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Fernando PinillaOpinión

Fernando Pinilla: Un drama que nada lo maquilla

Existe un drama en Venezuela que no lo maquillan intercambios, liberaciones parciales en extrañas circunstancias con supuestos mediadores cuya credibilidad es del color y olor del río Guaire: ser preso político y mucho más si jugaste algún papel el 28J. Para ellos significa vivir en el margen absoluto de la legalidad y de la humanidad. 

Quienes terminan en la oscuridad del sistema judicial no solo son privados de libertad, también se les arrebata el derecho básico a la defensa privada, a un debido proceso, a la posibilidad de demostrar su inocencia. Con frecuencia, el destino de estos hombres y mujeres se confunde con la sombra de la desaparición forzada: familias que no saben dónde están, que pasan días o semanas sin noticias, que enfrentan la angustia de tocar puertas cerradas por un sistema de justicia sometido al poder político, peor aún a la justicia como arma y castigo político a la disidencia.

En terrible el drama de madres que se ven obligadas a mendigar información, hijos que viven con el peso de la incertidumbre, esposas y esposos que cargan con el silencio impuesto por el miedo. Cada audiencia diferida, cada visita negada, cada traslado sin aviso es un castigo colectivo. El Estado, que debería proteger, se convierte en verdugo y la justicia en un simulacro.

Más allá de la coyuntura política, lo que se revela es una herida profunda en la dignidad humana. La prisión política en Venezuela no solo quiebra cuerpos y biografías, sino que erosiona el tejido moral de la nación. La indiferencia de muchos en la calle y de la “nueva oposición” que en nada se opone frente a estas historias es, en sí misma, otra forma de injusticia, de miseria humana. Cómplices del sufrimiento.

Recordar y denunciar no es un gesto de oposición, sino de humanidad: un recordatorio de que ningún poder es legítimo si se construye sobre la negación del derecho a la vida, la justicia y la libertad.

Dios tenga misericordia.

Fernando Pinilla / @fmpinilla

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