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lunes 23 de junio 2025
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espectro trabajador al borde del abismoFreddy Marcano: La clase mediaOpinión

Freddy Marcano: La clase media, espectro trabajador al borde del abismo

La sociología política en Venezuela se enfrenta hoy con una imagen deteriorada de la que alguna vez fue la orgullosa clase media, esa aspiración moderna que un pensador y sociólogo como Max Weber identificó como parte de una estructura estratificada, capaz de acceder a la educación, al consumo y al mérito como vía de movilidad social. Sin embargo, esa narrativa que tomó años desarrollar se ha desplomado como un castillo de naipes en estos 25 infames años. Hoy, las clases medias han mutado en un proletariado de cuello blanco, con títulos colgados en paredes que no les garantizan comida, salud ni techo propio. El sueño meritocrático, aquella promesa weberiana de progreso individual a través del esfuerzo, ha sido devorado por la precarización y la fragmentación económica.

También podemos mencionar a Georges Gurvitch, sociólogo Ruso-Francés que hablaba del conflicto entre clases como una dialéctica en constante tensión, donde las estructuras jurídicas e institucionales debían mediar. Sin embargo, ¿qué mediación cabe cuando el Estado mismo ha desertado de su papel de árbitro? La clase media, otrora beneficiaria del pacto democrático y del ascenso económico, se ha convertido en una clase intersticial, atrapada entre la pobreza que la acecha y la riqueza que se aleja de su perímetro como si fuese un espejismo. Sin cultura política sólida, sin representación real, sin partido que la defienda, se desplaza sin rumbo en la escena política y pública, consumiendo promesas de derecha o izquierda, según el viento de la desesperación.

Rómulo Betancourt, desde su visión de modernización democrática, veía a la clase media como el sostén fundamental de la institucionalidad y la estabilidad de nuestro país. Pero esa clase media ya no sostiene absolutamente nada: ella simplemente sobrevive. Trabaja jornadas dobles o triples, vive endeudada hasta las cejas, y se aferra a las redes sociales como único espacio de catarsis. El ciudadano ilustrado que defendía la democracia se ha convertido en un cliente cautivo del mercado y un votante ocasional sin horizonte. La escuela pública no educa, el empleo formal no protege, y el sistema político la observa con indiferencia o, peor aún, con desprecio.

En nuestro análisis, diría que esta clase media no es más que una ficción sostenida por el crédito y el autoengaño, un cadáver laboral maquillado para no espantar a los mercados. Y es cierto. En países donde el Estado se ha retirado, y la economía se dolariza sin reglas, la clase media no asciende: resiste, o cae. La diferencia entre un profesor universitario y un mototaxista no es el conocimiento, sino el acceso a los dólares del día. La precarización ha borrado las jerarquías simbólicas, y ha dejado a todos, letrados o no, peleando por el mismo plato.

Pero aun en este panorama árido, la reconstrucción es posible. La salida no vendrá desde arriba —ni del Estado benefactor perdido ni del mercado que nunca prometió justicia—, sino desde una rearticulación social y política de base. Esta nueva clase media empobrecida debe organizarse como sujeto colectivo, no solo como víctima individual. Retomar la calle, el sindicato, el centro de estudiantes, la junta vecinal. La solución, quizá sea, repolitizar lo cotidiano, exigir transparencia, educación pública de calidad, salarios dignos y un modelo económico que no excluya. Solo a través de una nueva conciencia de clase —una conciencia que combine la formación política, la acción organizada y la construcción de alternativas económicas solidarias— podrá la clase media dejar de ser esa figura espectral entre la nostalgia y el abismo. No se trata de volver al pasado, sino de construir un nuevo pacto: uno donde la dignidad no dependa del apellido, del dólar o del silencio.

@freddyamarcano

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