La formación de Gobierno del nuevo presidente de Estados Unidos sirve, cada cuatro años, para que este devuelva favores, premie lealtades y fije nuevas prioridades como, por ejemplo, el incentivo de las criptomonedas. También para que el nuevo inquilino de la Casa Blanca mande un mensaje con el espejo que coloca frente a la sociedad a la que se dispone a gobernar. En el caso de Donald Trump, que mañana lunes jurará el cargo y en los últimos dos meses ha anunciado un centenar de fichajes, ese espejo devuelve la imagen de una Administración cuyo retrato robot podría dibujarse como el de un hombre blanco, ultrarrico, más joven que sus predecesores, con un rostro familiar para los televidentes de la cadena Fox News y, a poder ser, de Florida.
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