El mundo sabe, no porque yo lo diga, sino por hartas pruebas, investigaciones, testimonios, que el chavismo y su camarilla de bandidos, muy buenos para todo lo malo, ilegal y perjudicial para la sociedad, se ingeniaron la forma de hacerse del poder para luego secuestrarlo, con el escudo de la justicia social y demas falsedades comunistoides, convirtiendose en la plaga, en la peste más indeseable del planeta.
Como muestra muchos botones, el Cartel de los Soles, junto con los cárteles mexicanos de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación, así como la megabanda el Tren de Aragua son hoy por hoy una amenaza real y perseguida por las instituciones de seguridad de varios países y en todas estas redes criminales el chavismo está involucrado, hasta en los juicios del Chapo Guzmán se mostraron pruebas de ésto.
El Cartel de los Soles opera en los departamentos fronterizos de Vichada, Guainía y Arauca entre Colombia y Venezuela. En estas regiones, hay alianzas con guerrilleros colombianos y cárteles mexicanos, con el objetivo de establecer y fortalecer rutas marítimas para el tráfico de drogas hacia Estados Unidos y Europa, además de facilitar el contrabando de oro y otros minerales de origen ilícito provenientes de la Guayana venezolana.
Cada vez con más detalles se develan rutas, socios y modus operandi de este submundo delictivo, recientemente Carlos Lehder, uno de los fundadores del temido Cártel de Medellín, acaba de confirmar lo que durante décadas muchos se atrevieron a sospechar pero pocos lograron documentar: el narcotráfico continental no solo fue negocio de mafias, sino una estrategia de Estado. Y su génesis está en La Habana. En una explosiva entrevista concedida a Martí Noticias, Lehder, quien pasó más de 33 años en cárceles estadounidenses, reveló que fue invitado por la dictadura de Fidel Castro para establecer rutas de cocaína desde Cuba hacia Estados Unidos. No se trató de un desliz de algún burócrata corrupto, sino de una política de alto nivel orquestada por los hermanos Castro, con implicaciones que aún sacuden a la región. Según Lehder, aunque él se apartó del acuerdo inicial, sus socios Pablo Escobar y Gustavo Gaviria aprovecharon y convirtieron a la isla en una autopista del narcotráfico, todo con el visto bueno del régimen cubano. Cuba pasó así de refugio revolucionario a plataforma logística del crimen transnacional, bajo la mirada cómplice de quienes decían defender la dignidad de los pueblos oprimidos. Y cuando los tentáculos del narco empezaron a alcanzar al propio Fidel, este ejecutó una jugada brutal: la Causa 1 de 1989, en la que condenó a muerte al general Arnaldo Ochoa y otros militares, no fue un acto de justicia, sino una cortina de humo. Lo confirma Enrique García, ex oficial de inteligencia cubano: Fidel montó ese espectáculo para desviar la atención de una investigación federal que lo señalaba directamente.
Pero el virus del narcoestado no se detuvo en Cuba. Chávez, el alumno predilecto de Fidel, heredó mucho más que discursos encendidos, replicó el modelo criminal en Venezuela. Así nació el arriba mencionado Cartel de los Soles, una estructura mafiosa insertada en las Fuerzas Armadas Bolivarianas que convirtió a Venezuela en la principal ruta de cocaína hacia Europa y EE.UU. Ya no es teoría de la conspiración: informes de la DEA, Naciones Unidas y múltiples organismos internacionales han documentado cómo el régimen chavista y ahora madurista ha hecho del narcotráfico su columna vertebral económica y geopolítica. El objetivo es claro, inundar de drogas a Occidente para debilitarlo desde adentro, mientras financian la represión, el clientelismo y la expansión de un proyecto totalitario que trasciende fronteras. Es una guerra silenciosa, camuflada de retórica antiimperialista y sostenida con dólares manchados de sangre. Hoy Lehder lo dice sin ambages, todo esfuerzo por denunciar a la dictadura castrocomunista es altamente recomendado y merecido. Su testimonio, lejos de ser anecdótico, es una pieza clave para entender cómo el castrismo, el chavismo y el narcotráfico son partes de una misma maquinaria de destrucción. La comunidad internacional ya no puede seguir mirando a otro lado. El narcoestado no es un recurso retórico, es una estructura real, criminal, exportadora de drogas y de terrorismo. Y su epicentro histórico está en La Habana, con ramificaciones profundas en Caracas y varios estados de Venezuela. Reflexiono desde la cárcel del exilio, negarlo es complicidad, callarlo es traición, delatarlos es un deber y eso es nuestro compromiso, seguir denunciando a esos crueles criminales que han secuestrado todo un país y lo han colocado al servicio del narcotráfico internacional.
Sin duda la única vía es arrancarlos del poder, de cualquier manera ya que han demostrado de todas las formas posibles que no saldrán por la vía democrática, de elecciones, acuerdos o tratos.
¿Qué faltará para convencer a muchos de que esto es así? no paremos, continuemos en este frente contra el comunismo de pacotilla y todas sus acepciones sin pausa, es mi enfoque mi propósito de vida, sin parar y con lo único que me queda MI PLUMA Y MI PALABRA
José Gregorio Briceño Torrealba
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