
¿Era chatarra o una nave alienígena? El Ejército de Estados Unidos recurrió a uno de sus laboratorios de defensa más avanzados para averiguarlo. En 2022, Sean Kirkpatrick, designado por el Departamento de Defensa para investigar la existencia de un posible programa secreto sobre tecnología extraterrestre, reunió a los principales ejecutivos tecnológicos de las seis mayores contratistas de defensa del país.
Por infobae.com
La pregunta que planteó fue directa y poco habitual: “¿Alguna de sus empresas ha tenido acceso a tecnología alienígena?”. Con un tono entre serio y jocoso, Kirkpatrick añadió: “Me facilitarían el trabajo si alguno confesara, me entregara el OVNI o me ayudara a encontrarlos”, según relata The Wall Street Journal.
Pero para Lockheed Martin, la respuesta no era sencilla. Su laboratorio Skunk Works, célebre por desarrollar algunos de los proyectos más secretos de Estados Unidos, acababa de analizar y tratar de replicar un fragmento metálico supuestamente recuperado de un OVNI estrellado cerca de Roswell, Nuevo México.
El Ejército estadounidense buscaba determinar si ese material podía emplearse en la construcción de vehículos capaces de desafiar las leyes convencionales de la gravedad. El experimento no prosperó, pero la historia detrás de ese metal, que durante tres décadas transitó desde el mito hasta los laboratorios de élite, resultó tan extraña como la propia ficción sobre OVNIs.
La investigación de Kirkpatrick, detallada por The Wall Street Journal a partir de entrevistas con dos docenas de funcionarios, científicos y contratistas, así como de miles de documentos, correos electrónicos y grabaciones, se adentró en episodios que alimentaron la creencia de que Washington ocultaba un programa secreto para revertir la ingeniería de naves extraterrestres.
En el proceso, Kirkpatrick se topó con una red creciente de creyentes en OVNIs dentro del Pentágono, muchos de ellos con trayectorias en los márgenes de la comunidad de inteligencia estadounidense, donde exploraron desde poderes psíquicos hasta la teletransportación y criaturas como hombres lobo. La supuesta evidencia que respaldaba las teorías de los denunciantes desaparecía justo cuando Kirkpatrick se acercaba a ella.
Al concluir la investigación, el informe del Departamento de Defensa publicado el año pasado determinó que las acusaciones de encubrimiento carecían de fundamento. No obstante, los testigos de Kirkpatrick terminaron viéndolo como parte de la supuesta conspiración.
La portavoz del Pentágono, Sue Gough, afirmó en un comunicado: “La investigación no ha descubierto información verificable que respalde las afirmaciones de que existen o existieron programas sobre la posesión o ingeniería inversa de materiales extraterrestres” y añadió que las alegaciones sobre personas, lugares, pruebas tecnológicas y documentos “son inexactas”.
El origen de la pieza metálica que llegó a Skunk Works se remonta a 1996, cuando Art Bell, un popular locutor nocturno especializado en lo paranormal, recibió un paquete anónimo. Dentro había fragmentos de metal y una carta de un oyente que aseguraba que su abuelo los había recogido como parte de un equipo militar de recuperación tras el incidente de Roswell.
Desde 1947, Roswell se había convertido en un símbolo de la cultura OVNI. Aunque el Ejército anunció entonces la recuperación de los restos de un “disco volador”, más tarde aclaró que se trataba de un globo espía, pero muchos entusiastas nunca aceptaron esa versión.
Bell describió en su programa: “Son metálicos, están quemados, muy quemados por fuera, quizá por la reentrada o el choque. No tengo forma de saberlo”. Tras ese episodio, la historia de los fragmentos, conocidos como “Art’s parts”, se mantuvo en los márgenes hasta que, más de una década después, dos científicos vinculados al Pentágono impulsaron un programa de investigación sobre “metamateriales”, sustancias sintéticas con propiedades exóticas. Publicaron estudios que especulaban sobre la posibilidad de que estos materiales dotaran a aeronaves de capacidades como la invisibilidad.
En 2019, el grupo To The Stars, fundado por Tom DeLonge, exlíder de la banda Blink-182, adquirió los fragmentos por $35,000 a un investigador de OVNIs, con la intención de someterlos a pruebas. Para entonces, To The Stars había reunido a figuras influyentes, incluidos los científicos Hal Puthoff y Eric Davis, y al exfuncionario del Pentágono Luis Elizondo.
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