Nicolás Maduro toca su flauta. No para guiar a un pueblo hacia la libertad, sino para llevarlo al despeñadero. Como el flautista de Hamelín, su música no libera. Engaña. No convoca, aunque seduce a algunos. No persuade, embauca. Sus notas son trampas. Sus llamados son falsos. Su destino siempre es el fraude.
Por: Juan Miguel Matheus | La Gran Aldea
Desde hace años ejecuta la misma melodía. Una puesta en escena de negociación, de fingida apertura, de teatro de pluralismo. Y otra vez intenta lo mismo en la actualidad. Montar una farsa. Convocar una supuesta mesa de negociación. Sentarse con sus alacranes. Simular diálogo. Fingir que escucha. Fabricar acuerdos huecos para desactivar la fuerza legítima del pueblo venezolano.
Pero Maduro no quiere dialogar con la nación. Aspira a palabrear con los suyos. Con sus operadores encubiertos o descubiertos. Con quienes han sido cómplices de sus crímenes y de sus trampas. Con quienes, en lugar de enfrentarlo, se arrodillan. Son los mismos alacranes que participaron en la farsa del 25 de mayo de 2025. Figuras sin autoridad ni vergüenza que hoy están cartelizados -son la misma cosa- porque sellaron de nuevo su alianza con el régimen para las supuestas elecciones municipales del 27 de julio de 2025. Pactaron en negociaciones al detal. Aceptaron las migajas de curules que el régimen les regaló. Se prestan otra vez para servir de decorado electoral. Por eso, quiero ser claro y contundente en transmitir una idea: ninguna tarjeta que aparezca en el tarjetón del CNE tiene cualidad opositora y sus personeros carecen de aptitud para negociar en nombre del pueblo de Venezuela.
Maduro repite un viejo libreto. Simula, divide, confunde. Se fabrica interlocutores. Controla los tiempos. Manipula el lenguaje. Excluye a los legítimos representantes. Desconoce a María Corina Machado, desconoce a Edmundo González, desconoce a la Plataforma Unitaria Democrática, desconoce la soberanía expresada el 22 de octubre de 2023 en la elección primaria y, finalmente, desconoce la victoria popular del 28 de julio de 2024. Pretende ignorar el mandato de millones y la dignidad de un país que despertó a la democracia.
Como el flautista del cuento, Maduro embelesa con una música sin alma. Promete salidas. Invita a confiar. Finge generosidad, flexibilización y reformas. Pero su ruta no es de redención, sino de control. No es de reconciliación, sino de sometimiento. Quiere llevarse consigo lo que queda de la esperanza, de la palabra pública recta. Su flauta no anuncia, por tanto, el fin del autoritarismo, sino otro engaño.
Pero Venezuela ya no es la misma. El 22 de octubre de 2023 fue un grito de conciencia cívica. El 28 de julio de 2024 fue una victoria de ciudadanía. El pueblo eligió a su líder y luego respaldó a su candidato para convertirlo en Presidente electo. Se plantó ante el poder y lo venció en las urnas. Esa voluntad es inviolable. Esa decisión es irreversible.
Por eso Maduro teme. Por eso encarcela. Por eso persigue. Por eso destierra. Por eso inventa una nueva negociación. No puede ganar, no puede convencer, no puede competir. Sólo puede engañar.
Pero esta vez no pasará. Los venezolanos están alertas. No habrá más farsas. No más simulaciones. No más traiciones disfrazadas de diálogo. La única negociación válida es la que respete al pueblo, que incluya a sus verdaderos voceros y que parta de la verdad de los resultados del 28 de julio de 2024. La que no excluya a María Corina, ni margine a Edmundo, ni humille a la Plataforma Unitaria Democrática. Cualquier intento de diálogo que ignore esa legitimidad es una estafa. Cualquier mesa montada con alacranes es una burla. Cualquier firma sin justicia es otro pacto de impunidad.
La comunidad internacional no puede dejarse encantar por esa música. Debe cerrar los oídos a la flauta de Maduro. Debe abrir los ojos a la realidad. No puede bendecir otra trampa. No puede legitimar una mentira. Tiene el deber de respaldar la unidad legítima. Debe exigir condiciones reales. Debe rechazar a los impostores.
El flautista de Hamelín criollo toca. Pero ya no hipnotiza. Ya no arrastra. Ya no divide. El pueblo está despierto. El pueblo eligió. El pueblo no lo seguirá.