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miércoles 30 de julio 2025
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Julio Balza, un periodista encarcelado por contar a la oposición

 

 

 

Arepa, playa, café y El Ávila, la fórmula perfecta de cualquier venezolano orgulloso de serlo y que el periodista Julio César Balza lleva tatuada en una de sus muñecas. Ahora la ve a diario dentro de su celda, mientras trata de recordar el sabor, el sol, el aroma y la brisa de esos elementos que añora desde el pasado 9 de enero, cuando fue detenido por informar.

Por Sntp

 

 

Aunque todas las alertas estaban encendidas, él siempre confió en que podría volver a casa tras cada evento opositor encabezado por su jefa, María Corina Machado. Incluso cuando las cosas se volvieron más peligrosas, cuando todos le pedían cuidarse y sus papás, un par de viejitos de 67 y 81 años de edad, le echaban la bendición con vehemencia antes de cada salida.

Pero Julio, “es el tipo más valiente del mundo”, como lo describe su novia. Por eso siempre se ofrecía en el trabajo para cubrir esas actividades a las que casi nadie quería ir y que implicaban agilidad, porque su pasión por el deporte y el hábito de subir El Ávila, la montaña más importante del valle caraqueño, lo mantenían en forma por si tocaba correr.

 

 

Ahora trata de mantenerse activo desde la cárcel que le impusieron, acusándolo de al menos dos delitos, sin darle acceso a su defensa privada y sin permitir que su familia conozca con certeza la causa en la lo involucran y su estatus judicial.

 

 

 

En casa lo esperan su papá, el también periodista Julio Balza y su mamá, la señora Rosa. También su novia y su perro Pipo que los primeros días de la detención lloraba junto a la cama de Julio César aguardando su regreso.

Aunque le muestran videos de ambos jugando o paseando antes de la detención, han pasado más de 150 días y la ausencia de Julio César se ha convertido en un hueco en la vida de todos los que aguardan su regreso y el retorno a sus rutinas, como su querido Pipo que lo sigue esperando en su cuarto.

 

 

Los planes con su novia, los paseos con el perro, los juegos de la Vinotinto, los desayunos con sus papás, las caminatas en el cerro. Todo se quedó detenido en el tiempo.

Julio es fanático empedernido de los deportes, de esos que, además de entenderlos y disfrutarlos, memoriza datos de los jugadores, puede hacer pronósticos y recordar detalles exactos de jugadas.

 

 

En su paso por medios como el Nuevo País, sus colegas lo recuerdan como alguien colaborador, con don de servicio y con mucho carisma. Las meriendas y los bochinches de las tardes en la redacción son un recuerdo que baña a quienes trabajaron junto a él.

Y aunque han pasado años y ya tiene 34, sus compañeros de trabajo actual lo describen de la misma manera, como alguien dispuesto siempre, comprometido, familiar y presto para colaborar, incluso en los momentos en los que muchos de sus colegas dentro del equipo de María Corina Machado estaban perseguidos y él se ofrecía voluntariamente para registrar cada momento de calle.

 

 

“Las mejores imágenes que tenemos en la campaña, muchas son de él. Es alguien con mucha sensibilidad con la gente. Es una persona que se integra muy rápido, siempre tiene un chiste, siempre está molestando. En la oficina siempre era esa alma de estar ahí, de unir, de querer hacer planes”, recuerda Claudia Macero, compañera de trabajo y perseguida política.

Ese 9 de enero caminaba solo, como siempre. Llegó repentinamente y trató de no llamar la atención, pero su presencia era un aviso para todos sus colegas de que el evento estaba por comenzar, por eso no pasaba desapercibido.

 

 

Julio César saludaba a todos, preguntaba cómo estaban, si tenían cómo salir del sitio, daba instrucciones silenciosas y se escabullía entre la gente para hacer su trabajo y salir del lugar, pero ese día fue distinto.

Todo anunciaba que sería un día peligroso para los opositores al gobierno de Nicolás Maduro, que al día siguiente sería investido como mandatario, pese a las denuncias de fraude electoral en los comicios presidenciales del 28 de julio de 2024.

 

 

En ese contexto Julio César salió a la calle y apenas María Corina se retiró del sitio él hizo lo mismo, pero no logró escapar de los funcionarios policiales que lo detuvieron en el estacionamiento del Sambil de Chacao, cuando se disponía a volver a su casa, junto a su hermano.

Desde que esos hombres encapuchados se lo llevaron, la información sobre Julio ha sido escasa y depende de la voluntad del Sistema Judicial venezolano que lo mantiene preso, pese a no tener antecedentes penales ni ningún vínculo con hechos violentos o delictivos.

Julio César lo único que hizo fue contar, como es el trabajo de los periodistas. Contar en fotos, en videos y en notas de prensa el paso de María Corina Machado por el país y el acompañamiento de la gente que la sigue.

Ahora, se esfuerza por transmitirle paz y tranquilidad a todos desde su encierro cuando pueden visitarlo, pero se preocupa, claro que se preocupa. Le preocupa la soledad de sus papás, le preocupan los días sin café, sin playa, sin arepas y sin su amado Ávila. Le preocupa que los días de encierro hagan que su perrito Pipo lo pueda olvidar.

 

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