Cuando el silencio se impone entre potencias, es porque el estruendo que vendrá ya ha sido pactado. Un conflicto anunciado desde la sombra.
La historia reciente nos enseña que las guerras no estallan por sorpresa. Se gestan en las salas oscuras del poder, se alimentan de omisiones y se legitiman con silencios. Tal es el caso de la actual confrontación entre Israel e Irán: una guerra que, a primera vista, parece un conflicto más en el Oriente Medio, pero que en realidad es la punta visible de un iceberg geopolítico que toca a Moscú, Beijing y Washington.
Israel no atacó a Irán solo. No lo hizo únicamente porque “no tuvo opción”. Lo hizo porque podía, porque alguien lo permitió, y porque muchos (especialmente los que dicen promover la paz) callaron de forma tan precisa que su silencio sonó como un respaldo tácito.
¿Qué desató el conflicto?. Desde el asesinato de Mohsen Fakhrizadeh hasta los ataques aéreos sobre instalaciones nucleares, el conflicto Israel-Irán ha sido escalonado con precisión quirúrgica. Pero no se trata de una simple escalada militar. Se trata de dos visiones irreconciliables de orden regional: Israel, impulsado por su doctrina de seguridad total y su necesidad de impedir que Irán adquiera capacidades nucleares, ha activado un nuevo ciclo de acción preventiva. Irán, por su parte, percibe cada ataque como una violación a su soberanía y una provocación directa para desestabilizar su régimen.
Pero esta guerra no se puede leer sin tres claves mayores que se esconden en el telón de fondo: el papel inusualmente pasivo de Rusia, el silencio absoluto de China, las distracciones diplomáticas de EE.UU. y la alianza tácita entre estos tres actores con Israel.
Rusia: del ajedrez a la geometría del conflicto
Mientras Israel bombardea con drones y misiles, Rusia parece observar con una calma que raya en lo calculado, ¿por qué?. Porque Rusia ha utilizado la guerra en Oriente Medio como una válvula geoestratégica para desviar la atención de Ucrania. Porque le conviene que Irán, uno de sus aliados tácticos, sea contenido y debilitado sin que Moscú tenga que mancharse las manos. Porque cada misil lanzado sobre Irán desvía recursos del régimen iraní que, de otro modo, apoyarían más a Rusia de manera incómoda en su guerra con Occidente. Vladimir Putin entiende que la neutralidad puede ser más rentable que la intervención.
El silencio de China no es pasividad: es complicidad estratégica
Mientras tanto, el silencio absoluto de China ha pasado prácticamente desapercibido para el análisis global. Pero este silencio no es gratuito. China tiene tres razones fundamentales para no pronunciarse:
-Tecnología e innovación israelí: Israel es uno de los mayores proveedores de tecnología avanzada para China, especialmente en IA, ciberseguridad y biotecnología.
-Acceso a Medio Oriente: Israel representa una puerta logística al Mediterráneo para la Franja y la nueva Ruta de la Seda. Su puerto en Haifa (gestionado por empresas chinas) es pieza clave en la expansión marítima china.
-Balance del tablero: China no ve a Irán como una ficha que deba defender a toda costa, sino como un actor más que puede ser intercambiado si el beneficio geoeconómico lo justifica.
¿Apoya China a Israel?, no lo dice. Pero lo demuestra con cada contrato firmado y cada palabra que decide no pronunciar.
La triada invisible: Israel, Rusia, China
Detrás del conflicto Israel-Irán emerge una alianza no oficial, pero funcional, entre tres potencias que supuestamente están en bandos opuestos: Israel provee inteligencia, tecnología y acceso a Occidente. Rusia permite las acciones israelíes sobre Siria e Irán a cambio de mantener su hegemonía energética. China financia y comercia en silencio, consolidando infraestructura y rutas sin levantar sospechas. Esta triada ha comprendido una verdad incómoda: los enemigos declarados son menos peligrosos que los aliados en silencio.
¿Y Estados Unidos?
Estados Unidos, bajo la presidencia de Donald Trump, no solo observa: activa, negocia y juega simultáneamente en múltiples tableros. Trump ha reactivado su doctrina de presión máxima sobre Irán, pero esta vez lo hace con menos despliegue militar y más delegación táctica a Israel. El mensaje es claro: que otros hagan el trabajo sucio, mientras Washington capitaliza políticamente el resultado.
Estadísticas que no se quieren ver
Israel exportó más de $ 1.4 mil millones de tecnología militar a Asia en 2024. El comercio bilateral entre Israel y China superó los $ 22 mil millones en 2023. Rusia permitió más de 85 ataques aéreos israelíes sobre Siria sin intervención directa desde el año 2022.
Estos datos no mienten, solo muestran que mientras el mundo de los todólogos discute en Twitter, los grandes pactan en silencio.
No se trata solo de Israel o Irán. Esta guerra es una válvula de escape, una cortina de humo y una pieza más del rompecabezas multipolar que se está reconfigurando. La pregunta no es quién ganará la guerra, sino quiénes ya ganaron mientras todos miraban hacia otro lado. Y mientras China guarda silencio, Rusia permite a Israel actuar, el mundo asiste a una nueva geopolítica donde el silencio ya no es neutralidad: es poder.
Cierro. El nivel de estupidez de los que irracionalmente en Occidente practican el lenocinio a favor de Alí Khamenei y su teocracia criminal en redes es sólo proporcional a un concurso para elegir al eslabón perdido. Estamos, otra vez, frente a horas críticas que seguirán moldeando el Oriente Medio.
Un amigo me informa que alguien le ha sugerido «tener cuidado conmigo» porque soy una suerte de «arma de doble filo». El muy mononeuronal denunciante cree que mi afirmación que Rusia ha vencido a Ucrania la hago por ¡»ser un agente ruso»!. El nivel de imbéciles opinando de temas estratégicos sin haber dedicado cinco minutos de su vida a estudiar la geopolítica y la guerra es la única explicación que tengo para tamaña suma de idioteces.
@J__Benavides