
Temblando. Así entró esta madre indocumentada al hospital el día de su cesárea, el pasado 1 de mayo. Y no solo por la cirugía: temía que alguien la reportara al Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, en inglés). Era un miedo compartido, porque iba acompañada de su marido, también indocumentado.
“Entramos con miedo y salimos con miedo”, recuerda esta inmigrante guatemalteca de 31 años, quien para evitar ser localizada pide ser llamada Josefina. “Y al final, el miedo nunca se fue», dice, «porque luego se llevaron al papá del bebé”.
El arresto no ocurrió en el hospital, sino dos semanas más tarde, el 15 de mayo, cuando después del trabajo el hombre fue a comprar algo a la abarrotería apenas a una cuadra y media de su casa. Caminaba junto a otras dos personas cuando tres patrullas policiales los rodearon y les pidieron los papeles, relata.
Tras pasar la noche angustiada sin saber qué había sido de él, al día siguiente, alrededor de la 1 de la tarde, su marido le llamó para decir que había sido detenido. Ella no recuerda el nombre del centro donde estaba encerrado, sólo que le dijo que debía pagar 350 dólares para ser liberado.
«Voy a regresar», cuenta ella que le dijo, «porque primero Dios aquí no me van a llevar más lejos y tengo que regresar por mi bebé». “Vaya a pagar la fianza para que me dejen libre», agregó su esposo. «Y yo fui», dice ella, que pidió prestados los 350 dólares.
La persona a la que le pagó la fianza le dijo que le iban a soltar a las 24 horas, pero dice, no lo soltaron. «Luego me dijeron que esperara las 48 horas. Entonces a las 48 horas sí lo sacaron, pero para ser llevado a Inmigración”, cuenta.
“Y me dio tristeza porque ya me había dicho toda la gente que al que se lo llevan, ya no regresa”, se lamenta en conversación con Noticias Telemundo desde su pequeño apartamento en Florida.
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