El 22 de marzo, un grupo de venezolanos exiliados en Colombia, específicamente en Barranquilla, que a duras penas lograron escapar de la maquinaria represiva de la dictadura de Juan Vicente Gómez, redactaron y suscribieron el Plan de Barranquilla. Un texto analítico y programático que describió de forma precisa las cualidades de aquel régimen político y se planteó, por primera vez, qué hacer para destruir tan oprobioso régimen y a los pilares sociales que le daban soporte. Muchos imberbes dirigentes balbuceaban o rebuznaban en esa época que “hombres honrados en el poder y Venezuela está salvada”, la verdad es que con solo la desaparición de Gómez nada cambia, la dictadura sobrevive al dictador porque ese despotismo era una proyección del sistema económico imperante.
¿Qué cualidades tenía esa dictadura? Toda autocracia es síntoma indudable de una enfermedad socioeconómica, en la Venezuela de principios de siglo XX, nuestra clara estratificación social permitía a los sectores pudientes usufructuar y controlar el grueso del ingreso nacional y, para evitar cualquier cambio de esa persistente injusticia, esos sectores se hacen aliados del dictador. Así se hace claro que el gomecismo significaba la alianza entre latifundio y caudillismo. Con el advenimiento de la industria petrolera, se completa el trípode en esta alianza de explotadores: latifundistas – caudillismo – corporaciones transnacionales. La Standard Oil, la Royal Ducht y el Royal Bank, como Chevron el día de hoy, eran los dueños de la hacienda, pagaban y amparaban al bagre, Juan Vicente Gómez, y este, tal cual capataz, daba la ración diaria de latigazos a los venezolanos (los peones). La fórmula para una crisis humanitaria compleja.
El bagre no puede sostenerse sin un río de agua dulce que le sirva de baza. Es inherente a la naturaleza de los regímenes de fuerza derivar en herramientas de los intereses económicos empresariales nacionales e internacionales. Es por ello que las patronales se fortalecen y los sindicatos se ilegalizan y persiguen, los derechos laborales se derogan, la salud y la educación pública se evaporan y a las masas se les sumerge en el vicio y la precariedad. Se corresponde con el interés del explotador que el explotado sea dócil.
El plan de Barranquilla propone entonces que un cambio político que dé al traste con la dictadura supone el inicio de reformas socioeconómicas que permitan eliminar de raíz la estructura de intereses que hace posible la persistencia por más de dos décadas de semejante régimen. Entre otras decisiones, 1) la industria petrolera debe ser controlada por los venezolanos, no por una compañía transnacional con licencia de una potencia extranjera que sólo brindaba beneficios a la coalición dominante. 2) que solo civiles deben ejercer el poder, las Fuerzas Armadas deben obediencia y subordinación a la nación. 3) una intensa campaña educativa, de enseñanza técnica e industrial y autonomía universitaria funcional y económica, 4) garantizar la libertad de expresión y pensamiento hablado y escrito y 5) protección legal para el trabajador y productor de la rapacidad de los explotadores.
Es importante, muy importante, conocer nuestro pasado y entender que, muchas veces, más de las deseadas, la historia se repite. Un conocimiento profundo de nuestra historia quizá no nos haga evitar cometer errores pero sí que pueden ayudarnos a corregir el rumbo cuando otras brújulas no están a disposición.
Julio Castellanos / jcclozada@gmail.com / @rockypolitica