
Nasser El Sonbaty, apodado El mago de la verdad, quedó en la historia del fisicoculturismo no solo por sus logros competitivos y físicos fuera de lo común, sino también por su enfoque intelectual y su valentía para denunciar públicamente los vicios y la corrupción imperante en la disciplina por aquel entonces. Nacido en Stuttgart, Alemania, hijo de padre egipcio y madre serbia, El Sonbaty encarnó desde temprano la fusión entre el rigor académico y la búsqueda de la perfección física.
Por Infobae
“Deporte más educación, siempre supe que era la mejor combinación posible”, aseguraba en distintas entrevistas como en la brindó a Bodybuilding.com. Y esa convicción de que el conocimiento debía acompañar al desarrollo corporal marcó su carrera en un entorno donde, según sus palabras, pocos entendían el valor de la formación intelectual.
El Sonbaty pesaba más de 130 kilos y medía 1 metro 80, con una presencia imponente en los escenarios de competencias internacionales. Debutó en el fisicoculturismo siendo aún adolescente, en 1983, pero nunca dejó de lado sus estudios universitarios. En 1992 se licenció en Historia, Ciencias Políticas y Sociología, y dominaba siete idiomas: serbio, inglés, árabe, francés, italiano, español y alemán.
El camino en la élite del fisicoculturismo fue largo y exigente. Participó en 53 concursos durante 22 años de carrera profesional, sumando seis victorias y clasificando en los primeros tres lugares en 33 ocasiones. Su debut en la máxima categoría, el Mr. Olympia, se produjo en 1994. Allí obtuvo un séptimo puesto, pero rápidamente se consolidó como un candidato serio a conquistar ese título.

El Sonbaty defendía abiertamente la idea de que la excelencia física debía ir acompañada de la excelencia intelectual. El deportista solía subir al escenario con sus distintivas gafas de montura metálica, símbolo de su perfil atípico en un ambiente donde predominaba el culto al cuerpo sobre la mente.
En 1995, El Sonbaty vivió una temporada especialmente fructífera y llegó al Mr. Olympia con un físico que muchos calificaron de impecable, perfilando esa edición como su gran oportunidad para destronar al histórico Dorian Yates. Sin embargo, los jueces solo le concedieron el tercer puesto. La decepción fue aún mayor al año siguiente: aunque repitió esa posición, fue luego descalificado por dar positivo en una prueba de diuréticos, sustancias utilizadas para eliminar líquidos y aumentar la definición muscular.
“La injusticia en el juzgamiento me resultó evidente a partir de ese momento”, relató El Sonbaty. En 1997 volvió a estar a punto de ganar pero terminó segundo, situación que detonó su enojo con el funcionamiento interno del deporte: “Me ha ganado un hombre con un vientre de una embarazada de seis meses. Ha sido el mayor atraco del siglo XX. No tengo ninguna duda sobre lo que sucede en este deporte”. La crítica no solo apuntaba a criterios técnicos, sino a la manipulación y el favoritismo en los fallos de los jueces.
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