La ciudad de San Diego, en Carabobo, enfrenta una coyuntura política que demanda una reflexión profunda y la búsqueda de alternativas reales para superar la crisis de gestión y representación que ha caracterizado los últimos años. La candidatura de León Jurado simboliza, para muchos, una continuidad de un mal gobierno que ha dejado más sombras que luces en la administración municipal. Su desempeño como Alcalde ha sido motivo de descontento y frustración, y seguir apostando por él implica perpetuar un ciclo de ineficiencia y desconfianza ciudadana. Ojo, y esto no tiene nada que ver con su valía como hombre de leyes y de buena familia; pero en lo político ha demostrado no ser un buen gobernante ni mucho menos un buen candidato.
Es fundamental reconocer que el chantaje de la unidad política no puede seguir siendo un obstáculo para seleccionar a los mejores candidatos. La oposición debe romper con la lógica de simplemente evitar la dispersión del voto a costa de sacrificar calidad y propuestas. La unidad sin criterios claros, puede fomentar la mediocridad y cerrar las puertas a nuevas ideas que realmente impulsen un cambio positivo en la gestión municipal.
La elección de un candidato no debe basarse únicamente en la necesidad de enfrentar al chavismo o cualquier otra fuerza política. En el caso de la candidatura de Marcos Campos Flores, aunque es una opción que podría competir con posibilidades reales, su triunfo no debería ser visto como un desastre político de la oposición, sino como un acto de democrático dónde ganan unos, y pierden otros.
El gobierno municipal de San Diego requiere ideas innovadoras que respondan a las necesidades reales de la población. Más allá de la crítica a Jurado, es imprescindible que los otros dos candidatos opositores: JG. Ruiz y Leonzo A., ofrezcan un plan coherente y viable que garantice una mejor administración, transparencia y una gestión eficiente de los recursos. La ciudadanía merece candidatos que inspiren confianza y que estén comprometidos con el desarrollo sostenible de la localidad.
Además, la oposición debe evitar caer en la trampa del discurso simplista que reduce la elección a un enfrentamiento ideológico o a un rechazo automático del oficialismo. La política local necesita un análisis más profundo y responsables propuestas que atiendan temas como la seguridad, la infraestructura, la salud y la educación, áreas que han sido descuidadas y que afectan directamente la calidad de vida de los habitantes de San Diego.
Es vital que el electorado tenga acceso a información veraz y completa sobre las opciones que existen, para que pueda tomar una decisión informada y consciente. La democracia se fortalece cuando hay pluralidad y cuando la ciudadanía siente que sus voces son escuchadas y respetadas, no cuando se impone la unidad a cualquier costo.
En conclusión, San Diego está en un momento decisivo, y serán los VOTOS lo que definan su futuro. La urgencia de cambiar no puede ser una excusa para elegir lo mismo disfrazado de alternativas. Se deben seleccionar candidatos o proyectos que representen un verdadero cambio, que tengan capacidad, compromiso y visión para gobernar con responsabilidad. Solo así se podrá construir un municipio más justo, próspero y en paz.
Por último, la oposición tiene la responsabilidad de superar la vieja lógica del chantaje a la unidad y apostar por la calidad, la diversidad de ideas y la verdadera competencia política. La transformación de San Diego está en juego, y la ciudadanía reclama un liderazgo que esté a la altura de sus aspiraciones y necesidades. Así lo veo.
@IvanLopezSD / IvanLopezSD@gmail.com