Ronsuelvic Cavalieri llegó a Nuevo México sin dominar el idioma ni planes a largo plazo y tampoco imaginó que algún día tomaría las riendas de un negocio con sello criollo. Pero en el momento menos esperado, la caraqueña encontró en lo cotidiano un nuevo camino. Su búsqueda de estabilidad se convirtió en una oportunidad para aprender, reinventarse y encontrar un hogar lejos de su tierra natal.
Limpiaba oficinas durante la noche y también tuvo otros trabajos arduos para ganarse la vida, pero nunca se rindió. Su ímpetu y resiliencia le permitieron crear Latin Flavor, un nombre que se hizo popular en la comunidad que la ha visto evolucionar. Rodeada del apoyo de su familia, ahora cuenta con un restaurante y un food truck que son referencia en la escena culinaria de Albuquerque.
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Cuando Ronsuelvic dejó Caracas en 2015, lo hizo como miles de otros migrantes: empujada por una economía colapsada y una sensación generalizada de incertidumbre. “Se estaba viviendo una situación tan difícil para conseguir todas las cosas en general y todo se tornaba muy incómodo y mucha incertidumbre”, reveló a La Patilla.
Llegar a Estados Unidos fue empezar de cero. Ni el idioma ni la experiencia previa facilitaron las cosas. “Recuerdo que me tocó trabajar como todo migrante en áreas muy pero muy diferentes a lo que venía acostumbrada”, contó. Durante un tiempo limpió oficinas, trabajó en banquetes y como asistente en una escuela. La rutina era exigente, pero sembró una disciplina que luego sería clave.
La cocina apareció como una vía inesperada. Nunca pensó en tener un negocio gastronómico. Pero la curiosidad y una afición por el pan la llevaron a probar recetas en casa, ayudada por videos de YouTube. “Soy una amante del pan”, admitió. Pronto sus vecinos comenzaron a interesarse en sus productos. Empezó vendiendo desde casa, hasta que vio que era momento de formalizar el emprendimiento.
Así fue como se inscribió en una organización local que apoya a mujeres emprendedoras. Cumplió cada requisito para legalizar su emprendimiento y en 2017 nació Cacho’s Bistro, su primer proyecto bajo ese nombre. Comenzó vendiendo en un Farmer Market local hasta que, poco a poco, el negocio fue ganando visibilidad.
Sazón criolla en Albuquerque
En 2020, a pesar de la llegada del Covid-19, recibió una propuesta para abrir su primer restaurante en un food hall. “Habían probado mi comida del Market y querían brindarme la oportunidad de tener mi primer restaurante, el cual arrancó en pandemia y de ahí no hemos parado. Una gran experiencia que nos dejó un gran aprendizaje”.
Contra todo pronóstico, Cacho’s logró mantenerse a flote. Y no solo eso: encontró su espacio en una ciudad cada vez más abierta a sabores distintos.
Más adelante, llegó el momento de ampliar el menú. “Anteriormente con la marca Cacho’s solo vendía empanadas y cachitos”, explicó. El nombre Latin Flavor surgió del deseo de incluir más opciones de la gastronomía venezolana. La idea no era solo vender más platos, sino representar mejor la identidad criolla.
El trabajo en cocina se convirtió en una tarea de equipo. El emprendimiento también se ha sostenido gracias al respaldo y esfuerzo constante de su núcleo más cercano. “Dándole gracias a Dios por tener el apoyo de mis hijos, esposo y hermana. Sin ellos no hubiese sido posible mantener esta aventura en el tiempo”, dijo.
Actualmente, Latin Flavor cuenta con un restaurante en la emblemática Ruta 66. Además, tienen el food truck que lleva sus deliciosos sabores por distintos puntos de Albuquerque. “Nos paramos en varias cervecerías muy conocidas aquí, también asistimos a eventos en parques y mercados locales”, detalló.
La sazón reina en Latin Flavor, un espacio que refleja la fusión entre tradición y cultura. Ronsuelvic tiene el don, y a su vez la responsabilidad, de preparar cada plato que ofrecen y durante mucho tiempo se dedicó a crear un menú “venezolano-americano” que incluye: arepas, empanadas, cachapas, tequeños, plátanos, pabellón, hamburguesas, alitas y papitas fritas.
Un bocado a la vez
Entender al comensal local sin perder autenticidad fue un reto que afrontó con astucia para salir adelante. “En el caso de las arepas y empanadas tengo productos que me tocó adaptar al paladar burgueño agregándole el famoso green chile. Los tequeños y cachapas están elaborados con queso venezolano que lo traigo de Houston”, indicó.
Por esta razón, confesó llena de orgullo que la respuesta del público ha sido una motivación muy valiosa. Ver a personas de distintas culturas acercarse a sus platos le da sentido al trabajo diario. “Me enorgullece demasiado y es muy gratificante dar a conocer nuestra gastronomía y aún más cuando la gente vuelve y dice: ‘quiero comerme otra vez una reina pepiada o una empanada con chile, ese crocante me vuelve loco’”.
Desde su perspectiva, este largo camino como emprendedora le ha dejado gratas experiencias. Como mujer venezolana al frente de un negocio propio en otro país, Ronsuelvic desafió adversidades y superó límites inimaginables con buena actitud.
“La verdad nunca pensé verme en esto, pero la vida te pone retos y considero que para mí no ha sido imposible, cada día que pasa me doy cuenta que las limitaciones nos las ponemos nosotros mismos. Todo lo que se haga con pasión será posible”.
Lejos de conformarse con el alcance y reconocimiento en la ciudad más grande de Nuevo México, la familia de Latin Flavor mira hacia adelante con propósito y espera que su propuesta de comida criolla pueda lograr nuevas hazañas con unidad, compromiso y mucho sabor.
“Tengo proyectos a largo plazo que estamos trabajando, hemos trabajado en función a seguir creciendo y eso es lo que se viene, muchas cosas buenas. Como dije anteriormente, lo que se hace con pasión siempre obtendrá resultados exitosos y por supuesto siempre creyendo en uno mismo”, enfatizó.
