Los dos principales partidos del Reino Unido mantienen desde hace décadas un punto en común: la necesidad de cuidar y preservar una “relación especial” con el Gobierno de Estados Unidos. Keir Starmer ha intentado amortiguar en los últimos meses los malentendidos y enfrentamientos surgidos entre su equipo y el de Donald Trump, pero el imprevisible carácter del próximo inquilino de la Casa Blanca ha provocado inquietud en el nuevo Gobierno laborista británico, que habría estado más cómodo con Kamala Harris como presidenta.
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