrico, miraba las vidas que quedaban remachadas en los pueblos del camino. Todo daba cuenta del ecosistema simbólico de la región y al llegar al pueblo, sin estadía ni techo, solo con una carpa en la espalda, se acercó a un grupo de mujeres que estaba limpiando las escaleras de la iglesia. Lo saludaron. Él solo quería saber sobre un lugar para poner la carpa, pero le comentaron que cerca vivía una persona que le daba posada a viajeros. Era la casa de la señora Vidalia.

“El hecho de que yo haya llegado ahí fue un motor gigantesco para poder continuar, porque justamente el de ella fue uno de los primeros relatos que encontré en la carretera. Fue el primer relato de esa memoria que yo estaba buscando. Me habló sobre sus abuelas y las hermanas de sus abuelas que durante mucho tiempo tuvieron que cocinar para los presos que estaban construyendo la carretera. Ellas no pudieron salir durante los 7 años que duró la construcción de ese tramo porque las podían violar”, relata.

Esa noche Miguel durmió en una especie de casa en el árbol, con una cama pequeña y todas las comodidades que un caminante necesita. El camino fue moldeando la propia investigación. Lo que se había planeado se fue modificando y la gente le brindó los puntos necesarios para continuar. El relato de la señora Vidalia era una memoria viva de la construcción de la carretera, de las dificultades que vivieron las mujeres que, casi de forma esclavizada, cocinaban para los presos que estaban condenados a morir con el martillo en la mano.

“Ellas eran casi una esclavas de los presos que estaban trabajando. Que la señora Vidalia me contara eso fue un motor para entender que si existía esa historia en un lugar así, esa zona se llama el Auyamal, que es una comunidad pequeña, cuando llegara a sitios más grandes podría encontrar más material para la investigación. Todo eso ocurrió la primera noche y fue el resultado de una serie de casualidades y decisiones que me llevaron a coincidir con ella”, agrega Miguel.

La caminata de Miguel Zambrano para descubrir la identidad andina de Venezuela
Jose Ramiro es un agricultor de papas y fresas en la zona del Palmar, el punto límite entre los páramos del estado Táchira y Mérida | Foto: Miguel Zambrano

La carretera transandina 

El 24 de julio de 1925 Juan Vicente Gómez inauguró los 1.529 kilómetros de la carretera trasandina, que atraviesa los estados de Táchira, Mérida, Trujillo, Lara, Yaracuy, Carabobo, Aragua, Miranda y Distrito Capital. La construcción de la carretera comenzó en 1910 y la mano utilizada, como explica Miguel en su investigación, fue mayoritariamente de presos comunes y contrarios al régimen de Gómez.

La caminata de Miguel Zambrano para descubrir la identidad andina de Venezuela
Fotografía de presos trabajando en la carretera trasandina, construida entre los años 1916 y 1925, en el estado Trujillo, durante la dictadura de Juan Vicente Gómez

El historiador Víctor Julio Ávila escribió en 1980 en El Diario de Carora una columna titulada Carora hace medio siglo y relata las torturas sufridas por algunos presos políticos de la época, obligados a construir la carretera a punta de “pico y pala”.

El objetivo principal de Juan Vicente Gómez, quien gobernó desde 1908 hasta su muerte en 1935, era la expansión del poder gubernamental a través de las conexiones viales. Por eso el benemérito, como era conocido Gómez, impulsó una política de desarrollo vial el 24 de junio de 1910 que duró hasta 1945. La idea principal era la conexión de los centros productores del país con los centros de consumo a través de troncales que atravesaran la geografía nacional.

Los Andes: un tríptico de identidades

La caminata de Miguel Zambrano para descubrir la identidad andina de Venezuela
Un grupo de presos y agricultores son usados como mano de obra para la construcción de la carretera Trasandina, la cual crea las primeras conexiones de carreteras con la frontera entre Colombia y Venezuela

El historiador irlandés Benedict Anderson concluye que las comunidades no deben distinguirse por su falsedad o legitimidad, sino por la forma en la que son imaginadas. Es decir, la identidad como proceso homogéneo de una región es, sobre todo, un proceso de imaginación discursiva constante. Los Andes son vistos bajo una serie de características, a veces desde el romanticismo o la banalidad de la mirada ajena, pero cada zona tiene una serie de símbolos que determinan su forma de ser como comunidad.

Para Miguel este camino de dos meses le permitió identificar algunos vestigios de esa diferencia. Por ejemplo, el primer día, mientras caminaba por el estado Táchira, pudo reconocer que las marcas de la carretera en ese lugar eran la memoria de un proceso violento. “Me di cuenta de que todo este ambiente estuvo lleno de mucho control militar, de muchas personas desplazadas, de mucha violencia, violencia en cuanto a violaciones, en cuanto a la fuerza que implementaban los militares en esas zonas. Había poder y control más allá de este tema de venderlo como el progreso de Venezuela, era el dominio de la zona de los Andes”, comenta.

En Mérida la carretera representó el progreso y la conexión de la montaña con el resto del país. Esto, relata Miguel, se puede notar en la importancia de la industria agrícola y también en el uso turístico de la región. Los merideños viven atados a la montaña como un crisol frente a sus ojos y el senderismo es una forma común de conectarse con ella. “En Mérida puedo decir que la identidad está muy relacionada al contexto de la montaña, de la agricultura, de cómo la actividad del montañismo forma parte de la cultura de Mérida, que entra en lo turístico”, cuenta.

