24 C
Miami
miércoles 4 de junio 2025
Image default
Julio PérezOpinión

El Veneno del Alacranato: Cómo los Gobiernos Hegemónicos Imponen Partidos Satélites, Julio Pérez

En el complejo panorama de la política contemporánea, los «alacranes» término venezolano que alude a partidos cooptados, conocidos en ciencia política como partidos satélites, trascienden el ámbito local para revelarse como una estrategia global de gobiernos y partidos dominantes para perpetuar su hegemonía. Como señala el politólogo Juan Linz, «la hegemonía se sostiene mediante la manipulación de las instituciones democráticas». Este fenómeno describe cómo las fuerzas dominantes manipulan y cooptan a partidos opositores, transformándolos en instrumentos al servicio de sus intereses. En Venezuela, esta práctica ha alcanzado niveles críticos, buscando neutralizar a la oposición y deslegitimar liderazgos clave, aunque con resultados adversos frente a María Corina Machado, cuya legitimidad se ha consolidado pese a la represión.

El término «alacrán» identifica a actores políticos que, bajo la fachada de oposición, se alinean con el régimen chavista a cambio de prebendas, cuotas de poder o supervivencia. Estos partidos judicializados o cooptados orbitan alrededor del chavismo con el objetivo de fragmentar el voto opositor y desmovilizar a la ciudadanía. Su estrategia incluye presentarse como alternativas «moderadas» para debilitar a figuras como María Corina Machado, quien, tras su victoria en las primarias de 2023 con un 93% de los votos, se ha consolidado como la líder indiscutible de la oposición venezolana. A pesar de la persecución, la clandestinidad forzada y la detención o exilio de su equipo, Machado ha fortalecido su influencia, demostrando que la legitimidad ciudadana puede resistir las tácticas de cooptación.
El rol de los partidos satélites se evidenció en episodios como las elecciones regionales de 2021, donde participaron para simular competencia electoral, legitimar al régimen y fragmentar a la oposición. Este patrón se intentó repetir en las presidenciales del 28 de julio de 2024, pero, gracias al liderazgo y la valentía de María Corina Machado, no tuvo éxito. Según más del 80% de las actas electorales, verificadas por el Centro Carter y la OEA, Edmundo González Urrutia, respaldado por Machado, obtuvo un 70% de los votos. Sin embargo, el Consejo Nacional Electoral (CNE), controlado por el chavismo, proclamó a Nicolás Maduro como ganador sin presentar pruebas, una maniobra apoyada por los partidos colaboracionistas que validaron los resultados oficiales. Este desconocimiento de la voluntad popular perpetúa al chavismo y busca debilitar el liderazgo opositor.
De cara a las elecciones legislativas del 25 de mayo de 2025, los partidos satélites, alineados con el régimen, intentarán repetir esta estrategia. Participarán para simular competencia electoral y legitimar un nuevo triunfo del chavismo, consolidando a Nicolás Maduro en el poder. Su presencia busca fragmentar aún más el voto opositor y desmovilizar a una ciudadanía desencantada, mientras el régimen utiliza el CNE y otras instituciones para manipular resultados. Estos actores, una vez cooptados, se convierten en rehenes del sistema, atrapados por un régimen que emplea diversas formas de control para garantizar su lealtad. No obstante, la resiliencia de María Corina Machado y el respaldo ciudadano han frustrado esfuerzos similares en el pasado, consolidándola como un muro de contención frente a estas tácticas.
Los partidos satélites no son exclusivos de Venezuela. Surgidos en la Europa Oriental bajo la Unión Soviética y extendidos a Asia y América Latina, prosperan en contextos de autoritarismo competitivo o dictaduras cerradas. Simulan independencia, pero están subordinados al poder dominante, legitimando al régimen con una fachada de pluralismo. En Venezuela, operan captando votos descontentos, infiltrándose en iglesias, gremios y comunidades, y manejando financiamientos opacos que fomentan la corrupción. Su participación electoral, sin intención de ganar, busca desmovilizar a la oposición y encubrir el control absoluto del chavismo.
Este mecanismo erosiona la confianza ciudadana al revelar su alianza con el poder, fragmenta el voto opositor, favorece el autoritarismo al simular competencia y promueve prácticas clientelares. Ejemplos históricos, como los partidos controlados por Rusia Unida en Rusia, confirman esta tendencia global, un legado de regímenes autoritarios que buscan legitimidad internacional a través de oposiciones ficticias. A pesar de estas maniobras, María Corina Machado ha sido un obstáculo implacable para el régimen y sus aliados satélites. Su liderazgo, forjado en la resistencia y legitimado por el respaldo masivo de los venezolanos, no ha podido ser apagado ni por la represión ni por los intentos de minimizar su influencia.
Incluso desde la clandestinidad, María Corina sigue representando la esperanza de una oposición unida, demostrando que la legitimidad popular puede prevalecer frente a las peores formas de autoritarismo. En este contexto, surge la pregunta: ¿es la cooptación una traición de los partidos satélites o una consecuencia inevitable de un sistema autoritario? Linz sugiere que «la cooptación es una herramienta de supervivencia en regímenes que restringen la disidencia», señalando tanto la responsabilidad de quienes ceden por beneficios como el diseño de un entorno que hace la resistencia casi imposible. La persecución de la lider opositora y Edmundo González Urrutia evidencia esta práctica, cuyo impacto trasciende a los líderes al negar la voluntad popular y agravar la crisis de legitimidad del régimen.
Combatir esta estrategia exige una ciudadanía informada que denuncie a los partidos cooptados, exija transparencia a la oposición y apoye liderazgos auténticos. La comunidad internacional, que reconoce a Edmundo González Urrutia como presidente electo, debe presionar al régimen para iniciar una transición democrática. Como plantea Hannah Arendt, «la defensa de la pluralidad es la última barricada contra la tiranía». La vigilancia ciudadana y la unidad opositora, liderada por María Corina Machado, son claves para desmantelar el veneno de los partidos satélites que ha carcomido la democracia venezolana, especialmente ante los intentos del régimen por legitimarse en elecciones como las del 25 de mayo de 2025.

Related posts

La otra cara: «Cinco Águilas Blancas» Parte I Por José Luis Farías

VenezuelanTime

Salió de Siria hace 56 años y en Maracaibo decidió no devolverse, por José Aranguibel Carrasco

VenezuelanTime

José Gato Briceño: Escombros institucionales, derrumbe del Estado

VenezuelanTime