
Era el verano de 1996 cuando Maria Farmer acudió a las fuerzas del orden para quejarse de Jeffrey Epstein.
En aquel momento, dijo, había sido agredida sexualmente por Epstein y su compañera de muchos años, Ghislaine Maxwell. Farmer, que entonces estaba a mediados de sus veintes, también se había enterado de un inquietante encuentro que su hermana menor —entonces adolescente— había sufrido en el rancho de Epstein en Nuevo México. Y describió haber recibido amenazas de Epstein.
Farmer dijo que, cuando habló de sus preocupaciones con el Departamento de Policía de Nueva York, y luego con el FBI, también los instó a que examinaran con mayor detenimiento a las personas del entorno de Epstein, incluido Donald Trump, al que entonces aún le faltaban dos décadas para ser elegido presidente. Farmer dijo que repitió ese mensaje cuando el FBI volvió a interrogarla sobre Epstein en 2006.
Hasta ahora, su relato es uno de los indicios más claros sobre cómo Trump podría haber llegado a ser nombrado en los archivos de investigación no publicados del caso Epstein, un asunto que ha generado otro revuelo político en las últimas semanas.
En las entrevistas que concedió la semana pasada sobre lo que dijo a las autoridades, Farmer señaló que no tenía pruebas de que los socios de Epstein hubieran cometido delitos. Pero dijo que estaba alarmada por lo que consideraba un patrón de Epstein de perseguir a niñas y mujeres jóvenes mientras entablaba amistad con personas prominentes, entre ellas Trump y el presidente Bill Clinton.
Las investigaciones como las que se centraron en Epstein suelen explorar una amplia gama de pistas, pruebas, recuerdos y relaciones, de las cuales pocas acaban utilizándose en los expedientes judiciales o como base para un proceso penal. El voluminoso expediente de la investigación de Epstein contiene muchos registros que no se han hecho públicos, pero que se convirtieron en el centro de las afirmaciones, alimentadas durante mucho tiempo por los aliados de Trump, de que las autoridades podrían haber encubierto la participación de otros hombres ricos y poderosos.
Ahora, después de que su fiscala general y el director del FBI abandonaran abruptamente sus promesas anteriores de revelar todo sobre los archivos de Epstein y dijeran, en efecto, que no había nada que ver, los vínculos de Trump con Epstein son sometidos a un nuevo escrutinio. Esto lleva a preguntarse qué apariciones, hasta ahora no reveladas, podría tener el mandatario en el expediente de la investigación.
La historia de los esfuerzos de Farmer por llamar la atención de las fuerzas de seguridad sobre Epstein y su entorno muestra cómo los archivos del caso pueden contener material incómodo o políticamente problemático para Trump, aunque sea en gran medida ajeno a los delitos de Epstein y nunca se haya investigado o corroborado plenamente.
Y subraya la complejidad de abrir al escrutinio todas las pistas que siguieron los investigadores, las pruebas que reunieron y los interrogatorios que realizaron, de los cuales pocos llegaron a comparecer ante un juez o un jurado.
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