Por otro lado, la carretera en Trujillo es simplemente la hojarasca del pasado y los pueblos que han hecho vida en las orillas de la misma, son parajes olvidados llenos de casas muertas y habitantes nostálgicos. Esto no es consecuencia de los años, sino una política establecida desde la construcción. Miguel en su camino, más allá de crear vínculos con los habitantes, entrevistó a los cronistas de los pueblos que cuidan con gran fervor las historias de las generaciones que pasan y desaparecen en esas calles. Estos, a su vez, le enseñaron sobre las razones que desencadenaron esta perspectiva tripartita de la región.

La caminata de Miguel Zambrano para descubrir la identidad andina de Venezuela
José de la Cruz Sánchez es un tejedor de ruanas y artista de los páramos merideños que intenta rescatar las tradiciones y sus memorias. Aprendió de su tío, el artista y escultor Juan Félix Sánchez, que se volvió una referencia en Venezuela por su emblemática construcción de la Capilla de Piedra en Mérida | Foto: Miguel Zambrano

El aislamiento en Trujillo, por ejemplo, tiene que ver con dos aspectos: la construcción posterior de la carretera panamericana y del tramo Lara-Zulia y la decisión política de Juan Vicente Gómez de castigar a los integrantes de la Iglesia católica que contrariaban sus decisiones.

“Muchos curas se oponían al gobierno de Gómez. Entonces, como Gómez no podía hacerle nada a los padres, o sea, no podía tocarlos, no podía meterlos presos, no podía ponerlos a trabajar, lo que hizo fue aislar todos los pueblos en el que un padre tuviera fuertes relaciones. El aislamiento de la zona viene desde ahí, desde la parte, digamos, político-religiosa”, explica Miguel.

Esto se puede ver en los pueblos de Chejendé, La Cuchilla, Carache, Cuicas, entre otros, y en la propia capital del estado. La ciudad de Trujillo está alejada de la carretera principal y la ciudad más poblada del estado es Valera. Esta constitución urbanística parte de una política de la época y, como explica Miguel, es una configuración que se mantiene en la posteridad. 

Para Miguel Zambrano esta reflexión es uno de los resultados más palpables de la investigación. Esto se logra, comenta, a través de la caminata como mecanismo de inmersión en las comunidades. En su camino descubrió muchos testimonios valiosos y, además, pudo conectar con personas que le tendieron la mano, lo guiaron, le dieron posada. A su vez, el testimonio diario de la caminata por las redes sociales se difundió por algunos pueblos de la zona y, entonces, antes de llegar ya había contactado con ellos. Fue un proceso de integración total.

Las vértebras de la carretera trasandina: un proyecto multidisciplinario

La caminata de 621 kilómetros desde el estado Táchira hasta el estado Lara, que tuvo una duración de dos meses y permitió el encuentro de Miguel con decenas de pueblos y cientos de personas, es la primera etapa de un proyecto mucho más ambicioso. La idea nació de una serie de preguntas sobre su propia identidad, su vida, su familia, su región y lo que había vivido en ella. Nadie le daba respuesta a estas preguntas y para él era imperante volver sobre los pasos de la memoria para dar cuenta de una reflexión colectiva.

Entonces, la mejor manera de hacerlo, explica, era a través de las huellas que habían dejado los demás. “O sea, era mi manera de involucrarme en la zona. Llegar a un sitio a pie me permitía involucrarme más, me conectaba de forma empática con el entorno y con las personas que vivían ahí. El factor fundamental de este proyecto fue la caminata, porque me permitió llegar a lugares que nunca había pensado, que estaban en la carretera y que por mi curiosidad, mi manera de tomarme el tiempo para hablar con la gente, para entender cada pueblo, llegaron a mí de la mano del propio camino”, relata.

Las otras fases del proyecto, luego de haber tomado más de 10 mil fotografías en el viaje, son la exposición, la publicación de un libro multidisciplinario entre la fotografía y la crónica y la creación de una plataforma que funcione como archivo de la memoria de los habitantes cercanos a la carretera. De esta manera, el proyecto puede perdurar y, además, funcionar como espacio de difusión para otras iniciativas culturales de la región.

La caminata de Miguel Zambrano para descubrir la identidad andina de Venezuela
El cronista Mario Rosales, del pueblo de Tovar, en la región de los Andes, guarda gran parte de la historia y del desarrollo de la carretera Trasandina | Foto: Miguel Zambrano

Para Miguel este camino fue una enseñanza constante y le permitió analizar su propia historia a la par de la historia de muchos otros. En este momento, luego de tanto caminar, de pasar del camino de frailejones a las tierras áridas, de la frondosidad del bosque al infinito de las llanuras secas, comenta que su relación con la zona se ha transformado y es más honesta, más respetuosa y, sobre todo, más auténtica.

“Más allá de la agricultura y la belleza natural, de las tradiciones católicas, del arraigo y la querencia de la tierra, esta zona está marcada por un dolor perenne que traspasa las generaciones. Yo creo que esa cicatriz viene de la pérdida, de la migración interna y del desplazamiento que representó la carretera para muchos. Ese mismo dolor que se hereda yo lo puedo ver, por lo menos, en mi familia y puedo entender ese proceso de desplazamiento de las personas que tuvieron que abandonar su hogar para entregar las tierras a los militares y no recibir ningún tipo de recompensa, ningún tipo de cambio por entregar sus tierras”, dice.

Esa misma marca está presente en muchas familias retratadas en la investigación. Es una cicatriz que no ha cerrado y sigue latente en las generaciones del presente. Por eso mismo, más allá de una simple curiosidad, la investigación de Miguel persigue las respuestas posibles de un pesar que sobrevive al tiempo para que, quizá, al abrir la caja escondida en el mito del progreso se pueda ver el verdadero rostro de una región que tiene mucho que contar.

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