En los tiempos que vivimos, en los cuales la manipulación y el cinismo de los poderosos termina por convertir los discursos antidemocráticos y antiderechos en lo más viralizado, compartido y seguido, es necesario rescatar principios fundamentales para reconstruir una sociedad de personas autónomas, libres e iguales. Lamentablemente, ahora tenemos jóvenes contaminados con ideas retrógradas, que han crecido a la sombra de discursos homofóbicos, sexistas, clasistas, racistas y xenófobos. Jóvenes a quienes les molesta la visibilidad de quienes consideran diferentes y no humanos, que serían capaces de aplaudir a algún líder que proponga que solo deben votar quienes tengan un título universitario y que a los delincuentes no se les respeten sus derechos humanos.
No es posible construir una democracia con semejantes pensamientos. Las ideas conducen a acciones, por tanto, no puede lograrse la igualdad de género pensando que la mujer tiene que permanecer en el hogar, cuidando a los niños, dar paz mental a sus parejas y cediendo el control de su cuerpo a los demás. No es posible construir una democracia abandonando a su suerte a los pobres y a los asalariados, quitándoles sus derechos laborales y sindicales, eliminando el salario y dando bonos para que hoy puedan sólo comer, mientras sean útiles, y mañana, en la vejez o la enfermedad, sean desechados por la maquinaria de la codicia en la que se ha convertido en el entramado empresarial venezolano. Sin trabajo decente, sin contratación colectiva, sin negociación tripartita y sin derecho a huelga los trabajadores son esclavos y la existencia de la esclavitud es incompatible con la democracia.
No es posible construir una democracia y al mismo tiempo pretender sacar a Venezuela de la OEA, de la vigilancia del Sistema Interamericano de los Derechos Humanos, de la Comunidad Andina, del Mercosur o de las Naciones Unidas. Ese aislamiento internacional no es producto del deseo de los países del hemisferio, no nos expulsan, nos auto excluimos, producto de rechazar los estándares internacionales en materia de derechos humanos. Ahora bien, si el gobierno de facto desconoce la voluntad del pueblo a elegir a sus gobernantes por medio del voto, si impide y criminaliza la libertad de expresión, si desconoce el debido proceso, si permite la tortura y el trato cruel a los detenidos, no podemos ser tratados por la comunidad internacional como una democracia plena. La soberanía nacional es inherente a la soberanía popular, una no puede existir sin la otra.
La democracia no es solo una apariencia, un ropaje o una etiqueta. No es un discurso, no es enjuague bucal útil para las fauces de una bestia devoradora de hombres. La democracia significa imperio de la ley, libre circulación de ideas, respeto por las mayorías y garantías para las minorías, es igualdad de oportunidades, son derechos para todos y todas. Es la libertad para tomar decisiones propias sin afectar al prójimo. Es un estilo de vida compatible con la dignidad y el respeto. Hay que educar en democracia, y principalmente, hay que educar a quienes creen que el futuro de Venezuela es convertirse en un cuartel y todos debemos estar uniformados y pararnos firmes ante la voluntad de la bota militar.
Julio Castellanos / jcclozada@gmail.com / @rockypolitica