Esta breve nota biográfica tiene un giro inesperado al final. Luego de un apretado resumen de la intensa vida pública e intelectual de Rufino Blanco Fombona en los últimos párrafos, emerge un episodio singular. Allí se narra un insólito desafío de duelo. A la usanza del siglo XIX, cuando ya parecía cosa lejana en 1936.
La puesta en escena de estos duelos, se iniciaba con un reto formal y requería la intervención de padrinos o testigos, quienes acordaban las condiciones del enfrentamiento: lugar, fecha, tipo de arma, número de disparos o lances, y otras reglas específicas.
Aunque estaba prohibido por la ley, en algunas personas esa añeja práctica persistía como demostración de valentía, hombría y defensa del honor lastimado. Y, formó parte de la violenta cultura decimonónica, especialmente entre militares, políticos, escritores y miembros de las élites de entonces.
Rufino Blanco Fombona fue un intelectual y diplomático venezolano con cargada presencia en la vida política del país durante la primera mitad del siglo XX. Antes de terminar la carrera de Derecho y Filosofía en la Universidad Central de Venezuela, en 1891 se incorporó a la Academia Militar y al año siguiente formó filas en la Revolución Legalista liderada por Joaquín Crespo. Triunfante con la gesta, fue nombrado cónsul en Filadelfia, donde comenzó a escribir y publicó Patria. Su primera obra poética.
Al regresar a Caracas en 1895, se incorporó al equipo de colaboradores de El Cojo Ilustrado. Pero al poco tiempo se va a Europa a cumplir distintas misiones diplomáticas. Regresó al país en 1898 y publicó en su primer libro Trovadores y trovas.
Al llegar Cipriano Castro al poder, gobernó el Zulia y luego el Territorio Federal Amazonas, donde enfrentó al monopolio del caucho. Terminó preso en Ciudad Bolívar. Encierro que le permitió escribir una de sus novelas más conocidas, El hombre de hierro.
Durante la dictadura gomecista fue parlamentario y, ante sus críticas al régimen paso un año en la Rotunda. Y de aquí, en 1910, salió al destierro hasta su regreso en 1936. En esas dos décadas no le dio descanso a su actividad literaria.
Roberto J. Lovera De Sola lo resumió para el diccionario de la Fundación Polar de esta manera: “En la Península siguió escribiendo. De esos años datan su panfleto antigomecista Judas Capitolino (1912); 2 tomos de su diario La novela de dos años (1929) y Camino de imperfección (1933); varios estudios críticos como los que aparecen en Grandes escritores de América (1917) o en El modernismo y los poetas modernistas (1929); crónicas como las que se insertan en La lámpara de Aladino; o estudios históricos como El conquistador español del siglo XVI (1921). En 1925, su nombre fue propuesto para el otorgamiento del Premio Nobel de Literatura.”
En 1936 el general López Contreras lo nombró presidente del estado de Miranda. En 1939 ingresó como miembro numerario a la Academia Nacional de la Historia. En los últimos años de su vida, realizó diversas investigaciones acerca del Libertador: Bolívar y la lucha por la muerte, El espíritu de Bolívar y las Mocedades de Bolívar. Fue profesor en la Gran Logia de Masón. Falleció disfrutando un viaje por Argentina. Sus restos fueron repatriados y depositados en el Cementerio General del Sur en diciembre de 1944 y el 23 de junio de 1975, fue llevado al Panteón Nacional.
El célebre reto a duelo. *
En agosto de aquel 1936, mientras ejercía la presidencia del estado Miranda, Rufino Blanco Fombona protagonizó un incidente que, aunque no concluyó en violencia, evidenció su carácter vehemente y su concepción anacrónica del honor. Según versiones difundidas en Caracas, el doctor J. Arocha Moreno lo habría expulsado con desprecio de su residencia, en medio de una discusión vinculada al expediente de un individuo apellidado Meneses. La versión, real o infundada, afectó el orgullo del diplomático.
El 10 de agosto, Blanco Fombona hizo pública una carta en la que retaba a Arocha Moreno a un duelo. El texto, redactado con tono desafiante, incluía expresiones como: “¿Se hace usted responsable de lo que dicen quienes gobiernan su escasa mentalidad?”. A continuación, proponía un enfrentamiento con armas de fuego: cinco disparos a veinte pasos de distancia, avanzando cuatro pasos por cada disparo, en estricta reserva, con dos testigos por parte. Además, declaraba su renuncia inmediata a la presidencia del estado si el reto era aceptado.
La provocación circuló ampliamente a través de hojas sueltas y generó reacciones en distintos sectores de la sociedad. Samuel Camacho Rodríguez llevó el caso ante la Corte Federal y de Casación, acusando a Blanco Fombona de instigación al delito. Sin embargo, el 20 de agosto, el alto tribunal desestimó la causa, con el voto salvado de los magistrados Ramón Parpacén y Pedro Loreto A.
El duelo no se realizó. Pero el episodio ilustró, una vez más, la tendencia de Blanco Fombona a trasladar los códigos del siglo XIX al convulso escenario político republicano del siglo XX. En una época marcada por la consolidación de las instituciones y el rechazo a la violencia privada, su gesto resultó más teatral que efectivo.
* Tomado de la Colección del Pensamiento Político Venezolano el Siglo XX. Gobierno y Época de Eleazar López Contreras. El Poder Judicial y la Política. pp. 403 – 419